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Jihyo ya estaba en su casa luego de haber entregado invitaciones a todos su amiguitos. Ya era el gran día. Se había puesto un overol verde con una camiseta amarilla y zapatillas anaranjadas. Su cabello estabal suelto y bien peinado. Se había puesto el perfume de su mami para oler muy bien. Se veía adorable.

Ahora solamente quedaba esperar a los invitados. La primera en llegar fue Jeong, quien tenía un suéter verde oscuro que le quedaba algo grande, pantalones marrones y no venía con las manos vacías. Trajo un peluche de unicornio con un moño de regalo en su cabeza.

Luego llegaron Tzuyu y Dahyun, seguidas por Mina. Todas se veían muy bonitas. Las hermanastras trajeron, como regalo, un lindo par de zapatillas que prendian luces ¡Jihyo las habia estado deseando hace meses! Mina, en cambio, le regaló un pequeño pizarrón y una caja de tizas para que dibujase en él. Y tal vez podría incluso dibujar en el suelo para jugar a la rayuela juntas.

Todos habían llegado, excepto quien Jihyo más deseaba. Sana.

-¿Le habrá pasado algo?- Preguntó preocupada Jihyo, recibiendo una mirada por parte de Tzuyu.- ¿Sabes algo? Si sabes algo dímelo.-rogó Jihyo, mirándola con los ojos tristes, sin ningún brillo.

-Tzu, dile...-  Dahyun alentó a su hermana y puso su mano en su hombro en señal de apoyo.

-Bien...-Suspiró.- En el salón escuché que Momo y Chaeyoung le decían algo sobre tu cumpleaños, pero no pude oír bien. Tal vez le dijeron que no venga.

La puerta se abrió y entró una Sana
cabizbaja. Dejó su regalo en la mesa de
regalos y se acercó a Jihyo.

-Pensar que creí que valías la pena. Te odio, Park Jihyo.- Gruñó con los puños apretados y los ojitos llenos de lágrimas.- Por cierto, feliz cumpleaños...-Dicho esto, se fue por donde llegó, dejando a todas las niñas y a la señora Park descolocadas.

-S-Sana... Sollozó la cumpleañera, agarrando el regalo que la japonesa dejó para ella y quitándole el envoltorio, revelando un marco de fotos de unicornios, con una foto de ellas dos en este.

Jihyo no se sentía nada bien luego de eso. Siguió jugando con sus amigas pero aún así sentía aquel dolor en su pecho que no se iba, convirtiendo su cumpleaños número ocho en el peor cumpleaños que pudo tener.

La pequeña Jihyo dejó de ser tan pequeña. Cada cumpleaños pensaba en que, tal vez, Sana llegaría y le daría uno de esos abrazos que solía darle. Cada cumpleaños la esperaba. En la escuela, la ignoraba. No compartían el almuerzo juntas ni viajaban juntas en el autobús. Ya no pasaban las tardes en la casita del árbol, ya nadie subía a ese lugar que estaba lleno de recuerdos de cuando las niñas eran más pequeñas. Simplemente mirar aquel lugar desde abajo hacía que el corazón de Jihyo se estruje.

Al pasar los años, Jihyo se rindió y dejó de esperar por aquella niña que no parecía tener las intenciones de aparecer. Se seguía preguntando qué era lo que pasó. Aún la miraba y sonreía, recordando lo que le hacía sentir tenerla cerca, pero ya no la esperaba. Sabía que no iba a regresar a por ella. La Sana que había conocido, ya se había ido, o eso parecía. Le gustaba pensar que la dulce Sana seguía en algún lado, encerrada dentro de la fría y cruel Sana.

𝗧𝗿𝗲𝗲𝗵𝗼𝘂𝘀𝗲 𖦹 SAHYOWhere stories live. Discover now