24. Límites

387 39 41
                                    

"El miedo es ese compañero de viaje con el que no quieres hablar, y no sabes como hacer que se calle".

-Sara Villalón

Cuando me despierto me quedo mirando la cara de Matthew

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cuando me despierto me quedo mirando la cara de Matthew. Dormido parece un ángel intocable. Algo etéreo e inalcanzable que no sabe de los problemas mundanos de la gente corriente, como si nada pudiera afectarle. Siempre ha desprendido una belleza inhumana, algo de otro plano de la realidad conocida, pues en este mundo podrido es imposible que pueda existir algo tan bello. Eso pensé cuando le vi por primera vez.

Sus facciones suaves, su pelo dorado como si del sol se tratara y el azul de sus ojos. Parece una puesta de sol en la orilla de una playa. Ya no me parece un capullo, ni un prepotente, ni un idiota. Solo es alguien que quizá se siente demasiado solo, con unos demonios interiores que no le dejan estar tranquilo. Me recuerda a mí cuando lo veo vulnerable. El rubio de océanos en los ojos sufre al igual que yo, y solo pretende que yo le mire. Pretende que mire más allá de lo que atisban mis ojos, recorriendo todo el interior de su ser. Se ha abierto en canal delante mía en reiteradas ocasiones. Una aquella noche en mi salón, cuando, con una tranquilidad nada fingida se había quitado la camiseta, mostrándome su cicatriz. Y otra ayer, cuando a gritos silenciosos me pidió que cogiera sus partes rotas y lo volviera a reconstruir. Solo necesita una loca que le comprenda en este mundo de cuerdos. Solo pretende que yo... ¿Le quiera?

Le mando un mensaje de texto a Leia:

—Tú ganas la apuesta.

Suspiro bloqueando el móvil y dando ligeros toques con él sobre mi barbilla.

¿Ahora qué? He perdido una apuesta, pero he ganado un, ¿amigo? Me muero de ansias de que me cuente cada una de sus batallas internas, cada miedo, cada inseguridad. Quizá yo también pueda hacer lo mismo. Puedo fiarme de él y muy posiblemente, él no me juzgue. Quizá podamos con todo de esta manera. Cantando, riendo, tocando la guitarra juntos. Podemos olvidarnos de lo que yace en lo más profundo de nuestro oscuro interior. Y entre besos en la mejilla puede llegar a desaparecer. Aprenderemos a vivir sin miedos y nos olvidaremos de sobrevivir como durante tanto tiempo hemos hecho.

Matthew sigue descansando, cosa que me hace sonreír. A pesar de siempre estar cansado e inundado de ojeras duerme como si la realidad le diera totalmente igual. Está tranquilo y por alguna extraña razón eso me invade de alegría. Yo también me encuentro en paz, después de mucho tiempo es la primera vez que la pesadilla no ha venido a buscarme . Es la primera vez en tres años que no recuerdo mi sueño y todo se debe al idiota que tengo tumbado solo a unos centímetros. Ese tonto que babea en la almohada mientras sujeta con fuerza las sábanas entre ambas manos.

Lanza un gruñido mientras abre los ojos, molestos por los rayos del sol que se cuelan sin reparo por las rendijas de la ventana.

—Dormilón —susurro mientras se limpia la baba de la boca—. Vamos a desayunar, me ruge la tripa.

El protesta, poniendo la mano delante de sus ojos antes de fulminarme con la mirada. Tarda varios minutos en reaccionar, como si su mente siguiera en el limbo de los sueños. Se incorpora, estirándose pero sin quitar la cara de asco, lo que me hace reír. Se levanta en silencio y camina hasta el baño, mojándose la cara antes de proseguir su camino, esta vez bajando las escaleras, buscando de forma automática la cocina. Yo le sigo en silencio. Ya sé que este chico no tiene muy buen despertar.

Va cambiando la expresión conforme desayunamos. Un café y un par de tostadas de tomate con aguacate, estamos hechos unos cocineros de élite.

Cuando se acaba el café lanza la primera sonrisa del día.

—Y ahora a darse una ducha y salir a la calle. —Sonrío de vuelta—. Hace un día espectacular como para quedarse aquí.

—Claro, como tú quieras friki.

Una hora después estamos en el parque, jugando entre risas con un balón de fútbol que le he obligado a traer, para que así practique un poco conmigo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Una hora después estamos en el parque, jugando entre risas con un balón de fútbol que le he obligado a traer, para que así practique un poco conmigo. Me zafo de él en reiteradas ocasiones, haciendo que me siga para quitarme el balón. Corre detrás mía y ahogo un grito cuando se tira encima de mí, sin poder reprimir una carcajada.

—No sabía que esto era fútbol americano.

Él me mira fijamente mientras posa sus ojos en mis labios y yo hago lo mismo, aguantando la respiración. Se va acercando lentamente a mi boca, pero cuando roza mis labios se aparta.

—No puedo...— Gira la cabeza—. Esto está mal.

Se levanta en silencio y mira la hora en su móvil.

—Lo siento, tengo prisa.

Y sin ni siquiera despedirse, se aleja de mí, dejándome sola con su pelota de fútbol. Me quedo varios minutos sentada en el césped con las piernas cruzadas y jugueteando con el balón en las manos. Lanzo un pequeño suspiro antes de alzar la vista para contemplar el cielo azul y despejado, con el sol brillante justo en lo alto,  sintiéndome minúscula en un mundo inmenso en el cual la mayor parte del tiempo me siento perdida, como si nada tuviera sentido para mí. Cada vez entiendo menos a Matthew y un vacío se me incrusta en el pecho, justo en el rincón donde se supone que va el corazón. Busco formas en las nubes, intentando entender el comportamiento del rubio y el por qué de su actitud tan contradictoria que no comprendo. Me levanto del césped, sacudiendo la hierba de mis pantalones con gesto distraído. La pelota de fútbol cae olvidada sobre mis pies, la pateo mientras observo a la gente que pasa, preguntándome si ellos se han llegado a sentir igual de extraña que yo, si tienen buenas vidas o si llegan a ser felices.

Decido regresar a casa, dejando atrás el parque y la fragancia de Matt. Tal vez mañana, o la próxima semana, o tal vez nunca, entenderé qué pasa por su mente y las razones. Pero por ahora, solo puedo aceptar que algunas cosas están más allá de mi comprensión y seguir adelante con la esperanza de que algún día, las respuestas lleguen por sí solas. Lo bueno de mi amnesia es que me ha convertido en una persona muy paciente, capaz de esperar el tiempo necesario para encontrar la verdad que tanto anhelo.

¿Qué hay de malo Matt?

Apuesta ¿conseguida? (1) #PGP2024Where stories live. Discover now