Capítulo 7.

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_____ recobró la conciencia en la limusina. Justin estaba inclinado sobre ella como cuando ella se había desmayado. En un movimiento brusco del coche, _____ se apartó hacia el lado opuesto del asiento.

—¡Aléjate de mí! —le gritó presa del pánico.

—¿Eres una criatura muy delicada, no te parece? De pronto te has vuelto un manojo de nervios —Justin la miraba con satisfacción perversa; parecía haber recuperado el control— ¿Dónde está el certificado?
_____ se clavó las uñas. Necesitaba alguna sensación que le dijera que estaba despierta, que no se trataba de una pesadilla.

—Te he dicho que no sé de qué hablas.

—Bueno, si antes no lo sabías, ahora ya lo sabes, y quiero que me lo digas.

—No puedo creer que mi padre te hiciera chantaje...

—¿Un asunto sucio, no? —Justin la trataba sin la más mínima compasión— Pero él era un profesional, de alto vuelo. A él le interesaban los ricos y famosos. Le gustaba los personajes a los que pudiera sacarles el jugo. Era muy bueno en su trabajo. Nunca dejaba a sus víctimas totalmente secas, ni los llevaba al extremo de que quisieran matarlo. Los hacía pagar durante mucho tiempo y luego los dejaba en paz, pero siempre se quedaba con la prueba de sus delitos y trapos sucios para protegerse. Hizo una fortuna.

—¡No me lo creo!

—¿Crees que guardaba esas fotos pornográficas sólo por diversión? Si se quedó con la prueba de los trapos sucios de mi familia... —La voz de Justin se hizo más dura aún— También tenía el certificado original, y como he intentado recuperarlo buscando por todas partes, es evidente que tú lo tienes.

—¡Él no me dio nada! —gritó histéricamente.

—A mí no me vas a engañar. Inténtalo y te romperé...

—¡Estás loco! —sollozó.

—Hasta ahora he sido paciente. He estado en la cuerda floja durante cinco años. La única forma de mantenerme a salvo era seguir casado contigo. Pensé que ibas a irte con papá. Pero no lo hiciste. Y hay una cosa que me ha quedado clara. Estás enamorada de mí...

—¿Qué? —_____ lo interrumpió.

—Estás obsesionada conmigo. ¿Crees que no los sé? —Justin la miró con desprecio— Cualquier mujer normal ya se hubiese desengañado y hubiera dejado de esperar que su amor fuera correspondido... ¡Pero tú no! Te has quedado hasta el final, fiel hasta el fin, ¡Sin darme la posibilidad de que pueda quejarme del maldito trato que hice

—¿Fiel? —No podía creer todo lo que oía. Era increíble, pero Justin se creía lo que decía. Estaba convencido de que se había quedado a su lado por una cuestión de amor. El nombre de Ryan quería abrirse paso entre sus labios, pero era mejor que no.

—No estoy enamorada de ti —Dijo dignamente.

—¡Escucha, estás hablando con el chico que fue tu regalo de cumpleaños cuando cumpliste diecisiete!

—¿Cómo?

—¿Me elegiste en alguna revista de sociedad? ¿O me viste personalmente antes? ¿Me echaste un vistazo y saliste corriendo a decírselo a papá? "Papá: éste es el que me gusta".
Justin hablaba en serio. Realmente hablaba en serio.

—¡Tú tienes que estar mal de la cabeza!

—Hablaremos. Llevo cinco años esperando esta conversación. Todo lo que sé es que el querido Max hizo el trabajo sucio por ti. Me cazasteis como a un animal...

—¡Tú eres un animal, un auténtico insulto a la especie humana! —estalló _____— ¡Y encima te lo tienes creído.

—¡Dios! Mi joven dama sabe alzar la voz —dijo cínicamente Justin—No parece gustarle la verdad. Hiere tu orgullo. Pero sé que he sido atrapado intencionalmente. Yo no sabía siquiera quién era tu padre la primera vez que fui a la casa. Me hizo una proposición de negocios una tercera persona, y fui citado allí. Y ocurrió justamente que tu padre no se encontraba en casa cuando llegué. Pero, ¡Oh, sorpresa! ¡Estabas tú! Llevabas algo blanco y romántico, y adornabas con flores el recinto, es decir estabas armada hasta los dientes con tus encantos virginales. Lo recuerdo perfectamente.

— ¡No fue así!

— Cualquier griego con sangre en las venas se hubiese rendido a tus encantos con mirarte dos veces —le dijo Justin con resentimiento— ¡Y tú ahí, todo sonrisas tímidas y con rubor en las mejillas, comiéndome con esos ojos azules como si llevases una semana de ayuno!

—¡Basta ya! —la voz de _____ casi se rompió.

— Entonces me invitaron a cenar y tú tocaste el piano, y cantaste como un ángel. Todas tus virtudes puestas en juego para mí. Y no sé cómo fue, pero finalmente el negocio pasó a un segundo plano, y se me olvidó. Para que sepas, había sólo dos preguntas que me interesaba hacer, pero no era pertinente hacerlas esa noche.

— ¿Sí? —____ trataba de borrar los recuerdos penosos de ese día.

—¿Tenías suficiente edad para obtener el consentimiento de tu padre? ¿Intentaba tu padre protegerte del mundo y de los depredadores como yo? El matrimonio no estaba entonces en mi cabeza, y nunca había estado.
_____ sintió nauseas. Justin siguió hablando:

—¿Y de quién fue la idea de que me quedara a cenar? Tuya. Tú le dijiste a él que me querías y eso fue todo. Luego él escarbó y escarbó, hasta sacar a la luz cosas que sólo dos personas vivas sabían, y que ninguna de los dos iba a contar jamás.

—¿Qué averiguó? —preguntó ella ansiosa.

—Tú lo sabes... Max sabía perfectamente que no viviría muchos años. Y no se fue a la tumba con el secreto —dijo Justin.

—Él no me reveló nada.

— Y si tú no lo tienes, debes saber quién lo tiene.
El chofer abrió la puerta y ella casi se cae del asiento. Miró la calle del barrio residencial casi con pánico. Hubiese querido correr. Ella sabía dónde estaba. Era el apartamento de Justin en París donde ella había pasado una noche de bodas inolvidable, sola.

— Inténtalo —Dijo Justin con tranquilidad— Corre y verás qué pasa. No llegarías ni a la esquina.
Aterrada, _____ entró en el edificio frente a ellos, y se metió en el ascensor.

—Recuerdos... —dijo Justin, como si pudiera ver lo que ella estaba pensando.
_____ sabía que aún no había salido del estado de shock. No decía nada, sabía que no estaba en condiciones de desafiarlo. Justin estaba preparado. Había estado esperando el momento de la venganza. Del mismo modo que habría esperado la muerte de su padre para liberarse de ella.

—Hay muchas cosas que puedo hacer por orden de otra persona, pero compartir la cama contigo no es una de ellas. Tu padre podía obligarme a casarme contigo pero no podía seguirme al dormitorio y forzarme a..

—¡Cállate! —le gritó ella histérica.

— ¿Por qué no le contaste nunca la verdad de nuestro matrimonio?
_____ se tapó la cara en un intento de no oír más.

— Por favor, más no... —murmuró, y no le importó rogarlo.
Pero él le sujetó por los hombros con firmeza y le dijo:

—¿Por qué aceptaste la triste realidad de tu cama matrimonial vacía durante todos estos años y no dijiste nada? ¿Por qué? 

Un matrimonio diferente.Where stories live. Discover now