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Atsushi tenía una alegría casi sólida. Mientras tarareaba una canción se dirigió al clóset para buscar que ropa iba a usar.

Al cabo de hora y media, ya se había bañado, vestido y desayunado. Cuando se disponía a salir, Chuuya le gritó desde la cocina:

—¿A dónde vas, Atsushi? ¿No se supone que estabas retorciéndote de enfermo?

—Eso creí —contestó el peliblanco—. Pero ya no. Mañana iré a la escuela. Hasta luego.

Y salió de la casa.

No tardó en tocar el timbre del departamento de Dazai. Salió Dostoyevsky a recibirle y le saludó con un seco: "Buenos días".

El azabache tenía un pantalón y una chaqueta café. Debajo de la chaqueta había una camisa blanca, sobre la cual tenía un collar de cruz. Tenía el cabello mojado, era evidente que había terminado de bañarse.

—¿Ya desayunaste, Atsushi? ¿No quieres algo? ¿Un café o té? ¿Un pan? —ofreció Dostoyevsky con cortesía.

—No, muchas gracias. Acabo de desayunar —se aseguró de mantener una expresión relajada en su rostro para no verse descortés.

—Está bien.

No dijeron nada más, hasta que antes de irse, Dostoyevsky le indicó cuál era el control de la televisión.

Nakajima se disponía a ver los libros, pero llegó a su mente una insensata idea: Curiosear por la vivienda. No había estado pocas ocasiones allí, pero nunca pasó de la sala o de la cocina.

Desde el sillón en el que se encontraba, era posible visualizar cuatro puertas. Estaban abiertas, en otras ocasiones las había visto cerradas. Eran de un color gris claro, al igual que las persianas de la ventana que estaba al lado de los sillones.

Primero, se acercó para abrir las persianas. Desde allí había una gran vista a Yokohama. En aquel momento eran las nueve de la mañana, pero podía imaginar lo bonito que se vería de noche con las luces de los autos y los edificios cercanos.

Con algo de inseguridad, como si fuera a hacer algo ilegal, se levantó del sillón. Caminaba con sigilo. Estaba seguro de que no había nadie, pero el temor no lo abandonaba. Elise podría aparecer de algún lado sin que nadie advirtiera su presencia.

Pasó a la primera habitación. Había una cama, dos puertas grises que seguro eran el clóset, un espejo de cuerpo completo y una mesa, sobre la cual había una caja negra. En la caja había aretes, pulseras, collares y anillos. Había varias joyas sobre la mesa, fuera del alhajero. Con curiosidad, tomó un collar y al ver que se trataba de una cruz, dedujo que esa era la habitación de Fyodor. También había un basurero gris, en el que solo estaban dos hojas de papel arrugadas. Se notaba que tenían letras impresas, así que su primer pensamiento fue que eran algo del trabajo.

Pasó a la otra habitación, había una cama, un clóset con las puertas del mismo color que las anteriores y una mesa idéntica a la que estaba en el cuarto de Dostoyevsky. Sobre esta había varios cuadernos, pero justo cuando iba a tocarlos, escuchó el sonido de unas llaves cerca de la puerta.

Corrió muy poco y de un salto se lanzó al sillón. Las llaves seguían escuchándose. Ahora se movían dentro de la cerradura.

Y por fin, la puerta se abrió.

Al advertir su presencia, Dazai saludó de forma muy jovial:

—¡Hola, Atsushi! ¡Adivina qué ha ocurrido! ¡Mi novela ya fue aceptada! Puede que se publique dentro de un mes.

—¡Me alegra mucho! —contestó Nakajima levantándose del sillón.

Al menos por la mañana, Dazai no tenía planes de salir con Atsushi, por lo que no se vistió de una manera muy extravagante, pero fiel a su costumbre, su atuendo nunca parecía elegido de forma despreocupada. Llevaba un pantalón beige y un suéter café que llegaba tan solo un poco antes de sus rodillas. Además, sobresalía el cuello de una camisa blanca debajo del suéter.

BANCA, PAJARRACO Y BOMBONES [DAZATSU]Where stories live. Discover now