Capítulo 42

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Busqué a Lía con la mirada y se encontraba detrás de mí, recargada en el piano, mirando la pintura.

Sonrió y ladeó la cabeza.

—Me gusta —susurró—. Cuando mi papá nos dejó, fue porque encontró a mi mamá engañándolo y, siempre que veo esta pintura, pienso que mi papá no es un mal tipo, nada más está dolido —me miró.

Para ella hay un significado completamente distinto.

—Tal vez así sea —atesté, a lo que la sonrisa de Lía se volvió más auténtica.

—Vámonos —se separó del piano—. Vienen seguido a revisar que nadie merodee y, si nos encuentran, nos van a vetar del museo.

Salimos luego de volver a colocar la manta que cubría la pintura.

Mientras volvíamos por el pasillo, con Lía tomándome de la mano, tal como venimos hace unos momentos, me paré en seco e hice que ella también se detuviera. Me volteó a ver con expresión confusa.

Tengo que decirle. No quiero, pero ella no merece esto, no merece ser la segunda, ni la tercera, sino la primera opción..., solo que no es la mía.

La miré a los ojos.

—... Tengo que decirte algo —hablé, a nada de arrepentirme.

—Claro —indicó con inocencia. Se aproximó y recargó la espalda en la pared. Al mirarme con sus grandes y brillantes ojos azules, prestándome toda su atención, simplemente dejé de considerar lo que tenía que decirle.

Su expresión honesta me acobardó. No puedo. Ni siquiera estoy pensando en lo que debería. La mirada insistente de Lía me nubló los sentidos.

—Olvídalo —intenté seguir avanzando, no obstante, extendió una pierna y colocó la suela de su calzado en la pared contraria, impidiéndome el paso.

—Ahora me dices —decretó.

—Es que...

Despegó el pie y se acercó, atrayéndome al tocar mi rostro.

No se supone que debería, en cambio, voy a odiarme si la dejo escapar ahora. Me acerqué a besarla, algo que parecía haber estado esperando, sin embargo, nunca me lo dijo.

Sin apartar mi boca de la suya, con una mano libre acaricié una de sus piernas desnudas, abriéndome paso gracias a la longitud de la falda.

Colocó ambas manos en mi cuello y ella hizo más esfuerzos que yo para mantenernos cerca.

En dado momento, comencé a sentir más que pretensión por ella. Mi lengua en su boca solo era un poco de lo quería de Lía. Su inhalación agitada, el latido de su corazón, además del calor que emite, no me están dejando pensar con claridad, lo cual nunca hago estando cerca suyo.

No debe haber nada bueno en desear tanto y obtenerlo sin ningún impedimento.

De no haberse presentado una interrupción oportuna, no me habría detenido; desde hace unos momentos había estado escuchando los tacones de una mujer y, hasta que se acercaron al pasillo, fue que me separé de Lía.

—Por fin las encuentro —la voz de Bianca me contrarió a mí y también a Lía.

—Te estaba buscando... —habló Lía, algo nerviosa. Tuve que desviar la mirada cuando se reacomodó la falda e intentó normalizar su respiración. Me vi obligada a suponer que el sudor en su cuello no estaba ahí.

—También es mi exposición —me miró de reojo—, por supuesto iba a venir. Ya está por terminar, ¿vamos a cenar? —propuso, únicamente dirigiéndose a Lía.

—Es tarde —la otra hizo una mueca—. Mañana podemos vernos para ir de compras, o comer, Enzo también puede venir.

—Esperaba que saliéramos solas, como antes.

—Bueno... —se lo pensó muy bien y luego le sonrió—. Claro, podemos armar algo, tú y yo.

Me crucé de brazos y fijé la vista en el piso al sentir que me ardía el estómago.

—... —Bianca me observó de los pies a la cabeza, mismo que hizo con Lía. Suspiró y relajó la expresión—. ¿Sabes qué? Después. Nos vemos —posterior a ello, se retiró por donde vino.

—¿Estaba enojada? —me preguntó Lía en voz baja. Me encogí de hombros, con perfecta ignorancia.

Antes de que los presentes se retiraran y comenzara el tráfico a causa de sus vehículos, con Colec, Fiorella y Lía, nos fuimos de la exposición.

Ya no vimos a Bianca, quien supongo se retiró con un muy mal ánimo. Si es lo que estoy pensando, me pudre, pero no voy a hacer nada al respecto.

Volvimos en el auto y, durante todo el camino estuvimos en silencio. En mi cabeza había distintas ideas, así como inquietudes, y ninguna pensaba mencionarla a nadie.

Al llegar, Fiorella y Colec ingresaron, solo que yo me quedé afuera. Lía iba a volver a su casa, así que no pensaba entrar.

—Voy a hablar con ella —les dije a ambos, quienes se miraron entre sí.

—Suerte —me deseó Fiorella y cerró la puerta.

Me volví a Lía.

—¿Me vas a regañar o de qué quieres hablar? —cuestionó un tanto inquieta.

—No... Es... —hice una mueca. No puedo así nada más.

—... ¿Quieres venir conmigo a mi casa, un rato? —propuso.

—... —suspiré—. En estos momentos, no puedo ir a tu casa para hablar.

—No era lo que pensaba.

Eché un vistazo a la vivienda de Fiorella. No creo que sea muy tarde. Quizá puedo demorarme un poco más.

Me dirigí con Lía a su casa, cuyo interior lo pasamos de largo al entrar directo a su habitación. No estoy segura de que siquiera hayamos cerrado bien la puerta principal.

Apenas ingresamos a su habitación, no esperé a que pusiera el seguro; la besé sin darle oportunidad de decir nada.

Me situé sobre ella, en la cama, y esta vez nos deshicimos de la vestimenta de manera desesperada.

Ya antes lo habíamos hecho, tanto ella como yo sabíamos lo que íbamos a hacer y cómo. Lía es tan cuidadosa como lo parece, pero eso no me importó.

No pude resistir toda la codicia que había acumulado. De haberme dicho que quería detenerse, estoy segura de que me habría contenido, puesto que jamás la lastimaría ni obligaría a nada, muy a pesar de mis propios deseos.

Al saber a la perfección dónde tocar y con las correctas dosis de excitación, una de sus convulsiones vino acompañada de líquido expulsado por su uretra. Llegué a pensar que eso era un mito.

Me tocó e intuí que intentaba provocarme lo mismo que yo a ella, solo que fue imposible. Eso no me sucedía a mí.

En fin, Lía accedió a todo, aun si el aire se hubiera agotado.

Había enredado mis piernas con las suyas, su intimidad y la mía no conocieron de distancia, e incluso situé mi frente cerca de la suya, así ambas respiraciones aceleradas chocharon entre sí.

Emití un quejido poco antes de terminar, apretando los dientes, al igual que los párpados y poniendo todo el esfuerzo de mi parte, tanto como ella.

Un gemido provino de cada una, en el momento justo, en el preciso orgasmo.

Estiré la cabeza hacia atrás, disfrutando de esos segundos de intenso placer y posteriormente me dejé caer hacia atrás, al igual que Lía, sin alejarnos una de la otra.

Puse una mano sobre mi estómago aún vibrante, esperando las fuerzas para levantarme.

Me recosté con ella, sin intenciones de quedarme dormida, en cambio, me fue imposible y no me di cuenta de en qué momento perdí la razón.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now