6. Herencia

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Geb

Estaba de pie, en el salón de entrenamiento con Sidi y Kardelem. Ambos solían vestir ropa ligera de color blanco como la mayoría de los Djinn, a excepción de Sidi, que utilizaba el negro.

Pero esta vez, Kardelem vestía unos jeans azules y una blusa con flores bastante ancha. Estaba a un lado de Sidi con los brazos cruzados mientras lo miraba con atención.

—Hace años, les pedí a los dioses que me concedieran el poder de limitar el paso de los Djinn a la tierra y me entregaron esto. —Abrió su mano y mostró una piedra preciosa iridiscente, que parecía tener un universo mágico en su interior.

Cerró la mano en un puño y al abrirla nuevamente, la piedra se había dividido en 3 más pequeñas de igual tamaño.

—Con esto en su poder, podrán cambiar de plano a voluntad. Solo deben pedirlo, la magia actúa por su cuenta y los transportará —explicó entregándonos una piedra a cada uno—. Evita usarla mucho, Geb. La idea es que te mantengas en el plano terrenal de ahora en adelante. Si por algún motivo necesitas ayuda, puedes llamar a Kardelem a través de la piedra y ella acudirá a ti. ¿Entendido?

—¿Y si te necesito a ti? —pregunté. Sidi me devolvió una sonrisa sarcástica, burlándose de mí.

—Podrás llamarme, pero no tendré forma humana en la tierra. Así que a menos que sea durante la noche, no te seré de mucha ayuda.

—¿No tendrás forma humana? ¿Por qué?

—¿Estás listo? —preguntó, ignorándome. Asentí—. Karde, asegúrate que todo esté bajo control.

—Sí, su majestad —murmuró, inclinando la cabeza.

Resoplé y ambos me lanzaron miradas de reproche.

—Toca la piedra Geb, y buena suerte.

Abrí los ojos y aparecí en el salón de un pequeño departamento en el que nunca había estado. No había pensado donde ir, solo toqué la piedra y ya estaba en este lugar.

Kardelem recorría el lugar analizándolo con mirada curiosa.

—Es un sitio acogedor para un joven universitario como tú.

—Un... ¿Qué? ¿De qué estás hablando?

—Geb, Geb... Como esperas acercarte a Alana si no tienes una historia que contar. Recuerda, no puedes decirle quién eres. Necesita conocer a esta nueva versión de ti.

Aparté la vista de ella, centrándome en la ventana. Desde aquí, se veía la ciudad más pequeña. Debíamos estar a una gran altura.

—Ya lo sé. No dejan de repetírmelo —mascullé.

—Confía en Sidi, él no busca hacerte daño. Solo protege a Alana.

—¿Protegerla de qué? —pregunté. Pero ya sabría la respuesta.

—Solo Sidi lo sabe.

Puse los ojos en blanco. Me alejé de Karde recorriendo el departamento. Era pequeño, solo tenía una habitación y apenas tenía espacio para un sofá y una mesa redonda. Pero tenía un ventanal que ocupaba toda una pared dándole buena iluminación.

—¿Qué es este lugar?

—Aquí vivirás de ahora en adelante. Estás cerca de la biblioteca, por lo que tendrás más alternativas de ver a Alana si la sientes desde aquí. Ya no puedes seguirla por todos lados como un psicópata.

—¿Qué? ¿No puedo volver al plano mágico solo para protegerla?

—¿No tenías tantas ganas de volver a la tierra? Pues aquí estás. No puedes cambiar de plano a menos que sea una emergencia. Y no —interrumpió cuando abrí la boca para decir algo—. Seguir a Alana a escondidas solo para cuidarla no es una emergencia.

[#2] El deseo de un recuerdo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora