Los días pasaron, el doctor que había atendido el caso de Gerard le entregó los análisis de los estudios que se había realizado a Frank, citándolo en horario matutino. Le dijo que corrió con mucha suerte porque estaba limpio de enfermedades de transmisión sexual, como una de las buenas noticias que le tenía, y sólo hasta ese instante el castaño pudo respirar con alivio. Sin embargo, el esmeralda estaba por debajo de su peso presentando anemia, por lo que tenía que comenzar a vitaminarse, que comiese bien y que realizara alguna actividad para distraerse.

Frank atendió las instrucciones con atención, después le dijo que logró reunir algunas pruebas de ADN que necesitaba para agilizar la búsqueda del hombre que había cometido el delito, junto a las cintas de las grabaciones que las cámaras de Lynz habían capturado, ya que se había levantado una denuncia en la fiscalía.

Gerard le agradeció a Frank todo lo que estaba haciendo por él, a pesar de que al principio se había negado a continuar con la investigación. Le había dicho que no quería hablar con nadie porque sólo lo juzgarían, se burlarían de él y que, en el peor de los casos, lo culparían por ser una prostituta. No tenía las ganas ni el valor de que personas extrañas lo conocieran y supieran su historia, se sentía abatido. Frank le dijo que nadie tenía el derecho de haberle violentado, aunque trabajara en un burdel.

Fue un proceso tardado, Gerard tuvo que regresar a casa, aunque no quería hacerlo, pues ahora estaba sin trabajo, sin mamá y sin Cassie. No supo qué sentía. Frank le dijo que podría facilitarle un trabajo en lo que su vida se acomodaba, pero le respondió que se lo pensaría, que le diera unos días más; el castaño aceptó diciéndole que estaría al pendiente de todo.

***

Gerard no podía estar bien aunque quisiera ser alguien nuevo, Ryan había presenciando una pelea afuera del bar esa noche, cuando lo había presionado para que lo visitara sin conocer lo que había vivido en el último mes. Pensó que su excusa de que no quería estar cerca de sitios donde hubiese alcohol era eso, una excusa, y que quizá sólo estaba exagerando. Él creía que Gerard necesitaba distraerse; que necesitaba unos mojitos de regalo y ya estaba, sin embargo, minutos después de decirle que saldría, lo encontró en el suelo tratando de cubrirse de los golpes del calvo que tenía encima cuando lo llamaron porque había un alboroto en el estacionamiento.

Parecía que habían encendido una mecha sobre él, ya que sin pensarlo mucho se abalanzó tirando puñetazos, enojadísimo, haciendo que más personas se acercaran a ver lo que sucedía. Al final, los separaron y se llevaron al mayor a un auto, gritando que nunca volvería a ese lugar lleno de idiotas.

Gerard por otro lado no había recibido tantos golpes como había pensado, pero le preguntó por qué había pasado todo eso.

—Ese estúpido me empujó mientras fumaba —dijo encendiendo otro cigarrillo. Había salido del bar para controlar la ansiedad que ahora le causaba estar rodeado de personas. —Yo me disculpé para evitar problemas, pero empezó a gritarme y lo aventé hacia la pared.

—¿Estás loco? Era más grande que tú. Te pudo haber matado.

—Pero no lo hizo, no necesitaba tu maldita ayuda.

Ryan frunció el ceño, parecía que su amigo ahora estaba enojado con él.

—Te estás comportando como un imbécil.

—Siempre lo he sido —respondió tirando la colilla que antes le había regalado humo arenoso a sus pulmones, para apagarlo dándole un pisotón. —Ya me voy, de todos modos.

***

Bert lo visitó también, le había llevado algo de comida china, la que le gustaba y un poco de arroz frito. Gerard le dijo que no tenía hambre, que comería después, entonces lo dejó a un lado del microondas para recalentarlo, luego se sentó cerca de él para hacerle platica, a pesar de que se encontraba muy cortante.

Gerard no quería verlo a los ojos, no entendía por qué estaba tan molesto. Minutos de silencio le bastaron al pelinegro para soltar un bufido harto, a lo que Gerard escuchó e hizo caso omiso.

—Relájate hermano, has estado de un humor terrible.

