iii | i wanna kms

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PERCY JACKSON


    Que pena

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    Que pena.

—¿Qué pasa? —me preguntó Annabeth—. ¿Otro sueño?

Asentí, pero no dije nada. No sabía qué pensar sobre lo que acababa de ver abajo. Casi me inquietaba tanto como mi sueño sobre Grover. Clarisse subió las escaleras. Yo procuré no mirarla. Tomó los prismáticos de un oficial zombi y escudriñó el horizonte.

—Al fin. ¡Capitán, avante a toda máquina!

Miré en la dirección que ella lo hacía, pero apenas se veía nada. El cielo estaba nublado. El aire era brumoso y húmedo, como el vapor de una plancha. Incluso entornando los ojos y forzando la vista, sólo divisaba a lo lejos un par de borrosas manchas oscuras.

Mi instinto náutico me decía que estábamos en algún punto frente a la costa norte de Florida. O sea que aquella noche habíamos recorrido una distancia enorme: muchísimo mayor de la que habría podido cubrir cualquier barco normal.

El motor crujía a medida que aumentábamos la velocidad.

—Demasiada tensión en los pistones —murmuró Tyson, nervioso—. No está preparado para aguas profundas.

Yo no tenía ni idea de cómo lo sabía, pero consiguió ponerme nervioso. Tras unos minutos, las manchas oscuras del horizonte empezaron a perfilarse.

Hacia el norte, una gigantesca masa rocosa se alzaba sobre las aguas: una isla con
acantilados de treinta metros de altura, por lo menos. La otra mancha, un kilómetro
más al sur, era una enorme tormenta. El cielo y el mar parecían haber entrado juntos
en ebullición para formar una masa rugiente.

—¿Es un huracán? —preguntó Annabeth.

—No —dijo Arlette, jugando con sus manos nerviosamente—. Es Caribdis.

Annabeth palideció.

—¿Te has vuelto loca?

—Es la única ruta hacia el Mar de los Monstruos. Justo entre Caribdis y su
hermana Escila.

Clarisse señaló a lo alto de los acantilados y tuve la sensación de que allá arriba vivía algo con lo que era mejor no tropezarse.

—¿Cómo que la única ruta? —pregunté—. Estamos en mar abierto. Nos basta
con dar un rodeo.

Clarisse puso los ojos en blanco.

—¿Es que no sabes nada? Si trato de esquivarlas, aparecerán otra vez en mi
camino. Para entrar en el Mar de los Monstruos, has de pasar entre ellas por fuerza.

—¿Y qué me dices de las Rocas Chocantes? —dijo Annabeth—. Ésa es otra entrada; la utilizó Jasón.

—No puedo volar rocas con mis cañones —respondió Clarisse—. A los monstruos, en cambio…

—Tú estás loca —sentenció Annabeth.

¹ENEMY (PJO&HP)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora