11.North Hollywood

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Mini maraton 1/2.

83 DÍAS ANTES.

Jung.

—Lo repetiré una vez, y vale para los dos: Tienen derecho a guardar silencio, todo lo que digan puede ser usado en su contra —recita el oficial mientras me esposa, inclinándome sobre el coche patrulla. Su compañero hace lo mismo con Diana del otro lado, aunque noto que mira de más su cuerpo, escasamente cubierto con un vestido verde crema. —Tienen derecho a una llamada y a un abogado, sí no pueden costearlo, el gobierno les dará uno —culmina el policía y, apoyando una mano en mi hombro, tira de mi hacia atrás para incorporarme.

     El acero me escuece en la piel.

—¿Qué va a suceder con el coche y la moto? —pregunta mi acompañante, siendo práctica. Ni siquiera había reparado en ello.

—Las llevaremos a un parqueo estatal, también confiscaremos la casa de campaña —informa el agente. —Cuando salgan pueden ir a buscarlos.

—¿Esto no se puede resolver con una multa? —inquiere Diana, exasperada. —Sé que dormir en las playas es un delito, pero es un delito menor. Bandalismo de menor envergadura o lo que sea. —Resopla para apartarse el cabello de la cara, y continúa: —Creo que esto podemos resolverlo sin llegar a comisaría.

—Podría ser—asiente el oficial que me ha esposado, acariciándose la barbilla. —Pero tu amigo, aquí presente, —me señala con la cabeza, sin apartar su enorme mano de mi hombro, —ha intentado sobornarme. Así que esto es lo que pasará, bonita: los llevaré a la comisaría en North Hollywood y, con algo de suerte, se quedaran allí hasta mañana.

—¡No era un soborno! —intento defenderme, en vano, cuando la penetrante mirada de Diana cae sobre mi. —¡Era un trato!

—Lo que tú digas, chico. —El oficial le hace una seña a su compañero, y abre la puerta trasera del coche patrulla. —Te recomiendo guardar silencio —dice y me empuja levemente para que tome asiento.

    Obedezco en silencio, y Diana se coloca a mi lado. Dentro del coche patrulla huele a almizcle y a ambientador para coches. Hago una mueca, y Diana me lanza una mirada foribunda.

—¿En serio, Jung? ¿Soborno? ¿Acaso no sabes que eso es delito?

    Enarco una ceja. ¿Me está acusando de nuestra actual situación?

—No estaríamos aquí, sí no fuera por tus ideas románticistas —señalo, con cierto retintín en mis palabras.  —Tu idea también era un delito —le recuerdo. —¿Dormir en la playa? ¡Mira donde estamos!

—En serio eres un idiota —masculla, sonrojada, y por un instante tengo la certeza de que la única razón por la que no me ha abofeteado es porque lleva ambas manos atadas en la espalda. Debe estar tan incómoda como yo.

—Lo siento ¿vale? —digo, chocando mi hombro con el suyo, con una suave caricia. Ella aparta la mirada. —Solo estoy algo nervioso ¿Puedes perdonar a este idiota? —inquiero y la veo sonreír.

    Ahora bien, sí esto fuera una película adolescente, Diana y yo no estaríamos en el coche patrulla, el oficial no hubiese irrumpido en nuestra velada y, por supuesto, yo no habría sido tan estúpido como para ofrecerle cien dólares al policía cuando me dijo que estabamos detenidos. Pero, aunque estamos en el estado del cine, esto no es un franquicia.
     Después de varios minutos en coche, llegamos a la comisaría: un edificio antiguo, pintado de color hueso, situado en el corazón de North Hollywood.
     Los oficiales nós sacan del coche, esposados, y nos conducen dentro como a dos criminales. Con el rabillo del ojo, veo como Diana baja la cabeza.
     Dentro hay un buró sobre el cual hay varios documentos y un teléfono de color negro. Detrás hay una enorme representación del escudo del estado. La mitad inferior del mismo es de color rojo, mientras que la superior es blanca. En el lado blanco hay un oso pardo caminando sobre un perterre de tierra, con una estrella sobre su cabeza. A cada lado del escudo hay banderas. A la izquierda la de Estados Unidos, y a la derecha la del Estado, con el mismo diseño del escudo.
     Los oficiales nós llevan hasta allí, casi a rastras. Sentado detrás de la mesa hay un oficial. Es calvo y bajito, y tiene una cara afable. Cuando llegamos alza la mirada y enarca una ceja.

SOUL-A. D. Casanova.Where stories live. Discover now