Capítulo 22

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Sentí que había una segunda respiración cerca de mí y ya antes había percibido algo similar, las noches que dormía con Alexey.

Sin despertar, fruncí el ceño por las cosquillas que sentí en la frente.

Abrí los ojos y vi la cara de Lía a un centímetro de la mía. Me incorporé de inmediato, sin hacer el mayor ruido.

Recuerdo que, cuando vine a dormir, estaba sola. Froté mis ojos para ver si con ello la presencia de esta chica desaparecía y no, ahí sigue.

La veo bastante inerte, lo que significa que no piensa levantarse, por consiguiente, retraje un pie hacia mí y lo estiré con fuerza, pateándole las piernas para que me hiciera espacio y pudiera salir de la cama, dado que yo me encontraba del lado de la pared.

—¡Ah...! —se quejó al momento en que se incorporaba del piso.

Sin prestarle atención, salí de la cama, calcé un par de tenis y después me retiré directo al sanitario, a lavarme los dientes.

Ya frente al espejo, colocando el dentífrico en el cepillo, por un instante recapacité sobre el hecho de que Lía se encontrara en la cama conmigo.

No tiene idea de lo que está haciendo.

Una vez despejada, bajé en dirección a la cocina, en búsqueda de un vaso de leche. La intrusa ya se encontraba ahí, preparando el desayuno para cuatro personas.

—Buenos días —Fiorella, quien venía detrás de mí, nos saludó a ambas y se dispuso a servirse un poco de café—. ¿Dónde dormiste? —le preguntó a Lía.

—En la sala —contestó la otra con descaro.

Según escuché, mientras almorzaba, Lía llegó en la madrugada porque su madre no le quiso abrir la puerta al volver tan tarde de una fiesta y vino aquí a pasar la noche, fue entonces que decidió dormir conmigo y nunca la sentí llegar.

Desayuné en silencio, pues no tenía nada que decir, sin embargo, Lía pensó que estaba molesta con ella y la verdad es que no. No me creyó ni siquiera después de que se lo dijera cuando me preguntó directamente.

Enseguida de subir los alimentos de Colec, fui a recolectar mis cosas para darme un baño, ya que Fiorella me encargó ir a comprar la despensa.

—¿En serio no estás enojada? —cuestionó Lía por enésima vez, posterior a haberme seguido hasta el ático.

—No —respondí sin mirarla.

—Es que ni siquiera me volteas a ver.

Hice lo que quería. Se quedó quieta con la espalda recargada cerca de la puerta, algo asustada.

Si va a reaccionar así, ¿para qué se queja del hecho de que no la volteo a ver?

—¿Qué quieres que te diga para que me dejes en paz? —le pedí cansada.

—Que si te molestaste —explicó—. Luego de lo que te dije.

Si se refiere a su peculiar confesión, de la cual ya pasaron dos días, creí que, a estas alturas, ya habría superado la incomodidad e inquietud.

—No me gusta dormir con nadie, pero no por lo que estás pensando y, tanto como molestarme, no.

—¿Dormir con alguien o conmigo? —entrecerró los ojos, a lo que me acerqué, mirándola directamente.

—Tal vez si nos bañamos juntas, te pueda responder —murmuré cerca de ella. El tono blanco de su piel se convirtió en carmín intenso, incluyendo las orejas. Acerqué una mano a la suya, solo que no pretendía tocarla—. No es en serio —giré la perilla, abrí, se quitó del camino al sentir el empujón de la puerta y entonces salí.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora