Encuentra una salida

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                                                                                                        I

Un fuerte ruido despertó a Junpei asustado, sus ojos se abrieron de golpe. Tan pronto como se adaptaron a la luz, se dio cuenta que no reconocía el sitio donde se encontraba.

— ¡Ay!

Con un buen golpe, la cabeza de Junpei hizo contacto con algo metálico. Rodó sobre sí mismo y sacó su mano buscando algo de estabilidad para su cabeza, pero se encontró tanteando el vacío. Perdido el balance y con su mente confusa tratando de entender qué era lo que estaba sucediendo, Junpei cayó al frío y gris suelo.

— ¡Oh! ¡Maldición! Pero qué...

Junpei miró con rabia por todo el cuarto, tratando de comprender dónde había despertado. La caída había sacudido las últimas telarañas de sueño de su mente, y finalmente entendió de dónde había caído. Era una cama. Una litera de tres niveles, para ser más preciso. Junpei había caído, aparentemente, de la litera más alta. Su hombro le dolía, su rodilla le dolía, su cadera le dolía, todo su cuerpo le dolía.

Podía sentir una pequeña protuberancia formándose en su frente, justo donde se había golpeado contra el techo. Se preguntaba si ese golpe era la razón por la cual su visión se movía un poco, pero no era del todo probable.

Al principio, pensó que el temblor que corría por sus piernas era solo otro efecto de su duro despertar, pero tan pronto como miró a su alrededor, se dio cuenta que era real...

Todo el cuarto estaba temblando.

¿Será un terremoto? se preguntó. No parecía probable. Se estaba sacudiendo demasiado rápido para ser un terremoto. Una vez más, Junpei no tenía idea de qué era, sino un terremoto. Trató de convencerse de que era algo importante.

Se frotó el creciente chichón de su cabeza y con mucho cuidado se puso de pie. Recuperado su balance, le dio su primera mirada a toda la habitación.

Y murmuró para sí mismo:

— ¿Dónde... estoy?

Su dolor se olvidó a la luz de la confusión de las circunstancias, le dio otra mirada a la habitación.

Pasaron los minutos mientras Junpei luchaba por orientarse. Entonces, tan repentinamente como empezó, los temblores pararon. Un frío silencio cayó sobre la habitación. Lejos en algún lugar, Junpei podía escuchar el sonido del metal chirriando. Sintió como su estómago le apretaba. Eran miles las cosas que podrían ser, pero ninguna de las que él pensaba era buena. En un intento por distraerse, Junpei miró a su alrededor una vez más.

Había una estufa que lucía más antigua que funcional. La litera de tres niveles tenía colchones que eran tan delgados que era un poco más que mantas. Del otro lado de la habitación había una litera idéntica, y en el medio, separando las camas, había una puerta de hierro ligeramente sucia.

Lo primero que notó de la puerta fue el número toscamente dibujado en ella. En la superficie de la puerta, con pintura roja, alguien había escrito "5"

— ¿Cinco? ¿Qué significa ese cinco?

Desconfiado, y completamente confundido, Junpei se acercó a la puerta, poco a poco. De pie frente a la puerta, Junpei agarró la manija en forma de "L". Un empujón no produjo ningún movimiento y un jalón dio el mismo resultado. Unos pocos intentos más soldaron la verdad en la mente de Junpei: No podía abrirse.

Sin importar lo mucho que empujó y jaló, la manija no se movió.

Junto a la puerta había un extraño dispositivo que le recordó a Junpei un lector de tarjetas. No se necesitaba ser un genio para darse cuenta que el extraño dispositivo mantenía la puerta cerrada.

Junpei golpeó fuerte la puerta.

— ¡Hey! ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¡Abran la puerta!

No hubo respuesta.

Junpei lanzó su puño izquierdo contra la puerta. Se detuvo.

— ¿Qué demonios es esto?

La verdad, no estaba muy seguro de qué más podía decir. En su muñeca izquierda colgaba un brazalete de una clase que él nunca había visto jamás y en el centro una gran pantalla LCD. No parecía más que un reloj, pero claramente no lo era. Después de todo mostraba solo un número.

— Cinco. Eso es... es lo mismo que en la puerta...

Cierto, los números eran los mismos, pero aun así no tenía idea de lo que significaban. Sólo sabía que era extraño, y nuevo, y lo quería fuera de él. Junpei volteó su mano, como si se fuera a quitar un reloj cualquiera, pero el otro lado del brazalete estaba sellado: ninguna hebilla, ningún broche, nada.

Suspiró, y giró nuevamente su muñeca. Había cierto número de remaches alrededor de su cubierta, quizás si...

Jaló, pero nada pasó. En un reloj, lo que parecen botones para ajustar la fecha y la hora, en este brazalete no hicieron nada. Junpei estaba perdido.

¿Qué iba a hacer?

Sintiendo crecer su desesperación, empezó a tirar con más fuerza de ello, sin embargo...

— ¡Maldición! ¡Ah! ¡Esto no es bueno... esta cosa no sale!

Una lámina de acero nacía de la cara del brazalete, rodeando la muñeca de Junpei, y terminaba del otro lado del brazalete. En resumen, no se lo podría quitar en ningún momento.

— ¿Qué se supone que haga con esta cosa?

La desesperación y la frustración empezaron a mezclarse al tiempo que la realidad de lo que sucedía caía sobre Junpei. Todo lo que pasaba y nada tenía sentido. Sentía su cabeza a punto de explotar.

— ¿Dónde estoy? ¿Por qué carajos estoy aquí? ¡Por qué! ¿Por qué? ¿Qué demonios me está pasando?

Y fue en ese momento cuando se percató de la ventana: era redonda, con borde de cobre remachado, como una ventana de un barco de principios del siglo veinte.

— Un momento... estoy... ¿estoy en un barco?

999: 9 personas, 9 puertas, 9 horas(adaptación)Where stories live. Discover now