Capítulo 4

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Nada más tengo una maleta conmigo, la misma que Emma me empacó, puesto que todo lo que necesitaba eran un par de documentos de identidad, artículos personales y algunos cambios de ropa.

Bajé después de Fiorella y le recibí mi valija a Colec mientras la otra abría la puerta de la casa.

Es una construcción muy colorida, con una gran ventana justo arriba, en medio. Veo que es angosta y alta, tal vez de tres pisos, sin contar la azotea. Eché un vistazo alrededor: el resto de los hogares son bastante similares. El que la calle sea angosta provoca que todo parezca un reflejo del reflejo.

Todo lo resumo a que hay mucho color.

—Pasa —indicó la chica.

La seguí al interior.

El techo es blanco, lo que hace el trabajo en cuanto a la falta de luz natural. La madera del piso no cruje, situación que me tranquiliza bastante. Y no hay muchos muebles, pero sí una gran variedad de cosas, como cuadros y objetos decorativos.

El comedor se encuentra casi delante de la puerta principal, al costado izquierdo está la cocina, y la estancia se halla a la derecha.

Casi todo aquí es de colores claros, inclusive el comedor. Como dije, hay una considerable cantidad de pertenencias como para dos personas, no obstante, el espacio es suficiente.

No luce como si esta casa hubiese estado deshabitada durante dos años, de hecho, tal parece que recién ordenaron, lo digo porque hay un edredón colgando en el patio de la cocina y está secándose.

—Jane —me habló Fiorella—. Ven, vamos a dejar tus valigie.

Subí con ella por las escaleras, hasta el tercer piso. La habitación consta de un ático, donde hay una cama algo presionada por el techo inclinado y un pequeño sillón además del correspondiente ropero.

Eché la cabeza atrás, observando lo que había sobre mí.

—¿Están seguros de que el techo no se va a caer? —pregunté, a lo que la chica se soltó a reír.

—No, no se va a caer. Tranquila.

—De acuerdo...

No me convence.

Con una sola mano subí la maleta a la cama. Lo primero que tenía que hacer era abrirla y asegurarme una vez más de tener conmigo todo lo necesario. Si necesito objetos de la farmacia, es mejor saberlo de una vez, por si ocurre cualquier incidente.

Me retiré el cabestrillo porque es incómodo y ya no creo necesitarlo. Igual me quedé con la venda puesta, cubierta por mi chaqueta y la sudadera debajo. Mi mano nada más hormiguea de repente y parece ser que ya se encuentra mejor. Siempre que tome el analgésico, no recuerdo siquiera que... algo le pasó.

Por un instante, llegó a mi memoria Alexey sujetándome la muñeca, rompiéndome los huesos... Cerré los ojos un momento. Se escuchó una serie de cristales rompiéndose en el piso de abajo, eso me distrajo y bajé detrás de Fiorella.

Al parecer, el chofer del taxi había dejado caer una caja sin preguntar qué contenía. Dentro de todo, se trataba de cristalería que Fiorella quiso traer de América.

Mi dispiace, mi dispiace molto, mi scusi! Pagherò il costo —habló el hombre, con evidente preocupación.

Va tutto bene, non preoccuparti —le respondió Colec. Me parece que, tanto él como Fiorella, intentan no mortificar más al chófer, aunque en serio estaban molestos por la vajilla rota.

Después de que el señor se retiró, la chica fue por una escoba, el otro recogió la caja y la puso sobre la mesa.

—¿Se rompió mi decantador? —inquirió Fiorella, a lo que el hombre le mostró la agarradera desprendida de dicho objeto—. Humm —expresó ella con un puchero.

—¿Puedes sacar lo que sirve? —me pidió el sujeto—. Voy a ver quién se quedó con nuestro correo —Asentí antes de que se fuera.

En realidad, en el interior de la caja casi todo quedó inservible... Oh, una copa de cristal sigue en buen estado, todo porque está envuelta en papel periódico. Fui a dejarla en la cocina para que estuviera segura, ya que mis propias manos tampoco son un sitio donde no corra peligro.

