Capítulo 6

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Por la tarde, después del desayuno que consistió en un vaso de leche junto con un croissant con crema, además de un zumo de naranja, comencé cuanto antes con la tarea que Colec me encomendó. Prefiero ocupar mis pensamientos en algo productivo, no me interesa en realidad de qué se trate.

Me había puesto una gran playera blanca que Fiorella me dio, así como un par de pantalones que sí eran míos, opté por no ducharme sino hasta en la noche, y bajé al mencionado estudio.

Las puertas son de madera, con una serie de ventanas por las que no puede verse al otro lado por el tipo de vidrio.

Entré. A través de los ventanales entra una gran cantidad de luz que ilumina cada esquina del salón y las paredes son blancas con sus respectivas manchas incidentales, así como la madera del piso.

Huele a humedad, pintura, papel..., rodeé los ojos, pensando; madera, no, tronco. Con la vista bloqueada es sencillo imaginar encontrarse en el exterior.

El cuarto es de buen tamaño, solo que las cosas que hay, por todas partes, hacen que luzca pequeño. Yacen varias latas de pintura aventadas, lienzos desechados, algunos completos, otros más arruinados y uno que otro con simples pinceladas sin nada en concreto.

Puse una caja sobre una mesa, donde coloqué todo lo que yo consideré basura; envolturas, frascos de pintura vacíos, pinceles sin hebras, papeles inutilizables, envases con pigmento pegado, entre otras cosas.

Estuve horas ocupada, tanto que terminé de recoger lo que no servía. En eso utilicé hasta el último minuto del tiempo que había destinado para hoy.

Me fue demasiado fácil adaptarme a una rutina; al día siguiente retiré el polvo de las mesas, los estantes y el piso, usando una toalla; el tercer día lo utilicé en darle un sitio a lo que consideré fuera de su lugar e intentando seguir el orden que ya parecía haber; por último, pasadas 78 horas, procedí a limpiar la pintura pegada en las paredes y el suelo, así como acondicionar los materiales y pinturas en un correcto patrón alfabético. Cada tanto dejaba lo que hacía, cuando mi mano comenzaba a doler y me era insoportable como para siquiera mover los dedos.

No quiero ir con un médico.

En fin, nunca he pensado que el área de trabajo de un artista tenga como característica indispensable una ubicación estratégica de los artículos. Supongo que la gente creativa tiene como objetivo conseguir un estudio que pueda llamarse digno de Salvador Dalí, no obstante, pienso que eso les aísla de originalidad, expresión que refiere al mismo Dalí.

Creí que esto me aburriría o traería dolores de cabeza, en cambio, resulta relajante el ver cómo va quedando inmaculado el cuarto. Incluso es reconfortante conseguir despegar una mancha luego de tanto tiempo tallando, tarea que me tomó dos días completos.

—Tienes que comer —Fiorella entró con un emparedado envuelto en una servilleta, mismo que me ofreció. Me sacudí las manos antes de aceptarlo y comencé a comerlo, ya que, de hecho, sí que tenía hambre.

—Gracias.

Me había sentado en el piso, dedicada a desprender la pintura y preferí quedarme ahí, entonces Fiorella tomó asiento en una esponja, imitándome.

—Pensé que era mejor deshacernos de este cuarto —señaló la chica, observando a su alrededor.

—¿No te gusta? —mordí un trozo.

—Te diré un segreto, ma no le digas a Colec —se acercó—. Detesto el olor a pittura.

—¿Y por qué lo toleras? —pregunté aún con el bocado.

—Por tu tío. Mi amor por él es más grande que mi delicada nariz.

—... Nunca hay que hablar sin pensar —indiqué mirando al piso y recordando las palabras de Logan sobre empatía.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now