30. No todo lo que brilla es oro

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Geb

Mis compañeros de equipo hablaban animados luego del partido. Fue un buen juego, ganamos por una diferencia de dos goles y seguíamos liderando en el número uno del campeonato universitario.

—Geb, iremos a celebrar con unas cervezas. ¿Te sumas?

—Esta vez paso —murmuré, atándome las zapatillas.

—¿Es que acaso tu novia no te da permiso?

Las risas y burlas me molestaron; la excesiva posesividad de Alana no solo era notoria para mí, también para mis compañeros de clases o del equipo, que poco a poco empezaron con sus bromas pesadas por su comportamiento.

Elevé la mirada hacia los chicos que se daban codazos mientras se reían, pero mi concentración no estaba puesta en ellos. Una ligera sensación de un poder mágico cerca me distrajo, creí que podría ser Alana que se encontraba aún en el estadio y tal vez estaba empezando a sentirla otra vez, pero no, esto no era igual.

—Si quieres puedes invitarla, no me molestaría —añadió uno de ellos.

Su tono hizo que me hirviera la sangre. Alana era una chica guapa y llamaba la atención, antes solo me había preocupado por Jayden, ahora, todos eran potenciales enemigos.

Los celos... era la emoción más difícil de controlar.

Apreté los puños, cada día estaba más irritable y poco tolerante. Las sesiones con Karde estaban ayudando, necesitaba poner mucho de mi parte para mantener todo esto bajo control, pero había personas que no ayudaban en este proceso.

Me puse de pie con calma y caminé hacia él de forma amenazante. Era solo unos centímetros más alto que mi compañero, pero hay muchas otras maneras en las que puedes verte imponente ante una persona.

—En tus sueños —murmuré pasando a su lado camino a los casilleros.

Lo escuché gruñir, unos susurros entre ellos y en medio de murmullos y más risas, se marcharon del lugar.

—No les hagas caso —dijo Fabio, el capitán y uno con los que me llevaba mejor—. Solo te tienen envidia, llevas pocos meses y ya eres titular del equipo y además marcaste varios goles, tienes una chica hermosa a tu lado y parece que todo va bien en tu vida. Te molestan porque es lo que ellos quieren y no tienen por ser unos imbéciles.

—Una vida perfecta —murmuré con ironía—. Hay mucho más que solo lo que ven.

—Por supuesto que lo hay. Solo que algunos deciden ignorarlo y aferrarse a su pequeño diamante como un tesoro, cuando en realidad solo es un trozo de vidrio. ¡Excelente juego Geb!

Me dio un apretón en el hombro con una sonrisa y desapareció de los camerinos dejándome solo.

Solo un trozo de vidrio... quizás por eso Fabio era el capitán del equipo, no solo era bueno en el juego, era un líder innato que sabía decir lo justo en el momento correcto.

Cerré mi casillero y tomé mi bolso para reunirme con Alana fuera del estadio e irnos a casa, puse la mano en la perilla, pero no la moví.

Una ligera y muy fugaz percepción de magia volvió a recorrerme la espalda. Miré sobre mi hombro, el camerino estaba vacío, pero había algo más aquí, algo que a simple vista no se podía ver.

—¿Quién eres? —murmuré en voz baja—. No puedo verte, pero puedo sentirte. ¿Qué quieres de mí?

Y de un momento a otro, la magia se esfumó.

Salí del estadio con la idea de que alguien me seguía en silencio desde otro plano, pero... ¿Quién? ¿Karde? ¿Sidi?

No había vuelto a su fortaleza desde el día que exploté y casi lo maté. Según Karde, se estaba recuperando en esa especie de piedra tornasolada, que básicamente era magia en estado sólido para conservar su cuerpo mientras se sanaba con su propio poder.

[#2] El deseo de un recuerdo©Where stories live. Discover now