Por pura curiosidad, comencé a husmear. En las gavetas hay todo tipo de condimentos, pastas, salsas embotelladas, frascos con semillas de ajonjolí y una serie de artículos cuyos nombres ni siquiera puedo leer.

Dejé la copa cerca del fregadero y abrí un pequeño recipiente que contenía un polvo rojizo, el cual por poco me hace estornudar, algo que evité presionando mi dedo índice en el surco de mis labios. Si estornudo, estoy segura de que mi cerebro va a explotar.

Cerré el recipiente y lo devolví a su sitio.

La mayoría de los productos tienen una diminuta bandera italiana como sello. Contemplé uno de los logos y recapacité con seriedad sobre lo lejos que me encuentro ahora.

Alcanzo a entender que Fiorella y Colec me están abriendo las puertas de su casa y estoy agradecida por ello; es que estar aquí me resulta extraño, porque la distancia es mucho más significativa, ya sea que piense en Alicia, Bathory o Alexey.

Supongo que rebasé todos mis límites.

—¡Jane! —me clamó Fiorella. Dejé de husmear, así como de pensar, y regresé a la sala.

Lo primero que vi al volver fue a una chica de cabello rubio largo y lacio, con un pequeño rodete sobre su cabeza que toma un fragmento superior de su melena. Se encontraba recargada en el comedor, con ambos brazos cruzados, mirando el paso del segundero en el reloj de la pared. La piel que distingo gracias a su playera azul sin mangas se ve incluso más blanca que la de Fiorella, creo que hasta percibo la sangre correr en sus venas a causa de la blancura.

Supongo que la chica intuyó mi presencia, puesto que giró la cabeza un par de grados y me miró, al hacerlo, asimismo, asomó una sonrisa como reflejo, entonces desvíe la vista.

—Jane, ella es Lía, la estudiante de Colec —la presentó Fiorella. De modo que ella es Lía. Inspeccioné una vez más a la chica; recuerdo que dijeron que nos parecíamos y la verdad es que hay diferencias abismales entre ambas. Ella es..., solo es diferente—. Lía, ella es Janette, la sobrina de Colec.

—Ah... —la chica me observó de arriba abajo, sin una triza de hostilidad—, ya. È un piacere —Me sonrió todavía más.

No dije ni hice nada.

—Dijiste... —Fiorella suspiró al depositar una de las cajas sobre la mesa—, que comes lo que sea mientras esté frío —recordó—. Si quieres, Lía te puede llevar por un gelato o un batido, para que te quites todo el malestar de lo que pasó en el aeropuerto.

Negué con la cabeza, sin preocuparme ni un poco por ser considerada con la joven aquí presente.

—Vamos —insistió la chica—, te devolveré en una pieza.

No quiero ir, en cambio, un batido no estaría mal, y no voy a dejar de pensar en ello hasta conseguirlo. Si Fiorella confía en esta chica, no debe haber ningún problema. Además, admito que me acomoda la idea de enfriar mi cabeza y no pretendo estar aquí para cuando Fiorella se dé cuenta de que falta una de las maletas con las que subimos al avión.

Accedí con un gesto.

Tomé mi teléfono, así como unas llaves que Fiorella me dio y salí siguiendo a Lía, muy a pesar de no estar para nada convencida. La situación no es ella, sino que no conozco esta ciudad.

Las calles estrechas tampoco me acomodan, sin embargo, no hay demasiada gente. Espero así sea comúnmente y no porque es inicio de semana.

Las personas son amables, es decir, algunos intentan saludar al pasar delante de ellos, otros más consideran su distancia y no irrumpen en el camino.

Nota de la autora 🤍:
Ya sé que están en Italia, pero no iba a poner los diálogos de todos en italiano, solo serán eventuales, porque tampoco crean que yo paso de mi natal español.

[4] CCC_Viraha | TERMINADA | ©Where stories live. Discover now