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El sábado, Atsushi estaba muy nervioso. No tenía la menor idea de a dónde iría con Dazai, así que no sabía de qué forma vestirse. Sin embargo, optó por usar un suéter negro con cuello de tortuga y mangas largas; y un pantalón blanco muy planchado a la perfección, usaba zapatos formales. Se veía bastante bien, era evidente el cuidado que había puesto en su apariencia.

Justo a las cinco de la tarde, Dazai le mandó la dirección a la que debía ir.

Atsushi llegó a las cinco en punto, sin embargo, no cabía en su asombro al ver el lugar en el que se encontraba.

Seguro era una broma de Dazai.

Atsushi no sabía qué hacer. ¿Regresaba a su casa por más dinero? No, entonces volvería a estar allí media hora más tarde. ¿Llamaba a Dazai para preguntarle si no se había equivocado al darle la dirección?

Justo cuando sacaba el teléfono, este comenzó a sonar: era Dazai.

—¡Hola, Atsushi! —saludó el jovial castaño, desde el otro lado de la línea—. ¿Ya estás en el punto que te indiqué?

—Sí —respondió el peliblanco—. De hecho, iba a llamarte por eso. ¿No te confundiste al darme los nombres de las calles? Pregunto porque es imposible que yo ponga un solo pie allí...

—¡Por supuesto que no me confundí! —interrumpió—. Figúrate que en el trabajo tuve una circunstancia que retrasó mi llegada y por eso no estoy allí. Entra tú y espérame, me reuniré contigo en menos de un cuarto de hora. ¡Nos vemos en un rato!

—¡Espera! ¿Cómo voy a entrar allí? En primera, el dinero que cargo no alcanzará para nada y...

—¡No te preocupes por futesas! ¡No vas a gastar un solo centavo!

—¡Yo no sé cómo actuar en lugares así!

—Solo entra. Aparecerá alguien a preguntarte tu nombre, le respondes que te llamas Atsushi Nakajima, porque así te llamas, ¿sí lo recordabas? ¡Y esperas mi llegada! ¡No es ninguna odisea hacer eso! En fin, ¡en unos minutos estaré contigo, adiós!

Antes de que el peliblanco pudiera replicar, Dazai colgó la llamada.

Atsushi estaba tan nervioso que hasta pecaba por exceso. Con terror evidente, se cruzó de brazos. Y con esa actitud dubitativa, entró al restaurante más caro y prestigioso de Yokohama.

Nakajima nunca había sentido un ambiente así. Era tranquilo en absoluto, y la música clásica de fondo complementaba todo. El sitio no carecía de iluminación y brillaba por su limpieza. Abundaban los colores blanco y dorado, además de cosas transparentes.

Ocurrió lo dicho por Dazai: un empleado se acercó a preguntarle su nombre.

—Atsushi Nakajima —contestó con mucha timidez.

El hombre le pidió que lo acompañara. Comenzó a caminar más adentro al restaurante y subió al segundo piso. No había muchas personas, pero entre los comensales que pudo visualizar, reconoció a un cantante famoso y a una actriz.

—Esta es su mesa —indicó el trabajador.

Se retiró con cortesía, sin darle la espalda a Atsushi. Apareció un nuevo personaje: un joven que aparentaba ser tan solo un poco mayor que Nakajima. Llevaba un saco formal color dorado y un peinado bien hecho, con abundante gel: se trataba del mesero.

—Buenas tardes. Espero que nuestro restaurante sea de su agrado. Le entrego la carta y en unos momentos regreso a tomar su orden —dijo él con suma cortesía—. Además, se me solicitó hacerle llegar esto.

BANCA, PAJARRACO Y BOMBONES [DAZATSU]Where stories live. Discover now