Capítulo 13.

48 0 0
                                    

Instintivamente, _____ se puso en el extremo opuesto de la cama. La rabia iba transformándose en miedo. Hubiese querido gritarle que ella era una extraña para él cuando le había dicho que era su esposa, pero no se atrevió viendo el estado de ánimo de Justin.
Hubiese sido echar leña al fuego.

—Tal vez mañana cuando estés más razonable —le dijo ella.

—¿Por qué lo crees? —preguntó Justin acercándose a ella reptando por la cama.
_____ intentó alejarse, pero él le sujetó el brazo.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella, desconcertada y temerosa.
Él dijo algo en griego y la sujetó con el otro brazo.
_____ estaba aterrada.

—¿Cuántas veces has estado con él?

—No sé. No... las... he contado.

—¡Dios! ¡Lo mataré! Puede que esté vivo aún, pero lo mataré.

—¡No digas cosas como ésa!

—¿Y tú qué? ¿Qué hago contigo?

—¿Conmigo? —_____ estaba horrorizada.

—¿Dónde lo has conocido?

—¡No voy a decirte nada de él! —dijo ella acordándose de sus amenazas— Ryan Stephen Woods. Tiene veintiocho años. Es vendedor a tiempo parcial, y medio artista. Es hijo único, rubio, ojos azules, alto y ambicioso. No necesito que me cuentes nada de eso.
_____ estaba aturdida.

—¿Por qué te comportas de este modo? Yo no soy realmente tu esposa...

—¿No? Llevas mi nombre. Usas mi anillo. Vives en mi casa. Te alimento, te visto, te mantengo...

—¡Y yo te odio! —dijo dolorida _____.

—Si eso es cierto, vas a odiarme aún más en lo que te queda de vida a mi lado —dijo él severamente.

—¡Déjame marchar! —murmuró _____ temblando.

—No lo volverás a ver —juró él clavándole la mirada llena de odio— Pero jamás te perdonaré esto. —dijo finalmente, soltándola.

—De acuerdo. Yo tampoco te perdonaré jamás —atinó a decir entre la almohada, sollozante.
Fue un error, porque Justin se dio la vuelta y le dijo:

—Vas a decirme la verdad ahora.

—¿Qué verdad?

—Que ésta es una maniobra para que te preste atención. Has dejado pistas que hasta un ciego puede ver. Hasta has hablado con la puerta abierta.

—¿Qué?

—Y lo has conseguido —dijo él con una sonrisa de hielo— ¿Ni siquiera te has acostado con él, no? Perfecto. Has llegado al punto justo para sacarme de mis casillas, pero no te has atrevido a más.
_____ estaba indignada por su vanidad. Entonces se le escapó una mentira:

—¡Sí me he acostado con él! ¡Y me da igual que te enteres o no, porque no me importas en absoluto!

—¡Si ha puesto un solo dedo sobre tu piel desnuda, es hombre muerto! ¿Lo comprendes? Esto no es un juego, pequeña. Te lo advierto. Si te has entregado a él, lo mato.
_____ no podía moverse, ni respirar. No podía dar crédito a las palabras de Justin.
Había mentido. Y estaba de más decirle que se trataba de una relación seria. ¿Cómo se imaginaba que iba a tener un lío pasajero para darle celos? Estaba indignada, pero también aterrada de que Justin pudiera hacerle daño a Paul.

—Piénsalo seriamente. Casi pierdo la cabeza —le confesó Justin de pronto.
Y _____ se dio cuenta de que repentinamente se le había pasado la rabia, como por arte de magia.

—De acuerdo —dijo ella suavemente, odiando a Justin con todas sus fuerzas— No me he acostado con él, pero...

—¿Y quieres que te diga por qué? Un griego se divorciaría de una esposa infiel. Tú has llegado hasta donde has podido, no más allá. Lo único imprudente que has hecho en tu vida es haberte casado conmigo. ¡Qué idiota he sido! ¡Por un momento he pensado que te arriesgarías a perder tu status como esposa mía!

—¡Eso es precisamente lo que quiero perder! ¡No te quiero! ¡Quiero mi libertad! —le grito desesperada.

—¡No te creo! ¡No sobrevivirías ni un momento en el mundo real! ¡Te morirías como un bebé indefenso sin tus tarjetas de crédito!

—¡Cómo te atreves!
Sólo te digo las cosas como son. Eres una creación de Max, un adorno hermoso y frágil, la esposa perfecta para un hombre rico...

—¡Eres un desgraciado! —dijo ella indignada.

—Eso no quiere decir que no seas buena en tu papel, excelente como anfitriona... Una verdadera dama. Pero si quieres de verdad tu libertad...

—¡Sí, la quiero! —gritó _____.

—¿Si? Deberías preguntarte por qué me compras los calcetines todavía —se rió Justin cínicamente, y salió de la habitación.
¿Qué tenían que ver sus calcetines en todo eso? No era más que una tarea trivial de la que se había ocupado desde los primeros tiempos de su matrimonio; y la seguía haciendo sin pensar demasiado en ello.
Mientras _____ se ponía el albornoz, pensaba que debía conseguir que Justin la escuchase y hacerlo comprender. 

Un matrimonio diferente.Where stories live. Discover now