Capítulo 18 «Desempolvando recuerdos»

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Edward

Después de mucho tiempo observando la puerta con cierta inseguridad, me adentro en la habitación. Arrugo la nariz por el olor a guardado y polvo que llena la estancia. Cubro mi nariz con el antebrazo y abro las ventanas para que la brisa primaveral entre, pero la situación empeora puesto que el polvo se remueve... y mis recuerdos también.

Me acerco con incertidumbre a la avejentada sábanay trago en seco. El nudo en la garganta y la opresión en mi pecho comienzan a molestarme. Tomo la polvorosa pieza y de un tirón, la halo hacia un lado, dejando ver el cuadro custodiado por ella.

Mi vista recorre la pieza desde abajo hasta arriba con lentitud, y el pesar golpea mi mente cuando mis ojos chocan con dos iris azules y cabello rubio caído en ondas.

«Mi querida Alexia».

Sabía que la extrañaba, pero no imaginé cuánto hasta que debo secar la lágrima que recorre mi mejilla. Ese fue el vestido de nuestra boda. Su sonrisa fue la misma desde que nos conocimos hasta el día en que sus ojos perdieron el brillo intenso que transmite este cuadro. Tomo una larga bocanada de aire y la dejo escapar con lentitud.

Los recuerdos duelen. Las heridas del corazón sanan, pero dejan cicatrices. Tan joven y hermosa, tantas cosas por vivir, y lo único que me queda en la memoriason esos años que vivimos felices hasta que... hasta que se escurrió de las manos y no pude hacer más nada.

Una voz me hace saltar en mi lugar y corta mis pensamientos:

-Sabía que era hermosa, pero nunca imaginé cuánto. -Asiento hacia Kate y regreso mi rostro al cuadro-. Lexie es muy parecida a ella.

-Sacó el rostro y la sonrisa de su madre -murmuro con voz amarga y escucho sus pasos acercarse.

-¿Crees que se hubieran llevado bien?

-¿Disculpe?

-Me refiero a mi hija y la antigua duquesa. -Mis labios se curvan en una sonrisa de soslayo sin separar los labios.

-Yo hubiera perdido el cabello si esas dos se hubieran conocido -medito mis propias palabras-. Ambas odian las injusticias y siempre velan por el bien de los demás antes que el de ellas mismas. A veces, desearía ser tan fuerte como ellas.

-No entiendo, Edward. -Noto como su ceño se frunce-. Para mí eres un hombre fuerte y mi esposo te admira mucho por todo lo que has logrado.

-No me mientas, Kate. -Con pesar y los hombros caídos, me acerco a la ventana-. Siento que soy un vaso de cristal cuando es golpeado por un martillo y se hace trizas.

-El hombre se cree infalible mientras no tenga un punto débil.

Le doy la espalda a la ventana y recuesto mi cuerpo a la pared. Cruzo los brazos en el pecho y dejo caer mi cabeza hacia adelante.

-Mi mundo se cae a pedazos si algo le pasara a Lexie, a la loca de su hija o incluso al tonto de Gregory.

Sonríe con dulzura.

-Edward, cariño, eso es algo normal. -Le da un ligero apretón a mi brazo en señal de empatía-. Muchacho, ¿cómo crees que estuve el tiempo en que mi única hija desapareció? ¿Cómo crees que me sentí al escuchar que su virtud había sido arrancada de una forma tan cruel y atroz?

Mi cuerpo se paraliza y subo el rostro hacia ella. Noto que sus ojos grises están levemente hinchados y su nariz un poco enrojecida. Miles de puñales se entierran en mi pecho una y otra vez al imaginarla llorar desconsolada por la noticia que debe haberle contado Murray.

-Me derrumbé por completo porque mi hija es mi mundo y me preocupo por ella. No te voy a mentir. Saber la agonía que vivió por culpa de esos infelices me enerva la sangre, pero recordé algo que mi padre siempre me decía y me ayudó en momentos de debilidad. "No somos cristales rotos, Giselle. Somos como la fina arena que se escurre entre los dedos, pero lo suficientemente fuerte como para levantar un hogar".

Final (Por Siempre II )Where stories live. Discover now