21. Ya no peleen

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Madelen

No sé en qué estaba pensando cuando le dije a Elvis que viniera hablar con la niña, con todo lo que acaba de ocurrir, tendrá que esperar hasta el fin de semana para hablar nuevamente con Alana.

—No te mortifiques por lo sucedido, no es primera vez que veo a tu mamá, recuerda que las conozco de años y sé muy bien lo caprichosa que puede llegar a ser —Steven me abraza desde atrás.

—Es que no entiendo cómo supo que Elvis estaba aquí, a veces pareciera que me tuviera vigilada o algo por el estilo, nunca me viene a visitar y precisamente hoy viene y hace todo este espectáculo —apoyo mi cabeza en su hombro.

—Ya pasó, no te preocupes, cuéntame ¿Alana cómo sigue?

—Creo que ya está mejor, Elvis estuvo hablando con ella y por lo que se ve, solucionaron sus diferencias o por lo menos eso espero, de no ser así, tendrá que esperarse hasta el fin de semana para volver a hablar con la niña —continuó entre sus brazos sin la menor intención de alejarme.

—Elvis ha demostrado ser un hombre completamente impredecible, no sabemos qué trama ni cuál es su verdadero objetivo. Nos hizo una mala jugada en la empresa y ahora estamos intentando resolverlo —me cuenta y se le nota la molestia en su voz—. Lo que acaba de hacer acá... deja mucho que desear, por favor cuídate, Elvis es un hombre muy egoísta y el suele aprovecharse de la más mínima oportunidad que encuentre —acaricia mi mejilla con el dorso de su mano.

—Lamentablemente estuve casada con él y sé perfectamente hasta dónde es capaz de llegar —me separo un poco de él, sintiéndome avergonzada de pronto— no te preocupes tendré cuidado, Elvis es el tipo de persona que no deja ser feliz a otros, esperemos que el embarazo de Pilar lo mantengo ocupado lo suficiente, cómo para no me perturbe mi paz.

—Yo también lo espero, por el bien de todos, ¿ya cenaste?

—Aún no, me iba a poner a preparar algo cuando llegó mi madre, a veces me provoca irme lejos de esa mujer, no lo hago por mi hija, es feliz con su padre y lo quiere mucho, no podría separarlos.

—Ya olvídalos, no valen la pena ¿Qué te parece si pedimos algo para comer? No estás en condiciones de cocinar y yo soy un completo desastre en la cocina, conmigo tú misión será enseñarme para que esos días que no te sientas muy bien, yo poder ayudarte.

—Me parece una muy buena idea —le doy un breve beso en los labios.

Steven saca su teléfono y llama a uno de los restaurantes que tienen servicio a domicilio, pide un par de pizza y jugo para la niña, busco algo de mis reservas para tomar, nosotros necesitamos algo fuerte esta noche.

No tarda mucho en llegar el pedido, subo a la habitación de Alana para despertarla en caso de que se haya quedado dormida, algo que realmente me resulta extraño, no es algo que suele pasar. Abro la puerta de su habitación y la encuentro arropada hasta el cuello, otra cosa fuera de lo normal, no le gusta arroparse. Le quitó la cobija con cuidado y la encuentro temblando, al tocarla la siento con la temperatura bastante alta, busco el termómetro con urgencia, sintiendo mi corazón latir con fuerza de los nervios, se lo colocó mientras que salgo llamando a Steven.

—¿Le ha ocurrido algo a la niña? —sube las escaleras rápido al escucharme.

—Tiene fiebre y no entiendo porque, ella estaba bien, no se sentía mal —le digo nerviosa.

—Tómale la temperatura y llama a su pediatra, quizá solo sea de darle su medicina y listo —me aconseja, tratando de tranquilizarme.

Pasado el tiempo, reviso el termómetro, tiene 39 y medio de temperatura, la tiene muy alta preparo su bañera con agua tibia para bañarla, mientras que se va llenando busco mi teléfono en la sala para llamar a la pediatra.

Mi amor de primaveraWhere stories live. Discover now