Capítulo 5 «Encuentro familiar»

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Edward

Diamante sacude su cabeza cuando siente las motas de nieve sobre su crin y resopla con cada paso que da en la nieve. Al parecer, ya no le gusta como antes. A mi lado, el Duque Murray no ha dejado de fruncir el ceño y mirar a su alrededor.

—¿Todo está bien?

—No entiendo su pregunta.

—Cuando Jane salía a cabalgar siempre hacía lo mismo. Como si estuviera buscando el peligro en cada rincón.

Los labios de Murray se curvan en una sonrisa amarga. Al mencionarle el nombre de su hija, sus ojos comienzan a cristalizarse y me golpeo mentalmente por ser tan insensible.

—Ella sacó el carácter de su madre, pero sus sentidos de peligro siempre están en alerta como yo.

—¿Por qué nadie en el parlamento sabe sobre la desaparición de su hija? Perdone mi pregunta, pero es que me causa mucha curiosidad.

—¿Puedo llamarle Edward? —Asiento y sonrío levemente—. Ya que ha investigado tanto sobre nosotros —Mis hombros se tensan al escuchar sus palabras y él niega con la cabeza—. Sí, Edward. Gracias a sus espías, supimos sobre el paradero de nuestra hija después de tanto tiempo.

Intento mantenerme tranquilo, pero los nervios me traicionan y trago en seco. La vida de Thiago y James siempre estuvo expuesta ante los McHall.

—No se preocupe por sus hombres. Es más, yo debería darle las gracias. Como le decía hace un instante, ya que ha investigado tanto sobre nosotros, ¿no saben de dónde proviene nuestro apellido y por qué mi relación con el rey Luis es tan cercana?

Agita las bridas de su caballo y comienza a caminar. Yo le sigo con la mirada, pero Diamante le sigue el paso hasta dejarme al lado del Duque.

—Nosotros no somos ingleses, Edward. Mi esposa y yo somos franceses. McHall ni siquiera es nuestro verdadero apellido. Estos fueron otorgados por el rey y la reina.

Mis cejas se disparan hasta el nacimiento de mi cabello y aprieto con fuerza las bridas de mi caballo. Miles de preguntas comienzan a surgir en mi cabeza.

—Sé que está muy confundido ahora, Edward. Pregunte y responderé cada una de sus dudas. Si mi hija fue capaz de quedarse en un lugar durante más de un mes, usted merece mi entera confianza. El agudo sentido de mi Jena sobre una persona nunca le ha fallado.

—Siempre hay una primera vez.

—Lo sé, y como usted fue la persona en lograr que mi niña pensara antes de actuar por primera vez en su vida, pues tiene todo mi apoyo. Mi historia con Luis viene desde mucho antes. Sabe que estuvo preso en Francia.

—Nadie supo cómo regresó a Inglaterra unos días después.

—En aquel tiempo yo era un simple soldado de guerra que intentaba llegar a casa con vida. mi esposa estaba en casa cuidando de nuestra hija Isabelle. Solo tenía pocos meses de nacida cuando conocí a Luis en la prisión.

—Le ayudaron a escapar —conjeturo con rapidez y Murray asiente levemente.

—Mi esposa se encargó de la comida y la ropa. Yo compré a un par de soldados para que esa noche no llegaran hasta cierto lugar en su guardia nocturna. Luis me prometió que si en un futuro le necesitaba, solo tenía que avisarle. Meses después, tuvimos que huir de Francia. Los guardias nos delataron y temí por la vida de mi familia.

—¿Cómo lograron entrar en suelo inglés?

—Por un barco de esclavos. Contacté con Luis y su respuesta fue rápida. Cuando nuestra hija cumplió dos años, mi esposa y yo fuimos declarados duques, y nuestro pasado borrado de nuestras mentes para siempre.

—¿Jane sabe sobre esto?

—No, y tampoco quisiera que ella lo sepa. Corre gran peligro si saben que Isabelle Dubois regresó a Francia.

