Capítulo 25 "Pensamientos tortuosos"

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Me desperté con pesadez en el cuerpo. Me moví de un lado a otro y de pronto imágenes horripilantes llegaron a mi mente, perturbandome. Me senté sobre la cama, viendo que estaba en mi habitación. Fruncí el ceño al no entender muy bien qué sucedía.

Mis padres.

Bajé corriendo hacia la cocina, divisé a mamá haciendo el desayuno mientras papá miraba las noticias y Mich tomaba café.

—¿Buenos días? —dije confundida.

—Hola, mi niña. —Papá me dio un abrazo—. ¿Cómo te sientes?

—Bien, ¿ustedes lo están?

—Sí, Ame, anoche cuando llegamos estabas durmiendo.

—¿Qué? No entiendo.

—Sí, al fin nunca entendimos nada. Nosotros recibimos un mensaje de un número desconocido que nos decía que habías tenido un accidente —comentó papá centrando su vista en mí—. Llamamos a Mich y no nos respondió, te llamamos a ti y tu teléfono sonaba apagado, por eso los fuimos a buscar a la fiesta. Después te llama Mich y contestas diciendo que estabas aquí, nos preocupamos cuando dijiste que se había ido la luz, imaginamos lo peor.

—Yo... yo, no sé. El enmascarado estuvo aquí, anoche —dije mirándolos a todos. —Yo lo vi, me sacó a rastras de aquí, hasta hizo que viera como asesinaba a Adam, el vecino.

—¡América, basta! —exclamó mi padre. —Ya no puedo más con esto, sabemos que hay alguien asesinando personas, pero, hija, esto se está saliendo de control.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté dando un paso a él. —¿Que lo estoy inventando?

—No, pero lo de anoche claramente no fue cierto, estabas en tu cama, con una botella de licor en el piso, se nota que estuviste bebiendo hasta quedarte dormida. Además, Lorraine encontró unos frascos con pastillas. Las mismas que te recetaron para dormir y sedarte un tiempo, pero esa medicación fue por un tiempo exacto, porque el exceso de ese medicamento provoca alucinaciones —habló con dolor—. Y creo que eso es lo que te pasó.

—¿Qué? ¿Ahora me llamas adicta? —lo miré con indignación—. Que sepas que no he tomado esas pastillas desde hace mucho, solo por el tiempo que la psiquiatra me lo indicó. Y tampoco he bebido alcohol.

—Por Dios santo, América, si hueles a alcohol.

—¿No me creen? ¿Acaso no creen que lo que digo? —Los ojos se me cristalizaron. No podía creer lo que escuchaba—. Tú, Mich, dime. ¿No me crees?

—Ame, yo...

—¿Qué más prueba que la sangre de donde asesinaron a Adam? —Con premura salí de la casa, y para mi sorpresa no había nada, es como si nunca hubiera habido un asesinato—. Ahí había sangre, yo lo vi, él lo asesinó frente a mis ojos.

—Ame, ya, tranquila. —Mich me abrazó—. Cálmate ¿sí? Tal vez fue alguna alucinación que tuviste por beber tanto.

Me aparté de él mirándolo con molestia.

—Yo sé lo que vi —hablé con los dientes apretados. —El enmascarado estuvo aquí, asesinó a Adam, corrí a pedir ayuda y nadie de los vecinos quiso abrir, luego me dijo que ustedes habían tenido un accidente y que estarían en el hospital. Lo último que sentí fue un pinchazo en el cuello —. Llevé mi mano al lugar donde aún sentía una pequeña molestia. —Creo que me drogó...

—Iré a hablar con Mark, el padre de Adam. —Papá salió camino a la casa vecina.

Me quedé con la vista fija en el lugar donde debería estar la sangre de Adam, y al no haber nada sabía que no habría pruebas que lo inculparan, aunque faltaba dar con el paradero de mi vecino, o con lo que quedaba de él.

Acechada por el mal |COMPLETA|Where stories live. Discover now