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Por supuesto, el pelirrojo no se esperaba una pregunta así tan de la nada.

—¿Por qué? —respondió Chuuya con un tono normal. Ni siquiera fue grosero.

Pero la respuesta no era la que Yukichi esperaba, y eso dio rienda suelta a su cólera.

—¿¡Acaso no te puedo preguntar!? —le gritó—. ¡Todo te lo tomas a mal siempre! ¿¡Cuántas veces no te he dicho que cambies ese carácter tan horrible que tienes!?

Chuuya viró los ojos, pero no brindó respuesta.

El hijo mayor continuó llenando de café su termo. Atsushi se encogió de hombros. Incluso había detenido su desayuno. Mientras tanto, en la mirada del padre se podía advertir odio.

—¡Contéstame! —bramó.

Chuuya siguió actuando como si no lo escuchara.

—¿O quieres que te pegue? —espetó el mayor.

Con esas palabras, Chuuya se dignó a dirigirle la mirada. Su padre apretaba los dientes y tenía una vena de la sien marcada por la rabia.

Era mucho de criticar las acciones de su hermano, pero él tampoco sopesó las consecuencias de sus palabras cuando contestó sonriendo:

—Sí. Osamu es mi novio desde hace cinco años. Ahora, ¿me vas a decir por qué de la nada te interesa tanto mi vida?

Atsushi se sobresaltó. En consecuencia, derrumbó su taza de café. La bebida comenzó a esparcirse por todo el mantel.

Fukuzawa se volteó para verlo. Eso hizo que Atsushi se paralizara. Pasando saliva creyó llegado su último minuto.

Pero no le dijeron nada. El padre volvió a dirigirse a Chuuya:

—Llámalo ahora mismo. Dile que terminas con él.

—No —respondió Chuuya con una mirada que reta.

—Entonces vete de mi casa. No quiero ver a nadie que tenga relación con él.

Atsushi trataba de estabilizar su taza, pero tenía un nerviosismo casi sólido. Las manos no dejaban de temblarle, y volvió a dejar caer la taza.

Su padre solo lo vio por un segundo, después se giró para gritar a Chuuya:

—¿¡Ya lo estás llamando!?

Pero el pelirrojo ya no estaba en la cocina. Supieron que se retiró de la casa porque escucharon la puerta cerrarse de un azotón.

Yukichi suspiró. Sin decirle nada a Atsushi, se fue de la cocina.

Nakajima estaba lavando los platos cuando escuchó a su padre decir:

—¡Y el grosero se fue de la casa!

Entonces no había tardado nada en informarle a Mori.

.

.

Osamu salió a abrir la puerta. Le agradaba la visita del pelirrojo. Estaba a punto de sonreír, hasta que vio que su amigo estaba serio en grado sumo.

—¿Qué asuntos reclaman tu magnífica presencia en esta pobre y humilde choza? —preguntó Dazai.

El pelirrojo no le contestó. Con confianza entró a la casa y se dejó caer en el sillón. Después dijo:

—Mi papá está loco.

Y comenzó a explicar lo ocurrido en la mañana. Dostoyevsky se había unido a escuchar el relato.

Era un tema serio, pero Dazai sabía que debía actuar como si fuera algo no tan preocupante, para que Chuuya se relajara.

BANCA, PAJARRACO Y BOMBONES [DAZATSU]Where stories live. Discover now