capitulo 27

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— Señores, por aquí por 
favor, — Decían los 
reporteros. — ¿Quién son los jóvenes que los acompañan?.

El señor Harrison se apresuró a tomarnos del brazo a mí y a Manuel, querían evitar todo tipo de preguntas, además de eso que su hijo no podía estar expuesto a tantas personas. Ya que eso le causa estrés y se vuelve un tanto agresivo.

Entramos el salón era enorme, había varias mesas por doquier con manteles blancos y centros de mesas de cristal, cada mesa tenía un cartelito con los apellidos de los Ceos. No invitaron a sentarnos en la mesa más vip que había visto, tenía de todo tipo de comidas, ya sea camarones, cócteles, dulces, de todo lo que te imagines. Estar aquí era un sueño hecho realidad.

— Que bonito todo, ¿Verdad, John? —, expreso la señora.

— Así es, este año se deslumbraron —, Comento el esposo.

Manuel miraba a cada lado de la mesa, al parecer se sentía nervioso, no podía dejar de ver un punto fijo.

— Manuel, ¿Estás bien? — Susurre a su oído.

Él me miró con unos ojos de preocupación, no dejaba de mover sus dedos con desesperacion. Es como si no quisiera estar en este lugar.

— Sabes que puedes decirme lo que sea —, Proseguí tomando su mano.

El relajo, al sentir su tacto con el mío, comenzó a calmarse esa necesidad o nerviosismos de ansiedad, se lo generó el hecho de estar rodeado de personas.

— Buenas tardes, Amelia y
 John, — una pareja de adultos se acercó hasta nuestra mesa.

— Oh, pero si es mi amigo del servicio militar, Jorge y Alexandra Evans, ¿Cómo están? —, ambos adulto se dieron un apretón de manos. Las dos señoras se abrazaron, al parecer ya se conocían.

— Ella es nuestra hija Karen, ¿Se acuerdan de ella? —, expreso la señora de cabellos dorados.

— A así es ¿Cómo estás, Karen?, — Los Harrison saludaron a la chica, estaba vestida con un vestido escotado que se le pegaba a la cintura, su peinado era un rodete, su cabello era rubio con mechas castañas.

— Nuestra hija estaba en Francia estudiando, se graduó hace poco y volvió a
 la ciudad, — La señora alardeaba la carrera de su princesita hija, si ella no me caía bien era una princesita mimada.

— ¿Y él?, — Señaló la señora Evans.

— Él es nuestro hijo Manuel, te acuerdas Karen que cuando eran pequeños jugaban juntos, —explico el señor.

— ¿Él es Manuel?, — Dijo, la rubia de una manera desagradable.

— Así es, — asintieron ambos padres.

— Ja se nota que no ha cambiado, sigue siendo el mismo niñato, — emitió la chica burlándose del joven Harrison.

— ¡Karen por dios!, — exclamó la señora Evans,
— compórtate.

Manuel le extendió la mano a la princesita mimada, pero esta le negó con cara despreciable. —¿Y está quién es?, — me señaló.

— Yo soy… , — iba a responder, pero Manuel detuvo mis palabras.

— Ella es Tiana, — respondió, me sorprendió su forma de responder tan seguro de sí mismo, sonreí ante sus propias palabras, él había hablado con tanta seguridad.

— Ya veo, — Hablo ella.

— Por favor siéntense, — dijo el señor Harrison invitando a la familia de la princesita a sentarse con nosotros.

La Niñera Del CeoWhere stories live. Discover now