Gerardo puso los ojos en blanco unos segundos.

—¿Crees que puedo olvidar toda la mierda que viví? —gritó con una voz congestionada, casi con un tono roto. —No necesito salir, no quiero comer y no necesito relajarme. Necesito… necesito...

Robert fulminó con la mirada a Gerard, tanto él como a Ryan los había fastidiado. Todo lo que ellos hacían por intentar ayudarlo estaba mal, no le gustaba nada y se encerraba como niño pequeño y berrinchudo en su habitación. Por más que quería, no terminaba de entenderlo.

—¿Qué demonios quieres de nosotros?

—¡Quiero que dejen de actuar como si todo pudiese ser como antes! —no le gustaba la idea de gritar, pero parecía que nadie lo escuchaba y tenía que hacerlo todo el tiempo. El lugar se quedó en silencio unos segundos, Bert se contuvo en su asiento.

—Gee, entendemos lo que pasaste. Queremos ayudarte, déjanos hacerlo.

Negó repetidas veces, ya sentía las mejillas mojadas, pero no importaba, estaba cansado, harto. Se levantó y empujó una silla que estaba en su camino mientras caminaba hacia Bert. No era una persona que se viese amenazante, pero echaba rayos.

—¡Ninguno de ustedes puede saber cómo fue! ¡No puedes saber lo que siento!

—Hemos hecho todo lo posible para tratar de ayudarte, ¿no crees que intentamos comprenderte? ¡Pero lo haces tan difícil siendo un imbécil!

Gerard nunca había discutido con Robert, él había sido el amigo que más había tratado de ayudarlo a sobrellevar todo lo que ocurría en su vida. Siempre fue bueno, siempre trató de ser un buen hermano mayor, aunque no tuvieran ningún lazo familiar que los uniera. Ninguno de los dos se había visto así antes, y Gerard no fue consciente de lanzar el primer golpe; sólo sintió que su puño conectó con la mejilla de su amigo, viendo cómo éste se tambaleaba hacia atrás perdiendo un poco el equilibrio. Antes de regresar a su posición y golpearlo de vuelta.

El menor de los dos ignoró el zumbido en su oído y el sabor metálico de la sangre en su lengua. La mano de Bert salió disparada doblando todo el puño de Gerard forzándolo a retroceder por detrás de su espalda. El pelirrojo le gritó que lo soltara y luchó furioso, pero Bert puso su otra mano en su hombro para sujetarlo contra la pared.

—No soy yo con quien quieres pelear, y estoy seguro de que yo no quiero pelear contigo.

Gerard todavía podía sentir su mejilla palpitar donde lo había golpeado, se removió otro poco en su lugar gritando más cosas, sintiendo que su amigo ejercía otro poco de fuerza sobre él.

Finalmente cedió, se hundió contra el concreto respirando con dificultad, cerró los ojos tragando su saliva, pidiendo que lo dejara ir. Después de unos segundos, Bert lo soltó. Gerard se limpió lo que escurría de la boca con su playera y escupió en el suelo cuando Frank entró por la puerta principal.

Preguntó qué había sucedido por el ambiente tan tenso que se sentía en el aire, y vio que ambos tenían el cabello y la ropa revuelta. Además de que el rostro de Gerardo se veía fatal, con un poco de sangre en el mentón.

—¿Ustedes dos estaban peleando? —preguntó incrédulo.

Los ojos esmeraldas estaban ardiendo y su garganta seguía caliente, Robert dijo que iría a buscar hielo y Frank dejó las cosas que había traído en la silla que levantó, cuando estuvo dentro de la casa. Gerard estaba furioso, podía saborear ese sentimiento mezclado con impotencia y dolor. Apretó sus manos y soltó un suspiro mirando al suelo, si de algo estaba seguro era que con Frank no quería discutir.

—Sólo quiero olvidar quien soy, quiero olvidar todo. Por un momento... quisiera no sentirme de esta manera.

—Lo sé —respondió acercándose para apretar uno de sus hombros. Gerard sacudió la cabeza y se limpió el rostro una vez más, no podía creer que le acababa de lanzar un puñetazo al tipo. —Lo resolveremos.

I'm (not) okayWhere stories live. Discover now