14. Saint Mary

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83 DÍAS ANTES.
Jung.

    Los nudillos de mi madre se vuelven blancos al volante, mientras una vena salta en su frente. Tiene el ceño fruncido y la mirada en la carretera, su pie pisa el acelerador, empujándome contra el asiento de cuero. La veo serpentear entre los coches, con rapidez y precisión, mientras el corazón se me sube a la garganta. Ha Na, sentada en el asiento trasero, suelta un leve jadeo.

-Omma -musito.

-Cállate -sisea, cambiando la marcha del coche. -Tienes tres minutos para decirme en qué estabas pensando.

-Omma, verás... -comienzo, intentando que mi tono sea dulce y despreocupado.

    Mamá pisa el freno de pronto y me veo lanzado hacia adelante, olvidándome de mi discurso. El cinturón de seguridad se clava en mi pecho, devolviéndome al asiento. Suelto un jadeo.

-¡Estudiar! -vocifera mi madre, con la vista puesta al frente. Alzó la mirada y me topo con que estamos en un semáforo. -¡Solo tienes que estudiar, Jung! Gracias a Dios no tienes que preocuparte por el dinero. Estudias en uno de los mejores colegios del país. ¡Y mírate! Convertido en un delincuente juvenil. ¿En qué estabas pensando? -inquiere, mirándome, con los dedos pálidos, apretados al rededor del volante. -¡Dímelo! Dime en que estabas pensando para terminar en comisaría. -Pero, cómo es una madre, y eso es lo que toda madre, por regla estándar, debe hacer, no me deja responder y continúa: -¿Tienes idea del susto qué me has dado? ¿Te haces una mínima idea? ¡Ha estado a punto de darme un infarto! ¡Un infarto! -Vuelve a cambiar la marcha del coche, y presiona el acelerador. -Larry ha tenido que llamar al abogado y ofrecerle una buena cantidad de dinero a cambio de que consiguiera una fianza. Nós hemos escusado detrás de tu minoría de edad, y nós hemos salido con la nuestra de milagro. Pero escúchame bien, jovencito -me gruñe. -Está es la última vez que me haces pasar por algo parecido ¿entendido? La última -enfatiza. -Hablo en serio, Jung. La próxima vez te dejo durmiendo en la cárcel. Ahora, -respira hondo, mientras cambia nuevamente de marchas e introduce el coche en el garaje de la casa, -estás castigado. -Detiene el coche y me mira, mientras se deshace de su cinturón de seguridad. Sus ojos echan chispas, y yo me encojo en el asiento. Mis hermanos, sentados en la parte trasera del auto apenas respiran. -Dame las llaves de tu coche. -Frunzo el ceño.

-¿Las llaves?

-Sí, Jung. Las llaves del Porshe. -Extiende una mano en mi dirección, con la palma hacia arriba. Miro su mano y luego a ella.

-No puedes estar hablando en serio -me oigo decir.

-¿Tengo cara de estar bromeando? -pregunta, enarcando una ceja.

-Omma, por favor -suplico. -Quítame cualquier cosa, excepto el coche. -Unos las palmas de mis manos frente a mi rostro y hago un puchero. -¿Si? Haré lo que me pidas, lo juro.

-¿Lo juras? -inquiere mi madre y yo me apresuro a asentir. -Chicos, -dice, girándose hacia mis hermanos, -ustedes están de testigos. Ha jurado hacer cualquier cosa que yo le pida.

-Bueno, omma, cualquier cualquier cosa...

-Ya lo has jugado, Jung. -Mamá extiende su palma abierta aun más hacia mi. -Dame las llaves del coche. Eso es lo que te pido.

-¡Omma! -frunzo el ceño, indignado ante su engaño.

-Las llaves, Jung -gruñe, y yo meto las manos en el bolsillo y se las entrego. -Tienes prohibido ir a fiestas hasta nuevo aviso, nada de chicas, nada de quedarte a dormir fuera de casa. A partir de ahora será de la escuela a los entrenamientos, y de ahí a la casa. Sin variaciones -decreta, guardando las llaves en su bolso.

SOUL-A. D. Casanova.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon