18. Siempre será como la primera vez

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Jayden

Durante años pasé preguntándole a mi padre donde estaba mi madre. Nunca obtuvo una respuesta sensata, solo que ella no pudo quedarse, pero que nos amaba y nos cuidaba desde algun lugar.

No guardaba fotos, ni recuerdos. Ninguno de nuestros familiares la conoció y nadie sabía explicarme lo que ocurrió con ella. De no ser por el gran parecido que tenía con mi padre, incluso podrían haber puesto en duda que yo era su hijo, pero era una copia exacta de él, excepto en el color de los ojos. Que eran idénticos a los de la mujer que tenía frente a mí.

Por años creí que había muerto y dejé de indagar sobre eso. Tenía una buena vida con mi padre y nunca me faltó nada.

Casi nada.

El amor de una madre es esencial para un niño, en especial un niño solitario y sin hermanos como yo.

Hasta que finalmente supe la verdad y descubrí mi verdadero origen. Mi madre no era humana en esencia, era una Djinn, y ahora la herencia de su magia corría también por mis venas.

—Sé que ha pasado mucho tiempo, pero créeme que no fue algo que pudiese elegir —se excusó, dando un paso más cerca. Retrocedí, aferrando el anillo del Genio en mi puño—. Después de que naciste, estuve castigada durante casi 20 años sin poder volver a la tierra. Nunca quise alejarme de ti, Jayden.

Me recorrió un escalofrío al oír mi nombre en su voz. Quería llorar, quería gritar, quería sucumbir a todas estas emociones que me atormentaban y me inquietaban en este momento.

—Di algo —murmuró.

—Es difícil saber qué decir después de tanto tiempo —susurré, clavando la mirada en el piso—. Más en este contexto... yo... no tengo idea quien eres.

—Tu madre —repitió, como si de esa forma pudiera hacerlo más real—. Volví porque me necesitas, Jayden. Y esta vez no voy a dejarte.

—¿Te necesito? —cuestioné, sintiendo como la rabia se apoderaba de cada fibra de mi piel—. He sobrevivido perfectamente durante mucho tiempo sin ti, no te necesito.

—Necesitas estar con los tuyos, necesitas magia, Jayden.

—No lo necesito. Tengo a Alana y a... —Aferré con más fuerza el anillo en mi mano. Kardelem fijó la mirada en mi puño e hizo una mueca.

—Déjalo, Jayden —pidió, extendiendo su brazo con intención de acercarse—. Me equivoqué al darle ese anillo a tu padre, no quiero cometer el mismo error contigo.

—Es mío —rugí, ocultando mi mano tras la espalda—. ¿Cómo sé que realmente eres mi madre? ¿Cómo sé que tú y Geb no están confabulados para quitarme mi poder?

—Conf... Jayden, te estás haciendo daño, ¿no lo ves?

Dio un paso y volví a retroceder. Kardelem bajó los brazos, a cada lado de sus caderas.

—Asmodeo... él es el único que me entiende.

—Tal vez. Pero porque está obligado a hacerlo —murmuró, llamando mi atención—. Tienes más personas a tu alrededor, hijo. No estás solo, no necesitas ese anillo para sentirte bien. Ahora también me tienes a mí.

Mi magia inequívocamente la escuchaba, se escapaba de mis manos e intentaba acercarse a ella con una atracción difícil de explicar. Pero me resistía. No podía confiar en la primera mujer que dijera ser mi madre.

—Te ves demasiado joven —observé, detallándola de pies a cabeza.

—Los Djinn envejecemos a una velocidad diferente.

[#2] El deseo de un recuerdo©Where stories live. Discover now