26. New Delhi

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4 DÍAS ANTES
Jung

    Ha Na me sacude del brazo para despertarme.

—¿Qué...? ¿Qué pasó? —gimo, medio dormido.

—Park Myung Jo —musita y el sueño se me borra de un plumazo. Me incorporo de golpe y me froto los ojos.

—¿Qué? ¿Qué hace aquí? —pregunto. —¿Cómo supo que estábamos aquí? Apenas llevamos un día en Corea y ya está sobre nosotros —mascullo, poniéndome en pie.

—Está en medio del salón, dictando ordenes como si fuese el dueño y señor del universo —informa mi gemela, mientras me dirijo al baño. La cama de hyung ya está perfectamente hecha. —La abuela está echando humo por los oídos.

—Lo imagino. —Regreso a la habitación y me visto en tiempo récord. —Mejor vamos con ellos, antes de que se monten la tercera guerra mundial aquí.

     A medida que nós acercamos al salón, puedo oír la autoritaria voz de mi padre.

—...es tu problema.

     Llegamos en el
momento en que la abuela luce lista para saltar sobre él.

—Oh, ya están aquí —interviene hyung, usandonos como excusa para poner paz.

—Muy bien, nos vamos —dice mi padre.

—¿A dónde? —el tono de Ha Na es tímido.

—Iremos a almorzar —responde mi padre, ajustándose la americana y mirando el reloj. —Tenemos reserva en media hora en el New Delhi.

—¿Puedo ir a cambiarme de ropa? —pregunta Ha Na.

    Mi padre le dedica una fría mirada de arriba abajo y vuelve a mirar el reloj.

—Así estás bien.

    Y, sin decir nada más, sale del salón y nós vemos obligados a seguirle. Ha Na me mira y pone los ojos en blanco.
     Nos desplazamos hasta Gagnam en un silencio sepulcral. Papá no habla y nosotros, sentados en el amplio asiento trasero, nós limitamos a respirar sin hacer mucho ruido. La camioneta 4x4 huele a algún perfume caro y a tabaco. Papá nós dedica breves miradas a través del espejo retrovisor. Shin Wo, a mi lado, chatea con Laila, y Ha Na inspecciona el Instagram de Luca. Yo, sentado en medio de ambos, observo la carretera y golpeo mi rodilla derecha con la punta de los dedos, persiguiendo el ritmo de una canción.
    Cuarenta minutos después, papá detiene el coche en la entrada del lujoso restaurante. Un empleado corre a nuestro encuentro y mi padre le entrega las llaves.
    Una recepcionista nós recibe al cruzar las puertas, con una elegante reverencia, a pesar del mostrador de mármol que se encuentra frente a ella.

—Bienvenido, señor. —Se dirige a mi padre, usando los honorarios. —Por favor, dígame su nombre.

—Park Myong Jo. —La respuesta de mi padre es escueta.

—Su reserva era para hace diez minutos, señor —dice la recepcionista, mirando la pantalla frente a ella. Mi padre deja escapar un sonido despectivo y la joven se apresura a añadir: —Pero no hay ningún problema. ¿Desea una mesa común o un reservado?

—Un reservado —se limita a responder el hombre frente a mi.

—Enseguida, señor.

     Otra joven aparece por una puerta lateral, una mesera esta vez. Nós dedica una reverencia y nós indica la puerta por la que acaba de salir.

—¿Me acompañan, por favor?

    La seguimos en silencio, con nuestros zapatos resonando sobre la moqueta gris. La joven, pocos años mayor que yo, nós conduce hasta un reservado enchapado en madera clara. En medio hay una mesa, unos tonos más oscuros que las paredes, rodeada de cuatro sillas con aspecto de sillón orejón, y con cojines de color burdeos. En una de las paredes hay un cuadro en blanco y negro, un boceto de un bosque hindú.
     Tomamos asiento, y enseguida nós entregan la carta. No es bilingüe y agradezco en silencio que mamá me hubiese obligado a aprender a leer y a escribir en coreano.
    Tras ordenar la comida —Samosas, kashmiri aloo dum, pollo tikki malasa y pollo tandoori — y algunas bebidas, nós quedamos solos.
     Papá le da un sorbo a su copa de vino y luego entrelaza los dedos debajo de su barbilla.

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⏰ Última actualización: Dec 25, 2023 ⏰

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