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Justo cuando Dazai tomó su mochila para salir del departamento, recibió un mensaje de Atsushi:

"¡Hola! ¿Te gustaría salir conmigo hoy?"

Osamu le respondió:

"¿A qué hora?"

Nakajima le dijo que a las dos de la tarde. El castaño tenía tiempo y acordaron el lugar en el que se verían.

Cuando entró al edificio de la editorial, vio a todos en sus puestos normales. Aunque esta vez, vio a una escritora con la que hablaba de tiempo en tiempo sentada fuera de una oficina.

—¡Buenos días, honorable señorita! —saludó Dazai con un tono jovial—. ¿Qué hace hoy por estos rumbos?

—Estoy esperando que me avisen si mi próxima novela se publicará —contestó Louisa May Alcott con un tono de voz baja y sin hacer contacto visual, como siempre hablaba.

—¡Espero que sí! ¡Usted escribe maravillas! Estoy seguro de que su nueva novela será un éxito tal que si no es aceptaba, después van a doler los bolsillos de la editorial.

—¡Usted también tiene mucho talento! —iba a continuar, pero se interrumpió porque la puerta de la oficina se abrió. Edgar Allan Poe salía con un enorme libro en sus manos.

—Ya terminaron de revisar mi libro, Louisa. Pero dicen que esperes un momento hasta que te llamen.

La chica asintió con timidez.

—¡Hola Poe! Si estás aquí, imagino que ya terminaste tu nueva novela —le dijo Dazai—. ¿Cuándo se publicará?

—Para mañana ya estará en las librerías de Yokohama —contestó él. Al igual que Louisa, hablaba evitando contacto visual con todos. Ambos eran inseguros, porque fuera de eso, Dazai les agradaba bastante.

—¡Me alegra que sea así! Es claro que se apresuraran a sacarla, considerando tu impecable narración.

—¿Y tú Dazai? ¿También vienes a que te revisen un manuscrito?

—¡No! Lo que reclama mi presencia aquí es que voy a elegir la portada para el libro. Ya tienen las propuestas, pero mi decisión es la que pesa.

—Es bueno que te pidan tu opinión en esos asuntos —dijo Alcott cubriéndose la mitad de la cara con un libro—. A mí no me preguntan nada...

Antes de que alguien pudiera decir algo, un nuevo personaje entró en escena: era Francis Fitzgerald. Ese hombre rubio era un editor ejecutivo que trabajaba allí.

—¡Hola, Edgar! ¿Qué haces aquí? —saludó con viva energía el rubio.

Antes de obtener una respuesta, volvió a hablar:

—¡Buenos días, Louisa!

Se quedó en silencio mirando a Dazai por unos segundos. No había borrado la sonrisa cortés de su rostro.

—¿Y tú quién eres? —le preguntó.

.

.

El pelirrojo salió sin demora de su casa luego de que le dieran un golpe en la cara.

Envió un mensaje de texto a Atsushi, donde le pedía que después le diera sus libros en el transcurso del día, a lo que el peliblanco afirmó que así lo haría.

Más que triste o molesto, Chuuya no cabía en su asombro. ¿Cómo su padre inventaba algo tan grave de su hermano y Elise? Ese señor cada vez estaba más loco.

BANCA, PAJARRACO Y BOMBONES [DAZATSU]Where stories live. Discover now