—Una mentira puede contaminar un mar de confianza, señor Murray —murmuro la misma frase que Jane me dijo la noche donde nos volvimos a ver.

—Lo sé. Nada compensa mentirle a mi pequeña, pero es una carga que ambos decidimos llevar por su bien. Aquello que se hace por la familia, nunca será considera sacrificio o carga. ¿Usted no haría lo que fuera por el bien de su encantadora hija?

—Por Lexie haría...

Mis palabras son cortadas por el relincho de Diamante. Frunzo el ceño cuando veo como la yegua comienza a patear la nieve con rapidez. Acaricio su crin pero sus nervios solo aumentan.

—¿Qué pas...?

Diamante se eleva en sus patas traseras y debo agarrarme con fuerza o termino en la nieve. El caballo de Murray comienza a dar varios pasos atrás y mi yegua le sigue. A lo lejos algo corre hacia nosotros.

—Al bosque, ahora.

Ambos entramos al bosque a todo galope. Mi corazón acelera con cada salto que da mi caballo para esquivar algún tronco caído. La comezón ataca mis piernas y mi respiración se hace entre cortada. Diamante se detiene una vez más así como el caballo del Duque.

—¿Qué hacemos? —inquiere Murray intentando controlar a Zafiro.

—Jamás he tenido que correr por mi vida gracias a tres tigres que ni siquiera deberían estar por la zona, Murray. Lo único que puedo hacer es disparar y orar a Dios por un milagro —explico mientras saco el revólver de la funda.

Aquellos animales caminan hacia nosotros con lentitud. Dos tigres abren sus fauces para mostrar sus dientes y el tercero da pequeños saltos para asustar a los caballos. Está nevando pero siento como gotas de sudor recorren m espalda con lentitud. Un rugido de dolor rompe la tensión que había hasta ese instante.

Dos flechas rojas se incrustan en la nieve, y por extraño que parezca, me siento más tranquilo. Los tigres comienzan a retroceder, pero uno de ellos salta sobre Diamante. La yegua retrocede con rapidez y mi pierna golpea el tronco a la izquierda. Gruño por lo bajo al sentir como algo atraviesa mi piel. El animal intenta acercarse de nuevo pero cae dormido por el dardo incrustado en él, así como los otros dos. Diamante se eleva en sus patas traseras una vez más y yo termino cayendo entre el animal y la fría nieve.

—La próxima vez que me digas que me aleje, te comerán por tonto —dice una voz conocida mientras camina hacia mí.

Su cabello comienza a llenarse con motas de nieve cuando quita la capucha de su cabeza. Ella sonríe con cada paso que da y yo gruño por lo bajo por que no sé si lo hace con cierta arrogancia por haberme salvado.

—¿Quieres callarte y ver si es muy profunda? Hace frío acá afuera y la cerbatana es incómodo desde aquí —inquiere otra voz conocida y su silueta hace aparición entre los árboles cubiertos de nieve

—¿Jena?

—¿Papá? —pregunta la chica a pocos pasos de mí y se detiene.

—Erick, como huyas de nuevo, juro que te halo las orejas hasta arrancártelas —espeta Murray al ver que el chico comienza a alejarse al reconocer la voz.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—De viaje por toda la maldita Inglaterra esperando a ser cena para tigres donde no deberían existir. ¿Qué tal eso?

—Papá, la ironía nunca ha sido uno de tus fuertes.

—Jena Camille McHall, no me hagas enojar.

—¡Papá!

Sin importarme el dolor, dejo escapar una carcajada ante la inocente protesta de la chica frente a mí.

—¿Tu segundo nombre es Camille?

—Cállate, Edward, y déjame ver esa herida.

—Tú y yo tenemos que hablar, jovencita.

—Sí, señor —protesta ella con los dientes apretados antes de agacharse frente a mí y yo dejarme engullir por su mirada gris.

—Tu madre te espera en la mansión.

—Ahora sí soy una chica muerta —murmura con voz quebrada mientras analiza mi pierna con lentitud.


Final (Por Siempre II )Where stories live. Discover now