Capítulo 10

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Entré dejándole a Lía el trabajo de cerrar la puerta. Me dirigí a la cocina a darle la bolsa a Fiorella, pues siento que demoré más de lo pensado y por alguna razón intuí que estaría molesta, no obstante, al entrar, me di cuenta de que no había nadie.

Abrí la nevera y guardé los tomates con tal de que se mantuvieran frescos. En el momento en que cerré la puerta, ya tenía a Lía frente a mí, sonriéndome.

—¿Qué? —pregunté pasándola de largo.

—Pues cuéntame algo sobre ti, así te puedo conocer más —Como si se tratara de su casa, sacó algunas cosas de las gavetas y comenzó a cortar unas zanahorias que tomó de la mesa. Sus manos son tan blancas y finas que me inquieta un poco que se corte con el cuchillo, aunque me da algo de curiosidad ver qué pasaría.

—¿Cómo qué?

—No sé... —hizo un puchero—. ¿Tienes hermanos?

—Seis.

—¡¿Seis?! —expresó sorprendida—. Increíble. Yo no tengo, pero siempre quise. Vivo sola con mi mamá.

—¿Y tu padre? —tomé asiento, entonces Lía se vio complacida de que hiciera una muestra de atención o interés por su vida.

—Nos abandonó cuando tenía diez, desde entonces no lo he visto —Mirándome, ladeó la cabeza, con una expresión dulce, a lo que me giré en un intento de evitar sus ojos. Preferiría que no me observara tanto—. Eres muy tímida —musitó.

—No es eso...

Para mi suerte, Fiorella llegó oportunamente a preparar la cena, misma que hizo con ayuda de Lía. Yo opté por ir al estudio de Colec, ya que ya había llegado y en estos momentos su compañía me acomodaba más.

—¿Las pinturas todavía sirven? —inquirí por aquellas que intentó rescatar pidiéndome ponerlas al sol.

—Sí. Si Lía me da permiso, las pondré en exhibición —habló concentrado en abrir una lata de pintura.

—¿Por qué necesitas su autorización?

Me fijó la vista.

—Porque son de ella —respondió con una media sonrisa.

Miré hacia las obras que se encontraban acomodadas en el suelo, una tras otra. Así que son trabajo de Lía. Jamás hubiera imaginado que semejante persona sin un grado de atención tuviera ese nivel de concentración.

—Fiorella me dijo que los amigos de Lía te invitaron a comer —mencionó depositando la lata todavía cerrada en la mesa.

—Ya estoy poniendo mucho de mi parte con ella, no me pidas tratar a más personas...

—No, no era lo que iba a decirte —me interrumpió—. Es que, ese chico, Enzo, no me gusta y te aconsejo tener cuidado con él. Es muy raro.

No sé a qué se refiere con «raro», digo, porque yo lo soy, en otro sentido, quizá. Igual me desconcertó bastante y no tenía intenciones de acercarme a él, ni mucho menos a la otra chica, Bianca.

Volví minutos antes de que la cena estuviera lista, a poner los lugares en el comedor.

Mientras esperaba a que fuera buena hora de irme a dormir o que todos se levantaran de la mesa, estuve revolviendo la comida en mi plato. No es que no tenga buen sabor, sino que insisto en que son demasiadas especias para lo que estoy acostumbrada.

Las judías y el pan de maíz no tenían sabor alguno, quizá es por eso que no tolero esta clase de alimentos.

Se pueden hacer llamadas al hospital. Puedo pedirle a alguien que solicite hablar con un paciente y luego me dé el teléfono. No es que nunca lo hubiese considerado, sino que presiento que, si escucho la voz de Pipa, iré corriendo a verlo, así me vuelvan a internar.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora