CAPÍTULO 31:

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20 de septiembre de 1993:


Es realmente complicado convivir con un drogadicto, todo parece cambiar drásticamente de una semana para la otra, los cambios de humor son notables y los silencios y absencias se hacen eternos. Kurt me había prometido que ya no se inyectaba heroína, que realmente eso es parte de un pasado oscuro, y que ahora la única droga que entraba a su cuerpo era el tabaco y el alcohol. 

Estaba limpio por fin. Según él yo ya no debía preocuparme por él, pero no podía hacer otra cosa. Era imposible no  prestar atención a los nombrosos síntomas que se presentaban y que a día de hoy no conseguía diagnosticar.

- Me has mentido Kurt.- Comencé a sollozar, ahora tirada en el suelo del baño, al lado el cuerpo del rubio. Su respiración parecía desvanecer por momentos. Empuje fuertemente mi mano contra su pecho y después comprobé que el corazón seguía bombeando sangre. El rubio no respondía, había dejado su cuerpo caer y la aguja se había desprendido del brazo.- No me dejes por favor te lo pido. Kurt, aguanta por favor.

Pero, a quien vamos a engañar, ya no había nada que hacer. El pulso ya no daba señales de vida, la respiración se había detenido y de fondo, el llanto de Frances. Acerqué mi cabeza y la coloqué sobre su pecho, destrozada, sin apenas fuerzas y con las lágrimas derramándose sobre la camiseta del rubio y llegando rápidamente hasta el frío suelo.

Kurt había muerto, mi rubio de ojos claros había muerto... la estrella del movimiento grunge, una persona admirable para millones de personas había muerto...

Y entonces desperté de aquella pesadilla, el pulso se había acelerado y notaba como el sudor goteaba. Sentía un calor y una ansiedad inexplicable.

- Estás bien cariño?.- Kurt tomó mi mano y yo comencé a llorar cómo una niña pequeña.

- Ku...Kurt, estás vivo, joder.- Grité.- No me vuelvas a hacer esto por favor...¡Jamás!

Lo abracé con fuerza y no lo solté hasta pasados cinco minutos.

- ¿Has tenido una pesadilla?.- Me preguntó el rubio mientras acariciaba mi desenfrenado cabello.

- Sí...- Utilicé la sábana de la cama para secar mis lágrimas.- Kurt... Prométeme que no estas volviendo consumir... Prométemelo.

- Amy.- Tomó ahora mis dos manos y esbozó una sonrisa apagada.- Eso es ya parte del pasado, no te tienes que preocupar. Confía en mí. 

- Yo confío en ti, confío en ti mas que nadie en este mundo.- Solté el agarre formado entre nuestras manos.- En lo que no confío es en esta mierda que casi te mata. Últimamente te noto más cansado, las ojeras son notables, al igual que los seguidos cambios de humor. Además, últimamente te gusta pasar mucho tiempo solo.

No mentía, cada mañana cuando me levantaba, él ya no se encontraba a mi lado, él afirmaba que salía a pasear por el parque y que de vez en cuando visitaba la tienda de discos a ver si había novedades. Llegaba a casa después del largo paseo, comía, pasaba un rato con la niña y de nuevo se marchaba a los ensayos con los chicos. Llegaba tarde por la noche, más cansado de lo normal algunos días.

- Amor, de verdad que no tienes que preocuparte.- Suspiró.- Es cierto que últimamente estoy algo más cansado y supongo que estresado... La fama es difícil de llevar y las pocas horas de sueño me atormentan, pero, de verdad que no he vuelto a consumir. 

Acaricié su mejilla y besé su frente.

Eran las siete de la mañana, el sol ya asomaba. Decidí levantarme para comprobar si Frances seguía dormida y también para prepararme un café bien cargado. Preparé otro para Kurt, el cual se encontraba en la ducha. Se estaba preparando porque había quedado con la banda y con el manager para aclarar los últimos detalles del próximo tour.

Kurt Cobain, la historia jamás contadaWhere stories live. Discover now