15. Efectos colaterales

205 37 12
                                    

Geb

Por más que intentaba relajarme, mi pierna se sacudía de arriba abajo en un movimiento nervioso mientras esperaba a Abby sentado en el sofá del departamento en el que alguna vez viví con Alana.

Miré sobre mi hombro, mirando la puerta de la habitación donde compartí tantas noches con ella, tantos años antes que nos mudáramos a la casa junto al mar y...

No. Eso no era real. Debía sacarlo de mi cabeza.

—¿Estás bien? —interrumpió la voz de Abby. Me extendió una taza que por el aroma, era café, pero la alejó cuando intenté tomarla—. No sería buena idea darte cafeína con lo nervioso que estás.

—Estoy bien —mascullé, quitándole el tazón.

Lo envolví en mis manos, sintiendo el calor traspasando hasta mi piel.

—¿Te sientes raro al estar aquí otra vez? —preguntó mi amiga, sentándose de lado, apoyándose en el brazo del sofá.

—Más de lo que crees. —Bebí un sorbo y miré hacia la puerta, al oír un ruido en el pasillo.

—Tranquilo. No va a llegar.

—Eso no me tranquiliza —mascullé, dejándome caer en el respaldo.

—Estás madurando, genio. Antes, hubieses hecho un escándalo de proporciones y el pobre de Jayden estaría sufriendo las consecuencias.

—Eso no es madurez —reí con sarcasmo—. Es solo que mis «escándalos de proporciones» ahora tendrían consecuencias muy desagradables. Además... si ella es feliz, ¿Quién soy yo para arrebatarle eso?

—No dudo que Alana esté bien... pero ¿feliz? —Suspiró, y estiró las piernas hasta darme un golpe con los dedos de sus pies—. Alana te ha buscado durante dos años sin saber que eras tú.

—Ya estoy aquí, y nada ha cambiado.

—Eso según nosotros, pero Alana se ha vuelto reservada y solo habla con Jayden. Cree que yo no puedo entenderla y ya no me cuenta tanto de sus problemas con la magia como antes.

—Supongo que es complicado definir lo que nos pasa.

—Me preocupo por ella, la conozco y sé que con Jayden tiene una conexión diferente. Pero a ti... sigue amándote a pesar de no saberlo. Eso es algo muy especial.

Cerré los ojos y aferré con más fuerza la taza en mis manos. Escuchar estas palabras solo me causaba más dolor.

—¿Crees que funcione? —me atreví a preguntar.

—¿Lo de las historias? Estuve investigando. Hay casos en que pacientes que han tenido algún problema neurológico y olvidan detalles de sus vidas, logran recordar cuando oyen a otros contarlo.

—Me... me dijeron que sería peligroso decirle la verdad —murmuré, mirando mi reflejo en el líquido caliente.

—Decirle toda la verdad de golpe, claro. Podría desencadenar confusión, negación, hacer que su mente se estrese, y créeme, ya está lo suficientemente estresada como para ir por eso.

—Ya aprendí esa lección. —Di un sorbo, sintiendo la mirada de Abby—. Yo... entré en colapso y la besé en la biblioteca. Luego de eso, me olvidó otra vez, pero cuando volvimos a vernos, me reconocía y en su lugar, fue aquel momento en la biblioteca el que se borró.

—Mmm... ¿Eso cuando ocurrió?

—No lo sé. ¿Hace un mes, quizás?

Abby sacó cuentas en su cabeza y luego negó, sacudiendo alguna idea.

[#2] El deseo de un recuerdo©Where stories live. Discover now