Capítulo 39 «Traicionada»

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Jane

Me adentro en la vieja capilla del pueblo. La nota del padre Charles me preocupó bastante.

—¿Cómo está? —pregunto al entrar en la habitación.

—La fiebre no baja —explica el doctor—. No creo que...

—Jena —murmura, con voz de dolor, aquel hombre que tanto nos ayudó desde que comenzamos la misión como Cola Roja al norte de Inglaterra.

—No hables, Víctor —insisto, tomando una bocanada de aire mientras reúno todas mis fuerzas para no derrumbarme. Me siento en el suelo y tomo la mano que extiende hacia mí—. ¿Le avisaron a su esposa?

—Ya mandamos a uno de tus muchachos por ella —responde el padre, mientras hace la señal de la cruz con las manos.

—Lo... lo siento mucho, muchacha —suplica Víctor con ojos vidriosos—. Yo no quería hacerlo, pero mi... mi... mi familia corría peligro.

Frunzo el ceño. Sus palabras no tienen ningún sentido para mí. La agonía que transmite su rostro me deja sin palabras.

—Perdóname, Jena, te lo... suplico —sisea por lo bajo en un hilo de voz.

Niego lentamente.

—No entiendo.

—Yo... yo... yo fui quien advirtió al cuartel sobre nuestro campamento.

Suelto su mano, aterrada. Un nudo se forma en mi garganta mientras la impotencia comienza a cegarme. Sus dedos, extendidos en el aire, se mueven como si suplicara que le tocara de nuevo.

—Yo no quería. Lo... lo juro.

—¿Cómo pudiste, Víctor? —replica, con voz molesta, William a mis espaldas—. Casi matan a Jena por tu culpa.

—¿Por qué? —pregunto, intentando controlar la ira que hay dentro de mí.

Mi corazón duele y se hace tiras. Él era uno de mis hombres de confianza. Su rostro se contrae en un gesto de dolor y mueve su mano hacia mí, como si necesitara que lo sostuviera.

—Lo siento mucho. De... debes tener cuidado con ella.

—¿Ella? —preguntamos todos al unísono.

—Dime un nombre. —Me acerco, con la vista nublada por las lágrimas.

—Promete que velarás por el bien de ellas —implora mientras su boca se frunce nuevamente en gesto de dolor—. Promételo, Jena.

—Lo haré. —Trago en seco y tomo su mano una vez más.

Por más daño que me hizo, él y su esposa fueron los que me cuidaron cuando desaparecí la primera vez. Víctor tiene una ceja partida porque intenté defenderme al no conocerlo hace casi seis años atrás. Me dieron lo poco que tenían cuando no poseían casi nada, así que se lo debo.

—Cuidaré de ella y de tu hija. Ahora, dime el nombre.

—Ten cuidado, muchacha... Ella es pe... peligrosa. Está más cerca de lo que crees. Ella... ella es La... —La luz desaparece de sus ojos y la angustia me embarga.

Si no es porque William me abraza y me aprieta contra su pecho, mis gritos de dolor llegarían a la calle. Lloro porque en verdad le quería. Duele, porque fui traicionada por esa persona que consideré cercana. Duele, porque en el fondo, solo protegía a su familia. Me traicionó, pero ¿quién soy yo para juzgar cuando he hecho lo impensable por mantener a Edward y a Lexie a salvo?

Los gritos de dolor de Malena rompen mis oídos y se unen a los míos, mientras mi alma se desgarra. Un hombre murió por la avaricia de alguien que solo quiere mantenerme lejos. Me siento culpable porque dejé a una familia sin el hombre del hogar, sin sustento. Estoy completamente perdida. ¿Esto sintió Edward cuando Alexia murió? ¿Cómo le digo a una niña de ocho años que su papá ya no estará ni la verá crecer? ¿Cómo podré calmar el dolor y la angustia de Malena al ver su esposo muerto y no... pude hacer nada?

Una hora después, ella ya está dormida. El doctor la sedó, porque no paraba de llorar, y la entiendo. Víctor era un hombre muy amado por todos. La noticia será un golpe devastador para los Cola Roja, a pesar de estar dispersos.

—¿Todo listo? —pregunto tras tomar un poco de agua. Mi garganta estaba seca.

—Los aulladores se encargaron de esparcir la noticia —contesta William, y se arrodilla colocando su mano en mi rodilla—. ¿Cómo estás?

—No sabría decirte. Por un lado, quisiera odiarlo por lo que hizo, pero también...

—Te duele su pérdida —termina de decir Erick cuando se acerca—. Ya escuché la noticia. Le debes un golpe a Gregory, William. Cuando se entere de esto, va a venir por ti, Lo sabes, ¿verdad?

El mayor de los Warner pone los ojos en blanco y se pone sobre de pie.

—No es mi culpa golpearle cuando pensé que había sido él el traidor —rebate Will, y cruza los brazos en su pecho—. Ustedes casi mueren por esa estúpida nota en el cuartel.

—Jane, llegó esto para ti. —Erick me alcanza un sobre color crema con un sello conocido—. ¿Quieres mi consejo? No vayas.

—¿De quién se trata? ¿Cómo lo sabes si aún no está abierta? —pregunta William y sonrío de soslayo.

—Cuando estamos hablando de Erick —comento mientras saco la hoja—, cualquier cosa puede ser posible.

Arrugo la hoja blanca al terminar de leerla dejando que la furia me llene por completo.

—No vayas, Jane. Es peligroso —reitera Erick, pero resopla cuando sus ojos leen mis facciones.

—¿De quién están hablando?

—El Regente quiere verme —explico y el semblante de William cambia al instante—. La vida de mis padres está en juego, Erick. Más que una advertencia, es una amenaza. Tú lo conoces tanto como yo.

La tensión desciende sobre nosotros. El mayor de los Warner aprieta su mentón con fuerza mientras cierra y abre sus manos. A nadie le gusta tener a ese hombre cerca. El simple hecho de mencionar su nombre causa malestar.

—Ellos están respaldados por el mismísimo rey de Inglaterra, Jane —recalca mi amigo. Deja caer sus hombros y suspira—. Te espero afuera. Si pasa algo, ya sabes qué hacer.

—¿En serio la apoyas en esa locura? —protesta William, atravesándome con la mirada.

—Warner, aprende de una vez. La apoye o no, lo va a hacer. Y más si alguien que quiere corre peligro.


Final (Por Siempre II )Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu