25.Si fueras buen padre

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Elvis

Al fin estamos en casa, la ayudo a subir a la habitación, a darse una ducha y la acuesto en la cama, le pido a la señora que me ayuda con las cosas de la casa que venga, voy a requerir su ayuda mientras Pilar esté en este estado.

Cuando termino con Pilar, me voy al baño a darme una ducha, salgo con solo la toalla alrededor de mi cintura y sin estar completamente consiente de Pilar, busco algo cómodo que ponerme para salir a ver a mi pequeña.

Mientras me arreglo, siento la mirada de Pilar seguirme por toda la habitación, trato de ignorarla todo el tiempo que sea posible, dando tiempo a que la señora llegue y no tener que dejarla sola.

—¿Para dónde vas? Acabamos de llegar del hospital, ¿ya se te olvido lo que dijo la doctora? —se cruza de brazos molesta.

Ya empezó.

—Tengo una hija que pasó parte de la noche en el hospital, tengo que ir a ver cómo sigue. Te recuerdo que fue por tu forma de comunicarle la noticia.

—¿Me estás culpando? Eres tú el que no quería dar la noticia porque estaba Madelen presente, realmente no te comprendo Elvis. La tuviste como tu esposa, te dio una hija y te perdono tus metidas de pata, pero aun así la dejaste por mí, ¿ahora qué? ¿Buscas recuperarla solo porque Steven está con ella?

Pregunta confundida, sus ojos se tornan vidriosos y su nariz empieza a ponerse roja. Me quedo unos minutos en silencio para pensar bien lo que diré y darle tiempo a que se calme, no es bueno para ella y el bebé que esté en ese estado.

—En mis planes nunca estuvo el casarme, mucho menos el tener hijos, me casé con Madelen por la empresa y para llevarle la contraria a mis padres, en especial, a la mujer que pensaba era mi madre. Aunque intente luchar con ese deseo, al final me terminaba dominando, en un vicio difícil de superar.

»La adrenalina de hacer lo prohibido, que puedan descubrirte y el deseo apabullante que te recorre por todo tu cuerpo es... mi droga, para eso no hay rehabilitación. No debería sorprenderte, tú sabias de esto perfectamente, fuiste mi amante.

—¿Me harás lo mismo? —pregunta mientras una lágrima rueda por su mejilla.

—Un borracho no deja de serlo solo porque cambie de ciudad, aunque él puede ir a alcohólicos anónimos ¿a dónde se supone que debo ir yo? Si te quieres quedar... sabes las consecuencias.

Escucho el timbre sonar.

Dejo un beso sobre su frente y salgo de la habitación con una única intención, ir a ver a mi hija y a su madre.

Ya son pasadas las tres de la tarde, decido ir primero a la pastelería, quizás esté aquí. Me encuentro con Pía, que al verme se da media vuelta, aceleró el paso evitando que se marche, es la única que podría darme información de Madelen en caso que no se encuentre.

—Pía por favor, avísale a Madelen que estoy aquí —le pido, sonriéndole de esa forma que hago que las chicas suspiren.

—Se quedó en casa con su hija, si fueras buen padre lo sabrías —se suelta de mi agarre y se va.

Salgo de la pastelería sin perder tiempo, coloco un poco de música para relajarme y me detiene un semáforo en rojo, una pequeña llama mi atención, me le quedo viendo resultándome familiar, más atrás sale Madelen y Steven, están en una escuela de arte, ¿no se supone que la niña está mal de salud?

El semáforo cambia de color y doy la vuelta en U, espero alcanzarlos. Voy lo más rápido que me permiten los carros, cruzó en el siguiente desvío, los veo a lo lejos, se unen al tráfico, trato de seguirlos y pienso en hacerles cambios de luces para que se detengan, pero lo pienso mejor, dejare que sigan a donde quiera que tengan planeado ir.

Se detienen en una heladería, la preferida de mi hija, Steven ayuda a bajar a ambas del carro y entran juntos como una adorable familia feliz. Estaciono a tres puestos de él, no han notado mi presencia.

Estoy como un volcán a punto de erupcionar y destruir a todo lo que se me atraviese.

Entro a la heladería mostrándome tranquilo, abro y cierro mi mano derecha en un vano intento de tranquilizarme. Los veo sentarse en una de las mesas con sus helados.

—Veo que están pasando una tarde espléndida —me fue inevitable controlar el tono de mi voz.

Alana se sorprende al verme y corre hacia mí dejando a un lado su helado. Mientras que Madelen y Steven lucen sorprendidos.

—Mami y Steven me llevaron a la escuela de arte, el próximo mes voy a clases —me cuenta emocionada.

—Me alegro mucho por ti princesa, ¿no deberías estar en casa descansando para mañana? es tu presentación —la llevó a donde estaba sentada y me siento a su lado, ante la mirada molesta de Madelen.

—Ya estoy bien papi, me como el helado y nos vamos a casa ¿te quedarás en casa otra vez? —escucho a la niña preguntarle a Steven.

Madelen se ahoga con el helado al escuchar a Alana, Steven le da unas pequeñas palmadas.

—No princesa, las dejo en casa y me voy, mañana debo ir temprano al trabajo para estar a tiempo en tu presentación —le responde con un guiño.

Al escucharlo, me provoca darle un buen manotazo y borrarle esa estúpida expresión que tiene en el rostro.

—Pensé que eras una madre más responsable, después de todo lo que pasaste con Alana en el hospital, darle helado y sacarla de casa no es la mejor decisión.

—Tienes cosas más importantes de que preocuparte como para decirme cómo ser una buena madre, ¿tan rápido dejaste a Pilar y a tu bebé solos después del susto que pasaron en el hospital?

—Alana también es mi hija y no la he dejado sola —me acerco a ella, todo lo que me permite la mesa que está entre nosotros.

—No es el lugar ni el momento Elvis —Steven coloca una mano en mi pecho deteniéndome.

—Tú no te metas, en este circo no queremos payasos —escupo en su cara con toda la rabia e intención.

—Vámonos —Madelen se levanta de golpe haciendo que la silla se caiga.

—La niña se queda conmigo, más tarde te la llevo.

—Podrás estar con ella el fin de semana, ve a casa con tu esposa o con una de tus amigas.

Agarra a nuestra hija y sale de la heladería a toda prisa.


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Elvis va por la vida como si él solo importara... ¿Cómo creen que va a terminar?

Mi amor de primaveraWhere stories live. Discover now