2. Cuando los sueños hablan

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Alana

Abrí los ojos aún algo mareada. Varios rostros me observaban desde arriba, en una serie de gestos mezclados entre la preocupación, curiosidad y morbo.

Podía oír algunos de sus comentarios:

«De seguro está embarazada»

«Solo quiere llamar la atención»

«Estos jóvenes y sus dietas raras»

Me incorporé con ayuda de Abby, hasta quedar sentada en el suelo del pasillo, en medio de toda esa gente.

—Alana, me diste un gran susto —murmuró Abby quitándome un mechón de cabello de la cara—. Me dijiste que esto ya no te pasaba.

—Hace mucho tiempo que no —respondí.

Me levanté con algo de dificultad, apoyándome en ella.

Un guardia de seguridad llegó de algún lugar y luego de hablar con Abby, nos marchamos del supermercado sin comprar nada.

Me sentía culpable por crearle estos problemas a mi amiga. Se supone que esta noche íbamos a celebrar mi cumpleaños y ella ya estaba hablando de suspender todo por mi salud.

—Abby, estoy bien. En serio —repetí mientras entrabamos al departamento. Ella seguía llevándome por la cintura como si no pudiese andar por mi cuenta—. No voy a desmayarme otra vez, solo necesito dormir un poco y el dolor de cabeza se irá.

—Lo mismo decías antes y terminaste en el hospital aquella vez que caíste de las escaleras —me regaña.

Le hice un gesto para quitarle importancia y caminé directo a la habitación.

—No suspendas nada. Descansaré un poco y podemos ir a la tienda a comprar otra vez.

—Pero Ali...

—Abby. Solo se cumplen 21 años una vez en la vida, ¿no? —dije con una sonrisa—. Déjame hacer esto.

—Está bien. —Aceptó de mala gana haciendo un mohín—. Pero si sientes, aunque sea un ligero malestar, todo el mundo se va, ¿de acuerdo?

—Tú mandas —respondí con una sonrisa forzada.

Entré en la habitación y me dejé caer con todo el peso de mi cuerpo en el colchón. Ya no me dolía la cabeza, pero me sentía agotada. Abracé la almohada y cerré los ojos, esperando tener un sueño tranquilo y poder descansar esta vez.

✨✨✨

Estaba en un nuevo lugar. El cielo azul con algunas nubes en movimiento y el aroma a flores silvestres me dieron la bienvenida. Miré hacia mi izquierda y pude ver una flor blanca que bailaba con el viento, junto a sus millones de hermanas que se movían al mismo ritmo, en el campo en el que estaba recostada en ese momento.

—¿Me extrañas? —susurró una voz.

Mi corazón se aceleró al instante. No sabía de donde provenía ni estaba segura de quien me hablaba, pero Morfeo tiene extrañas formas de representar los sueños dentro de nuestras mentes, porque a pesar de no verlo ni saber quién era, el sentimiento era innegable.

Sí. Sea quien sea, mi corazón lo extrañaba.

—¿Quién eres? —quise saber.

—Nadie. Sin ti no soy nadie.

—¿Dónde estás?

—Junto a ti. Siempre estaré junto a ti.

Algo acarició mi mejilla y me volteé a ver. Una sonrisa engreída y unos ojos castaños me paralizaron.

[#2] El deseo de un recuerdo©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant