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—Vamos a la sala —dijo Chuuya dirigiéndose a Dazai.

Es común que el pelirrojo se desplazara por la vivienda con total naturalidad. Por su parte, Osamu andaba con más sigilo, no quería parecer irrespetuoso.

—No sabía que estabas aquí, papá. Y con visitas —dijo el hermano de Atsushi al ver a Mori, después saludó: —¡Hola, señor!

Osamu pasó a estar a un lado de Chuuya. Al ver a Mori, su rostro palideció. Era a quién menos pensaba encontrar allí.

—Hola —saludó Dazai con el rostro serio—. No creía que...

Ougai comenzó a reírse y exclamó:

—¡Al parecer nadie creía que yo iba a estar aquí! Yo tampoco creía verte por aquí, Dazai. Dime, ¿qué te trae a esta casa?

—¡Soy amigo de Chuuya! —Señaló al mencionado con la palma de la mano, como si estuviera exponiendo alguna maravilla. Había recuperado su tono jovial—. ¿Y a ti? ¿Qué haces en este sitio?

—Yo soy amigo de Yukichi —sonrió Mori.

—Ya lo sabía.

—Nosotros estaremos arriba —avisó Chuuya. Y comenzó a caminar con destino a las escaleras, seguido de Dazai.

—Está bien —dijo Fukuzawa—. En un rato comeremos, puedes comer aquí, Dazai.

Con sigilo, Atsushi fue tras ellos. Osamu esperaba con paciencia que el pelirrojo terminara de encender la consola de videojuegos.

Sin ser visto se retiró. Si iban a jugar, entonces no se perdería de nada.

Había terminado de bajar las escaleras, casi entrando a la cocina, cuando escuchó a Chuuya decir:

—Por cierto: ¿no quieres ver el cuarto de Atsushi? Ahí tiene todos tus libros y fotos tuyas en la pared.

Antes de que pudiera oír algo más, corrió de vuelta al segundo piso. A la mitad de las escaleras, tropezó, pero fue capaz de reincorporarse pronto.

Se detuvo a escuchar los pasos, Osamu y Chuuya venían del cuarto de invitados, le daba tiempo de cerrar su habitación con llave. Y eso hizo. Una vez realizado aquello, se escabulló a la primera planta de la casa. No pudo evitar sonreír al escuchar como Chuuya se quejaba de que la habitación estuviera cerrada.

Tan solo unos minutos después, los videojuegos habían comenzado. Nakajima no pudo evitar reír al escuchar cómo, mientras jugaban, el pelirrojo y Dazai no dejaban de colmarse de injurias y de los peores calificativos.

—¡Chuuya! ¡Ese vocabulario! —gritó Yukichi desde la sala.

—¡Tú también, Dazai! —le apoyó Mori.

Los adultos solo querían platicar en paz.

Y su instrucción fue escuchada a medias. Seguían insultándose en voz más baja, aunque de tiempo en tiempo, el volumen se salía de su control y se gritaban.

Hasta que llegó la hora de comer. Atsushi, Fukuzawa y Mori se encargaron de transportar los alimentos al comedor y de poner la mesa. Habían llamado a Chuuya y a Osamu, pero no escucharon.

Con la comida servida, volvieron a gritarles para no obtener respuesta.

—Por favor ve a buscarlos, Atsushi —pidió Fukuzawa.

El menor obedeció. Al cabo de unos instantes, tras lavarse las manos, Chuuya y su amigo aparecieron en la mesa con una gran serenidad. Como si no se hubieran dicho los peores insultos unos momentos atrás.

BANCA, PAJARRACO Y BOMBONES [DAZATSU]Where stories live. Discover now