25. Las diferencias que nos unen

179 30 10
                                    

Geb

Solo ver a Jayden en mi departamento me parecía irreal, pero ¿que dijera que Alana tenía el anillo? No tenía ningún sentido. Estaba sentado en el sofá, aun temblando ligeramente sin atreverse a levantar la mirada.

—¿Ella sabía de ese anillo? —pregunté—. ¿Sabía que lo usabas?

—No estoy seguro... ella me advirtió que no lo usara nunca.

—Le mentiste todo este tiempo —gruñí, conteniendo la ira—. Ella confiaba en ti. Tu la pusiste en peligro.

—Lo hice por ella, para salvarla...

Bufé con ironía. Para salvarla y hacerme desaparecer.

—Nunca sospechó nada, creí que lo había olvidado junto con sus otros recuerdos, nunca hablamos de eso —murmuró aun con la cabeza gacha—. Creo que no lo supo hasta esa mañana cuando yo... yo...

—¡Habla, maldito imbécil!

—Yo le pedí a Asmodeo que la retuviera. Le pedí que no la dejara salir de casa.

—¿¡Qué hiciste, qué!?

En un arrebato, me abalancé contra él. Rainer intentó detenerme pero de un empujón lo mandé unos metros lejos de nosotros. El sofá se volcó y terminamos en el piso; Jayden de espaldas, y yo a horcajadas sobre él, con mi puño en alto. Ni si quiera intentaba defenderse.

—Debería matarte. ¡Matarte ahora mismo!

—Deberías hacerlo —jadeó.

Lo solté a regañadientes. Si quería morir, no iba a darle esa satisfacción. No lo merecía. Que sufriera, que se pudriera en su dolor.

Me puse de pie llevándome una mano al pecho, intentando controlarme. Debía respirar, yo era el dueño de mis emociones.

—¡Basta! —exclamó Rainer, mirándome ofuscado. Le tendió una mano a su amigo para ayudarlo a ponerse de pie—. Esto no está resultando. Vámonos, Jayden.

—No, espera... Con esfuerzo, se acercó a mí, poniéndome una mano en el hombro.

—Se que nada de lo que diga logrará que me creas, pero al menos hazlo por ella. No estaría aquí de otro modo. Alana se llevó el anillo.

—Ha pasado una semana, ella está bien ¿Por qué debería creerte?

—No estaría así si aun tuviera a Asmodeo.

El solo oír su nombre me daba escalofríos. Desconozco cual sería la apariencia que había tomado frente a Jayden, pero Asmodeo siempre era Asmodeo. Nunca cambiaba su nombre.

—¿Porque no dijiste nada antes? ¿Por qué esperaste hasta ahora?

—No... no podía salir. Alana no respondía mis llamadas y Abby tampoco. Mi única opción, aunque suene irónico, eras tú.

—Vaya ironía. —Le di un leve empujón para separarlo de mí y fui hasta el sofá para ponerlo en su lugar. Me pasé las manos por el cabello, dando vueltas por la sala.

Oí a Jayden quejarse al dejarse caer en el sofá, se llevó una mano a la cabeza, ocultando su rostro. En mi interior, una parte se compadecía de él, pero otra mucho más grande se regodeaba al verlo así.

—Tenemos que hacer algo, pero así... yo no...

—¿Qué puede hacer ese genio? —preguntó Rainer, interrumpiendo a su amigo.

—Te manipula. Te controla hasta tal punto que no eres consciente de lo que haces por tu cuenta.

—Se supone que los Djinn estamos protegidos para que eso no ocurra —refutó Jayden, alzando la mirada—. ¿Por qué pudo hacerlo conmigo?

[#2] El deseo de un recuerdo©Where stories live. Discover now