vii.| ares is back

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    Unos minutos más tarde estábamos sentados en el reservado de un
comedor de cromo brillante, rodeados por un montón de familias que zampaban hamburguesas y bebían refrescos.

Al final vino la camarera. Arqueó una ceja con aire escéptico e inquirió:

—¿Y bien?

—Bueno… queríamos pedir la cena —dijo Percy.

—¿Tenéis dinero para pagar, niños?

El labio inferior de Grover tembló. Me
preocupaba que empezara a balar, o peor aún, a comerse el linóleo. Annabeth parecía a punto de fenecer de hambre, lo mismo con Percy.

—¿Qué le importa, vieja sapa? —Dije agresivamente, dejando galeones encima de la mesa —Oro completamente real, llévatelo y traenos lo nuestro.

Entonces algo inédito pasó, antes de que la mujer pudiera responder Todas las conversaciones se interrumpieron. El faro de la motocicleta era rojo. El depósito de gasolina tenía llamas pintadas y a los lados llevaba fundas para escopetas… con escopetas incluidas. El asiento era de cuero, pero un cuero que parecía… piel humana.

El tipo de la motocicleta habría conseguido que un luchador profesional llamase a gritos a su mamá. Iba vestido con una camiseta de tirantes roja, téjanos negros y un guardapolvo de cuero negro, y llevaba un cuchillo de caza sujeto al muslo. Tras sus gafas rojas tenía la cara más cruel y brutal que he visto en mi vida —guapo, supongo, pero de aspecto implacable—; el pelo,
cortísimo y negro brillante, y las mejillas surcadas de cicatrices sin duda fruto
de muchas, muchas peleas. Yo lo conocía, sabía quién era, no pude evitar sonreír,

Al entrar en el restaurante produjo una corriente de aire cálido y seco. Los
comensales se levantaron como hipnotizados, pero el motorista hizo un gesto
con la mano y todos volvieron a sentarse.

Regresaron a sus conversaciones. La
camarera parpadeó, como si alguien acabara de apretarle el botón de rebobinado.

—¿Tenéis dinero para pagar, niños? —volvió a preguntarnos.

—Ponlo en mi cuenta —respondió el motorista. Se metió en el reservado,
que era demasiado pequeño para él, y acorraló a Annabeth y a Grover contra la ventana. Levantó la vista hacia la camarera, la miró a los ojos y dijo—: ¿Aún sigues aquí?

La muchacha se puso rígida, se volvió como una autómata y regresó a la cocina.

El motorista se quedó mirándome. No le veía los ojos tras las gafas rojas, pero empezaron a hervirme malos sentimientos. Ira, rencor, amargura. Quería darle un golpe a una pared, empezar una pelea con alguien.

¡Joder, quería patear a una abuelita!

Me dedicó una sonrisa pérfida.

—Hola, Arlette —me saludó.

¹ENEMY (PJO&HP)✔️Where stories live. Discover now