25.Yeongdeungpogu

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170 DÍAS DESPUÉS
Jung

De pie, debajo del enorme arco dorado de la entrada al colegio, siento que han pasado muchos días desde que estuve aquí la última vez. La primera.
«Fue ayer» me recuerdo. «Solo fue ayer».
Sobre mi, el sol le arranca destellos a la corona atravesada con una pluma. Conocimiento y dignidad, significa y emblema.
Detrás de mi, mamá aguarda. Va a permanecer allí hasta que cruce las puertas del edificio. De repente, me siento como cuando era un niño pequeño, en mi primer día de colegio.
Por alguna razón, me he vuelto a poner esa estúpida bufanda de colores. Luzco ridículo, lo sé, y no me importa. Hay una especie de recuerdo reconfortante entretejido con el estambre.
Alguien pasa junto a mi, escuchando música a todo volumen, y los acordes me recuerdan a otra canción. A una que suena desde el interior de un coche destrozado.

Take me down to the...

Cierro los ojos con fuerza. No, no, no. No puedo dejar que los recuerdos fluyan, no puedo dejar que las lágrimas salgan. No aquí, no ahora. Respiro hondo, sí, eso, respirar me hace bien, y continuo andando, para no pensar.
Como si fuera una oveja directa a un matadero, cruzo las puertas y me dirijo a mi salón. Algunos levantan la vista y me observan descaradamente, otros apartan la mirada y hasta cuchichean.
Siento sus ojos en mi piel, mientras tomo asiento junto al mismo chico de ayer. Este desliza una libreta sobre la madera, hasta mi.

-Las clases de ayer -se limita a decir, con la vista clavada en la bufanda que aun no me quito, y regresa su atención al teléfono móvil.

El puesto frente a mi está vacío, y estoy preguntándome donde estará su dueña cuando esta entra por la puerta en compañía de otra estudiante.
Lleva la melena roja recogida en un moño alto y está pálida. De hecho, casi todos en esta aula lo están. No me adapto a sus pieles blancas, en lugar de morenas por el sol y las horas de surf en la costa.
De hecho, al mirar mi brazo compruebo que mi tono de piel es casi idéntico al de ellos. Pero lo mio no fue una moda o un estereotipo de belleza a alcanzar. Lo mio fue un encarcelamiento autoimpuesto. Un castigo.
Verlos a todos allí, pálidos como yo, me hace sentir..., extrañamente bien. Como si ellos hubiesen compartido un poco mi dolor y mi pena.
Me animo un poco y decido quitarme la bufanda.
La pelirroja se acerca a mi, con las mejillas encendidas.

-Esa bufanda es mía -dice, en voz baja, pausada. Dulce. -¿Me la puedes devolver? -No hablo. Mi cuerpo está tenso como una cuerda. Algunos estudiantes nós observan curiosos. Trago saliva. Ha sido mala idea venir hoy al colegio, estar en Corea. Todo, absolutamente todo es una mala idea. -¿Me la devuelves, por favor? Es mi favorita.

-Uf, menos mal que llegué a tiempo. No puedes simplemente suicidarte con esa bufanda. Es mi favorita, ¿Sabes?

Aquella voz. Su voz. Pestañeo dos veces y miro la bufanda.

-¿Acaso no entiendes rarito? -Un chico, gordo como una mole, se acerca a tropicones hasta mi mesa. Cuadra los hombros, amenazante.

-Está bien, Gong Gi -interviene la pelirroja, con un gesto suave. -No te metas en esto.

-Devuélvele la bufanda -bufa, acercándose más a mi. Por algún motivo, mis dedos se curvan más alrededor del tejido, y mi expresión se vuelve pétrea.

-Gong Gi -le advierte el chico que está a mi lado, pero él le ignora.

-¿Crees que esto es California? -escupe. -¿Crees que puedes venir aquí y hacer lo que te da la gana, rarito?

SOUL-A. D. Casanova.Where stories live. Discover now