02: Días antes

155 15 0
                                    

Parecía una escena normal, Lilith y Keith estaban sentadas una frente a la otra mientras cenaban. Sus labios solo se separaban para permitir el ingreso de la comida, por lo demás, permanecían sellados. Una noche como cualquier otra. O eso creyó Keith, porque luego de un tiempo, la mujer interrumpió el silencio al que estaban acostumbradas:

—Irás a un centro de ayuda a partir del viernes.

La mano de Keith quedó a medio camino, a tan solo unos centímetros de su rostro.

—¿Qué?

Lilith esbozó una sonrisa que su hija no supo interpretar. Su vista se mantuvo en su comida, como si hubiese una conexión inexplicable en ella.

—Será lo mejor para todos.

Keith bajó el tenedor, incapaz de probar otro bocado ante la incredulidad. A pesar de que sus conversaciones hubiesen perdido tacto con el paso del tiempo, jamás creyó que acabarían en un escenario como ese.

—Ya no traes amigos aquí —continuó—. Tampoco hablas de ellos o pides permiso para salir como lo hacías antes —Keith quedó inmóvil, cada palabra que dejaba los labios de su madre la descolocaba un poco más—. Me preocupa, no quiero que pierdas tu esencia, cielo. Allí tendrás la ayuda que necesitas.

—¿La ayuda que necesito? —reaccionó— ¿Vas a internarme porque ya no tengo amigos? ¿Qué clase de psiquiatra aceptaría un caso así?

—No es un hospital psiquiátrico —Lilith dejó el servicio a un lado y subió la mirada. Sus ojos conectaron con los de Keith—. Es un centro de ayuda alternativo. Ayudará para mejorar tu condición sin necesidad de medicamentos o tratamientos fuertes.

—¿Condición? Mamá, no estoy-...

—Siempre es bueno conocer gente nueva, ¿sabes? Son todos chicos de tu edad, lo pasarás bien —su hija rodó los ojos y negó con la cabeza—. No hagas morisquetas, Keith Anne, es una decisión tomada —la regañó—. ¿Qué pasó con el chico con el que salías, Peter?

Keith bufó, moviendo la comida de un lado a otro en el plato, ya sin apetito o deseos de continuar allí.

—Se fue con otra —respondió.

—¿Y Sally? ¿No eran amigas? Hace semanas que no escucho de ella ¿cómo está?

—Está con Peter.

Pudo percibir la forma en que la atmósfera cambió al instante, volviéndose incómoda y tensa. Lilith volvió a bajar la vista y guardó silencio por unos segundos, buscando las palabras para proseguir, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Keith se levantó y abandonó la mesa. Sabía que su madre no volvería a darle más información sobre la granada que acababa de lanzar. Tan solo cambiaría el tema de conversación y haría como si nada hubiese sucedido. Como siempre.

Se dirigió a su habitación con un nudo en la boca del estómago y una sensación de derrota sobre sus hombros. Toda su energía se había evaporado, drenada por el pequeño momento de convivencia con su madre. Estaba exhausta, harta de todo. Hace meses que había comenzado a alejarse de los demás, limitando las interacciones con su alrededor a lo justo y necesario. Era la medida de seguridad que había optado.

Buscó sus audífonos y los acomodó en sus oídos antes de lanzarse a la cama. La música comenzó a sonar, pero ni siquiera con el volumen al máximo lograba sacar la voz de su madre de su cabeza. Odiaba escucharla hablar. Llevaba días repitiendo el mismo discurso sin parar; cada vez que tenía oportunidad le decía lo preocupada que estaba por ver que ya no llevaba amigos a la casa. Ridículo. Y ahora, tendría que ir a ese estúpido centro de ayuda. Más ridículo.

Su suspiro retumbó por toda la habitación. Por sobre la música escuchó la puerta principal cerrándose, así que dio un vistazo a la hora en su celular. Supuso que había llegado el esposo de su madre; un grito de inexplicable ira lo confirmó segundos después.

—Si no se soportan deberían dejar de estar juntos —gruñó en lo que pareció más lamento que molestia.

Dio media vuelta para esconder su cara en la almohada y subió el volumen al máximo, era la única forma en la que podía silenciar el caos y descansar un poco. Despertó luego de unas horas con dolor de estómago, pues no había comido ni siquiera la mitad de su plato antes de dejar la mesa durante la cena.

Como se había vuelto costumbre, salió de su habitación en dirección a la cocina en busca de su respectiva merienda de las cuatro de la mañana. Los audífonos colgaban alrededor de su cuello a modo de escudo personal, como si la pelea que le había atormentado horas atrás pudiera comenzar de nuevo en cualquier momento.

Al pasar por la sala notó un par de cojines fuera de lugar, una que otra silla volteada y una gran mancha carmesí en el suelo. Sabía que debía tratarse de vino y, por experiencia, no pensaba acercarse descalza. Rápidamente buscó aquella caja que consideraba su más preciado tesoro y cerró la puerta, apoyándose de espaldas antes de tomar asiento en el suelo. Estaba frío, pero una sonrisa apareció en su rostro al abrir el pequeño cofre. Más de una docena de barritas de chocolate amargo quedaron frente a ella.

No tuvo las energías suficientes para volver a su habitación, por lo que simplemente comenzó a comer allí. El desastre en el que vivía drenaba su energía poco a poco, empeorando a diario, pero el chocolate la mantenían a flote. Era lo único que podía controlar su ansiedad.

Qué desilusión, pensó.

No estaba bien. Nada lo estaba. Su vida se había vuelto un constante tira y afloja, y ya no tenía fuerzas para seguir jugando. Necesitaba un descanso. Un tiempo.

Un escape.

LONE WOLF «Park Jimin»Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang