07.Hollywood sing

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98 DÍAS ANTES


Jung

—Estás desafinando —mascullo, mientras me mantengo en la nota.

     Las luces fluorescentes del garaje iluminan la mueca que me dedica Zac. Lo ignoro y rasgo las ásperas cuerdas de mi guitarra eléctrica. He olvidado la púa en casa y me duelen los dedos. Después de dos canciones, tengo las yemas moradas. Me olvido del dolor, cierro los ojos y dejo fluir la música, me acerco al micrófono, cuento el tempo y comienzo a cantar:

—«I took my hat
You still into my heart
Too deep in me.
Too deep in me». —alargo la ultima nota. Cambiamos el tempo. —«You cannot be mine
I need keep my side
You're just a mistake
Our world is shake.
Oh» —alarg el sonido y rasgo las cuerdas con fuerza. —Oh oh.
Oh oh oh oh».

    Suenan los últimos acordes de la canción y terminamos todos, al unísono.

—Eso ha sonado bien —concluye Ernest, colocando las baquetas sobre el tambor principal de la batería.

—No, no ha sonado bien —resoplo y empujo la guitarra a un lado. La cinta de la que cuelga hace presión sobre mi hombro, mientras el instrumento oscila hasta quedar en mi espalda. —Zac ha desafinado dos veces y tú —lo señalo, —te fuiste del tempo en la última parte. Así es imposible seguir el ritmo —concluyo. —Necesitamos un pianista.

—Ya pensaremos en eso luego —concluye Ernest, poniéndose en pie. —Ahora me tengo que ir. Mi padre me espera en el club de golf.

—¡El club! —Zac se pasa la cinta del bajo por el cuello y coloca el instrumento en el soporte. —Lo había olvidado por completo.

    Frunzo el ceño, mientras los veo marcharse.

—¿Vienes con nosotros? —pregunta Ernest.

—¿Te importa si me quedo un rato aquí? Quiero hacer unos arreglos.

—Tú mismo. —El rubio se encoge de hombros. —Cierra cuando salgas.

     Lo veo tomar su cazadora e ir en busca de su Ducatti.
    Yo vuelvo a colocar la guitarra frente a mi y busco por la estancia un lápiz y un papel. Al dar con ellos, tomo asiento, y comienzo a pasar mis dedos por las cuerdas. Pruebo varias notas hasta dar con las correctas, y luego las uno, para formar una melodía.
     El garaje se llena de música, mientras mi boca halla las palabras. Una detrás de otra. Me gusta componer canciones, llevo varios meses haciéndolo y, la verdad, es bastante sencillo.
     A veces, una frase detona una explosión creativa en mi, y me hallo escribiendo sin parar. Una palabra da lugar a otra y, antes de darme cuenta, ya tengo una canción.
     Mi teléfono celular suena. Respondo sin mirar.

—¿Sí?

—¡¿Se puede saber dónde estás?!

—¿Ha Na? ¿Pasó algo?

—Llevas todo el día fuera de casa —me increpa mi gemela. —¿No te llegó el mensaje de los chicos?

—No. —Frunzo el ceño. —¿Qué mensaje?

—Esta noche haremos un picnic nocturno en el Hollywood sign —me explica mi hermana.

—¿Haremos? —Organizo los papeles, y releo la canción.

—Los chicos de la UCLA y nosotros, por supuesto. —Casi puedo verla frunciendo el ceño al otro lado de la línea.

—Vale, vale. Comeré algo fuera e iré a casa a darme un baño.

—Voy a esperar por tí —dice mi hermana, y cuelga la llamada.

     Al mirar la hora me sorprendo. Son pasadas las seis. Guardo mi guitarra en su funda y, al salir, cierro el garaje. Mientras me dirijo a mi auto, me cruzo con un miembro del servicio de la casa.
    Los padres de Ernest son dueños de una empresa de marketing digital. Nuevos ricos, y personas bastante geniales.

SOUL-A. D. Casanova.Where stories live. Discover now