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La coreana se paralizó al percatarse de la presencia de la japonesa.

—Dice "No entrar", ¿Acaso no sabes leer? Gruñó con molestia la menor.— Aunque sería extraño, ¿no? Eres mayor que yo, y yo sí sé leer...— Aquella duda borró todo rastro de enojo de la mente de la pequeña, cosa que le causó ternura a la mayor.

—Eres divertida.— Dijo Sana con una sonrisa. —Y, si quieres, me voy...— Se encogió de hombros dispuesta a bajar.

—¡No!, es decir... N-nadie puede entrar.— La pequeña coreana lo pensó brevemente y luego suspiró. —Excepto tú. T-tú te puedes quedar... Si quieres.—

Sana sonrió y subió por completo a la casita, observando cada pequeño detalle. —¿Con quién hablabas hace rato?— Preguntó curiosa al no ver a nadie además de Jihyo y ella en aquel lugar.

—O-oh... Hablaba c-con Godzilla, mira..— Tartamudeó nerviosa. La gente suele burlarse de ella por hablar con animales, por lo que no se sentía tan segura sobre mostrarle a aquella ranita, pero aún así lo hizo. Tomó al anfibio con sus pequeñas manos y se lo acercó a Sana. —Él es Godzilla—

—Vaya, ¡que lindo!— La japonesa sonrió y, dudosa, tocó al animal con su dedo índice, proporcionándole a este unas pequeñas caricias. —Pero... ¿Cómo sabes que es un niño? ¿Y si es una niña?—

—¿Q-qué? ¡Claro que es un niño!— Habló sorprendida la menor. —Godzilla es muy masculino, no lo dudes—

La japonesa soltó una dulce risa, contagiándosela a la pequeña coreana con cabello corto. Un lindo hoyuelo se hizo ver, haciendo que el corazoncito de Sana de un pequeño salto. Si no quería morir de ternura, debía distraerse con algo. Miró alrededor y vio algunos juguetes.

—¿Para qué son estas?— Preguntó señalando las pistolas de agua.

—¿Nunca usaste una? Son p-para jugar
así, mira.— Tomó una, revisó que esté cargada y miró por la ventana de su guarida buscando un blanco para su travesura.

Ahí estaba Hirai Momo, la mejor amiga de su prima. Siempre molestó a Jihyo, así que ahora las va a pagar. Soltó una risita traviesa y le disparó un chorro de agua fría.

—¡JIHYO! ¡Era un vestido nuevo!— Se quejó la niña y Jihyo no pudo evitar reírse a carcajadas. Sana también rió, pero sentía algo de culpa.

—Jihyo, no sé si está bien que hagas eso...— Trató de contener la risa para sonar algo más seria.

—No pasa nada, ella siempre me molesta, así que está bien— Dijo la menor haciendo una adorable pose heroica, o algo así. —Soy la Capitana Bigotes de unicornio  y reparto justicia.

Sana rió ante lo adorable que se veía la pequeña con curitas en sus rodillas, codos y una en su mejilla.

—Tú puedes ser la suplente, si quieres.— Jihyo jugaba con sus manitas con algo de timidez ya que nunca había tenido alguien con quien compartir su casita en el árbol.

—¡Me parece bien!— Dijo la japonesa mientras se sentaba en una sillita de madera, sorprendiéndose al sentir algo suave en la misma. —¿Uh? ¡Mi abrigo! ¿Cómo llegó aqui?—

—Vaya, sí era tuyo.— La pequeña coreana se acomodó el cabello detrás de la oreja y se sentó en otra silla, junto a Sana. —Huele bien— Comentó con naturalidad, pero para Sana fue totalmente diferente. Las mejillas de la mayor se volvieron rojizas y sonrió con algo de pena.

—G-gracias... Oh, ya me tengo que ir, dejé a Chae sola— Tomó su suéter y se apresuró a salir de la casita. Bajó unos escalones y Jihyo hizo un pequeño puchero ya que había disfrutado su compañía y ya debía volver con Chae, pero Sana volvió a asomarse. —¿Nos vemos mañana aquí?

El puchero de los labios de la más pequeña se esfumó y asintió efusivamente.

—Sí, ¡mañana y cuando quieras—

𝗧𝗿𝗲𝗲𝗵𝗼𝘂𝘀𝗲 𖦹 SAHYOWhere stories live. Discover now