━━━━ xii. Una condena de por vida.

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Pasé los días que siguieron a esa noche repitiendo la misma rutina. La frustración y el cansancio iban creciendo con el paso de los días. El proceso siempre era el mismo: Pasaba horas interminables en la cabaña de Baghra sin hacer nada, le había tomado la palabra a Alina y no me esforzaba en intentar practicar ninguna de las pequeñas ciencias. Esto le disgustaba a la amargada anciana de una manera increíble, y furiosa por mi comportamiento, aprovechaba cada oportunidad para gritarme.

━━¿Te dejarás morir sin antes vivir de verdad, niña? ━━golpeaba el bastón contra el suelo━━. ¿Hace falta que entres otra vez a la Sombra para reaccionar? ¡No me ignores!

Cuando terminaba de escuchar sus reclamos, salía disparada a la clase de Botkin. Este me hacía correr por todo el terreno del palacio, el bosque y las colinas. Me ordenaba realizar ejercicios de combate y de derribo hasta que el cuerpo se me cubría de moratones. Pese a que era un tormento, yo disfrutaba estar ahí porque sólo así podía sentir algo.

Pero lo peor que tenía que hacer era estudiar en la biblioteca. Me costaba concentrarme y la teoría grisha me asfixiaba: los Grisha no hacen magia. Los Grisha manipulan la materia. Los Grisha esto. Los Grisha aquello.

Llegó un momento en donde no prestaba atención al contenido de los libros y sólo fingía leer cuando alguien pasaba a mi lado.

Pasaba poco tiempo con Alina, porque ella también estaba sufriendo el mismo martirio. Podía ver a kilómetros que no comía y no dormía bien, pero yo carecía de fuerzas para ayudarla. Sin embargo, cuando podíamos compartir un momento, nos sentíamos mejor y menos solas.

Y cuando no estaba haciendo ninguna de esas cuatro cosas, como no quería quedarme en el siniestro silencio de mi dormitorio, me la pasaba recorriendo los pasillos. Era consciente de que los demás me analizaban y me convertían en tema de conversación cuando me veían pasar. Al contrario de Alina, no era invitada a sus escapadas o a sus prácticas en grupos, tampoco me interesaba mucho porque, ¿de qué íbamos a conversar ellos y yo?

El Oscuro no me dirigía la palabra, rara vez lo veía. Cuando lo hacía, él estaba absorto en sus asuntos y apenas reparaba en mi presencia. Sabía que viajaba mucho entre la Sombra y la frontera norte, o bien hacia el sur. Había centenares de Grisha en Ravka y él era responsable por todos ellos.

En cierto momento, dejé de prestar mucha atención a lo que me rodeaba y seguí en el bucle sin chistar. No podía hacer nada más.


Una tarde fui al único lugar en el palacio que sabía estaba solo. La capilla era el único edificio que quedaba de un monasterio que antaño señoreaba toda Os Alta. Era la única estructura humilde que había visto ahí, sus paredes eran encaladas y poseía una cúpula de un vivo color azul.

KINGDOM OF SHADOWS | Shadow and Bone. Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt