Capítulo 41

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Hice una serie de intentos por decirle a Lía cuál era mi situación, solo lo que involucraba a Alexey, y no pude, me arrepentía ante cualquier señal de cobardía. Así transcurrieron varios días, y en ningún momento dije una sola palabra.

Juro que de verdad lo intenté.

Comienzo a pensar que no puedo hacerlo, porque no quiero.

Después de tanta frustración que me generó el tema, un día me encontraba en el ático, merodeando de esquina a esquina, aventando la pelota al suelo y atrapándola sin problema, en cambio, me detuve al pensar en el conflicto en el que me encuentro, entonces lancé la pelota con fuerza hacia la pared y esta rebotó hacia mí, solo que me hice a un lado antes de que me golpeara, inclusive caí al suelo.

—¿Qué estás haciendo? —escuché la voz de Lía desde la puerta.

—... Nada —respondí con molestia dado el dolor.

Lía me tendió una mano y me ayudó a ponerme de pie.

—¿Cómo va tu mano? —preguntó todavía sin soltarme, para mirar mi muñeca.

—Bien —le retiré mi mano—. Ya está mejor.

—Nunca me vas a decir qué te pasó, ¿verdad? —aseguró. Negué con la cabeza—. Está bien... —se humedeció los labios—. Esta noche va a haber una exposición en el museo al que fuimos antes, ¿quieres ir?

—... —iba a negarme.

—Es muy importante que vayas.

—¿Quieres que vaya? —pregunté.

—Sí —juntó ambas manos a modo de súplica—, por favor, te necesito ahí.

—... Bien —accedí sin el debido interés, puesto que no me interesa. Sin importar que me hubiera negado, igual iba a terminar yendo con ella.

Bajamos a ayudar con la cena y alistar el comedor y en todo momento estuve ignorando la mirada acusatoria tanto de Fiorella como la de Colec. Los dos me están forzando para que hable con Lía y así menos lo voy a hacer. Con esa presión encima no puedo hacer nada.

Mientras me duchaba, consideré que seguramente voy a tener si quiera una oportunidad de decirle todo y, si la desaprovecho, ya va a ser completamente mi culpa.

Antes de la hora a la que quedé con la chica, no tuve que preguntar para que Fiorella me prestara ropa de su prima, de hecho, ya tenía una idea de lo que quería que usara.

—Hoy le digo —aseguré colocándome la corbata de la camisa. Esta vez llevo falda, así como una blusa color guinda, un tanto holgada y con corte distinto a la característica prenda formal.

—Ay, Jane —Fiorella reprobó mis palabras—. Te juro que no quiero arruinarte esto, porque, por primera vez, desde que te conozco, te veo sonreír, pero me preocupa lo que va a pasar con Lía.

Suspiré.

—Créeme que a mí también.

La exposición era similar a la que ya había visto, nada más que había más visitantes y se encontraban aquí los autores de las obras, cada uno recibiendo los respectivos halagos sobre su trabajo.

Esta vez no hubo espacio para música en vivo.

No esperaba que Colec y Fiorella vinieran también, en cambio, salieron de la casa con nosotras y con ellos dos como chaperones, no dije una sola palabra.

Que Lía utilizara aquel vestido rosado que compró, me hizo suponer que el evento era más importante de lo que creí y no una simple exposición como la que ya habíamos visto.

En fin, seguía sin entender el objetivo de ninguna de las pinturas, no puedo decir siquiera si son agradables para mí, me bastaba con ver los ojos de Lía iluminarse de vez en cuando, no obstante, al observar los alrededores, advertí que había una sección identificada como «Lía Russo».

Guardé silencio, contemplando cada una de las pinturas. No me queda duda alguna que son de ella. Son similares a aquellos que Colec tenía guardados, pero parecen haber sido hechos con mucha más atención y cuidado.

—¿Te gustan? —me preguntó la chica casi en el oído.

—No dijiste que había trabajos tuyos.

—Era una sorpresa —sonrió—. Dime, ¿te gustaron?

—... Creo que son los mejores de toda la exposición.

Sus mejillas se sonrosaron y se mordió los labios, mirándome.

Una vez que comenzaron a presentarse los exponentes con sus obras, algunas personas se acercaron a Lía, de modo que preferí alejarme y solo observar desde lejos.

Parece estar muy cómoda con toda la atención que se ganó a pulso.

No era mentira, su trabajo destaca por encima del resto.

Lía se aproximó a mí después de que dejaron de rodearla y le dieron espacio suficiente. Tiene una expresión emocionada y nerviosa.

Supongo que, con el tiempo, tendrá que superar esa ansiedad, si es que pretende continuar con un estilo de vida como este.

—Ey, ¿cómo se encuentran? —se acercó a saludarnos la misma mujer de antes, la profesora de Lía. Ya la había visto, sin embargo, yo no iba a hablarle.

—Muy bien, gracias —contestó la otra.

—Cariño, tu trabajo es excelente, a todos les ha gustado —la halagó.

—Es un alivio —respondió la chica con cierta vergüenza.

—A Bianca no la he visto, ¿sabéis dónde está?

—Me dijo que ya estaba aquí.

—... Bueno —echó un vistazo alrededor—, si la ves, dile que la estoy buscando.

—Claro.

—Por ahora, disfrutaos porque el museo va a cerrar por remodelaciones —informó sonriendo de oreja a oreja.

—¿Cuánto tiempo?

—Al menos seis meses.

—Entonces ¿puedo ir a la bodega? —preguntó Lía, suplicando con la mirada. La mujer hizo una mueca, echó un vistazo a su alrededor y le entregó una llave.

—Que nadie las vea —se dirigió a ambas.

Lía tomó la llave, así como mi mano y me dirigió a la misma habitación que antes habíamos visitado, donde deduzco que no deberíamos estar.

No estoy segura de dónde están Colec y Fiorella, en cambio, pretendo que regresemos antes de que me busquen.

Entramos, dedicó unos momentos a asegurarse de que nadie vino detrás de nosotras y cerró la puerta.

—Te voy a mostrar algo —me dijo y se acercó a una gran tela tendida sobre un cuadro, misma que tomó de la orilla y la agitó para retirarla de un tirón.

Es una pintura, donde se ve un hombre joven desnudo a punto de darle un estacazo a un sujeto mucho mayor en el suelo, además de la furia en la expresión del otro, hay una mujer, quien podría decirse indiferente a lo que sucede en sus faldas.

La tentación de San Antonio de Paolo Veronese.

Tal vez, los dos jóvenes han engañado al anciano, quien puede ser el marido de ella; los ha descubierto en pleno acto y han decidido asesinarlo. Fue lo primero que pensé, aunque sé muy bien que puede significar un sinfín de situaciones más, que nada tendrían que ver con lo que propuse.

En fin, en el amor hay respeto, pero también infidelidad, en cambio, la compasión solo es para los fieles: para ese hombre inocente a punto de ser sacrificado.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora