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Estar recibiendo el aire fresco directo a la cara le fue un poco liberador, pero también le dieron ganas de llorar luego de un rato porque sentía como si un fuego lo estuviese envolviendo y se sintió arder. Sentía que su piel se estaba abriendo y no podía cerrarla, había pasado muchas cosas en poco tiempo, quería soltar todo eso que venía cargando pero, ¿Qué podía hacer?

Dio unos pasos hasta la llegar a la barrera que detenía a la gente, para que no pasara más del límite establecido y ver la ciudad desde arriba; agarró el barandal con tanta fuerza que sus nudillos comenzaron a perder color y se impulsó hacia adelante. 

Comenzó a gritar. 

Gritar era lo único que podía hacer en este momento, lo único que tenía, lo hizo tan fuerte y tan tardado como sus pulmones lo hicieron posible, haciendo que su voz se escuchara por todo el lugar sin importarle mucho, luego las lágrimas brotaron de sus ojos empezando a resbalarse sobre sus mejillas y poco a poco fue bajando la cabeza. Su cuerpo se irguió, se agachó hasta quedar arrodillado, agarrándose la cara y no se reprimió los jadeos. Gerard sentía unas punzadas en el pecho, su llanto no era silencioso. 

A Frank también le dieron ganas de llorar por aquella triste escena, pues ver a la persona que quería en esa situación le partía el corazón en varios trozos. Gerard estaba rompiéndose una vez más porque ya nada le quedaba. 

No sabía tampoco qué hacer, no sabía que decir, sólo se acercó y escuchó con claridad los sollozos. No quería tocarle el hombro o distraerlo porque dejaría que el esmeralda se desahogara lo mejor posible, pero sí se quedó a unos centímetros por si necesitaba algo de él. 

Frank estaba lleno de impotencia, estaba presenciando la muerte de su querido pelirrojo a plena luz del día y no podía moverse. 

Después de unos minutos Gerard no hizo más ruido, su respiración fue regulándose y levantó la cara. Frank estaba sentado a un lado de él mirando sus manos, después alzó el rostro y su mirada chocó con la de el. Tragó un poco de saliva. El menor sintió por fin un dolor en las piernas por haber tardado en esa posición y se desplomó en el suelo. Soltó un suspiro pesado y se limpió la nariz con una servilleta que el castaño le pasó, después se refregó el rostro y negó cansado.

—¿Cuándo será suficiente?

—Ya fue suficiente. 

Gerard después de unos minutos apretó los labios y gateó hasta Frank para pedirle un abrazo, ahí el castaño lo sujetó con fuerza y lo apretó hacia él; el pelirrojo se subió sobre su regazo y escondió su rostro en el cuello del mayor. Los ojos esmeraldas ardían por lo que había sucedido minutos atrás, y una de las manos del oliva comenzó a acariciar la espalda ajena como instinto. Nadie estaba a los alrededores, quizá por eso ambos podían sentirse seguros. 

Tardaron otro poco en esa posición, Frank por fin podía hacer algo, podía consolar un alma perdida entre tristezas. Si bien no le podía asegurar un futuro perfecto, podía ayudarle en el presente, podía estar a su lado y comenzar de nuevo. Pero sólo si Gerard se lo permitía. 

Cuando a ambos les pareció que ya debían cambiar de posición, el esmeralda se bajó de él y se sentó a un lado otra vez. Estiró el cuello de su playera y se limpió la cara por sexta vez con la tela, ahora, aunado a las lágrimas y el escurrimiento nasal se sumaba el sudor. No se sentía bien, y su cuerpo empezó a reflejarlo nuevamente. 

Entonces entre pocas palabras llegaron a la conclusión de que el pelirrojo debía quedarse en la casa del mayor por unos días. Frank condujo hasta su casa, a un fraccionamiento privado que quedaba a las afueras de la ciudad, que no se encontraba tan lejos del mirador, y le ayudó a bajarse del automóvil. 

Gerard no prestó tanta atención a su alrededor, con trabajo podía ver, y le confesó al castaño que le dolía la cabeza. Este lo llevó hasta su habitación y le ayudó a acomodarse en la cama, le dijo que le prestaba ropa (una pijama) y se salió para que el esmeralda pudiese cambiarse con tranquilidad. En ese lapso se dispuso a buscar el medicamento para ese dolor, sirvió agua en un vaso y después de unos minutos preguntó a través de la puerta si podía pasar. 

Dentro le dio la pastilla, Gerard ya estaba limpio cubriéndose con una de las sábanas más suaves que tenía el mayor. Frank le preguntó si necesitaba algo más y el pelirrojo negó. Ahora lo que su cuerpo exigía era descansar después de tanto dolor físico y emocional. 

***

Mientras el pelirrojo dormía en su habitación el castaño empezó a moverse para encontrar a la persona que había violentado a Gerard. No le importaba cómo, pero iba a dar con el culpable y haría que pagara hasta la última consecuencia. Condujo hacia el burdel ya que estaba seguro que el pelirrojo iba a dormir por mucho tiempo y exigió hablar con Lindsay, todos los que estaban cerca preguntaron por el bienestar de Gee. Él no les dio tantas explicaciones, comenzaba a tener el tiempo contado. Estaba realmente molesto, no lograba comprender por qué nadie se había percatado de lo que había sucedido esa noche. 

—Todas estamos trabajando —se excusó un chica, una de las mayores. —Si el chico gritó es fácil confundirse por el ambiente en el que estamos, no fue nuestra culpa. 

—¿Pero si Gerard gritaba por su ayuda no se les ocurrió ver qué pasaba? ¿Ni siquiera se inmutaron? 

Lindsay se mantenía expectante, sí le daba lástima el caso del pelirrojo pero, por desgracia, todos los que estaban ahí quedaban expuestos de alguna forma a una situación como esa, por más que intentara evitarlo; si bien sabían que todos los que estaban en ese burdel era por laburar, no quitaba el hecho de que la prostitución rayaba ocasionalmente en lo ilegal y la gente que tomaba el rol de clientela no era necesariamente pura.  

Y sí, lo que le había pasado a Gerard no era el primer caso así que sucedía en el burdel, por eso la seguridad había aumentado desde entonces. 

—Ya basta, el culpable sólo es una persona y sigue libre. Lo único que podemos hacer para ayudarlos es ver las cámaras de seguridad, de ahí ir con la policía... 

Lindsay se calló de golpe y el castaño esperó a que dijera algo más, con una señal lo llamó a para que la acompañara a otro lugar, una especie de oficina para hablar con más privacidad. Los demás sólo se quedaron con un nudo en la garganta y se dispersaron. 

—¿Qué sucede? ¿Ya sabes quién es?

La pelinegra negó. 

—Tienes que ser consciente que al iniciar con todo esto puede haber repercusiones, y muchas de ellas nos afectan. Afectan a que los clientes disminuyan, y que nos quieran arrestar, porque somos presa fácil y los cerdos buscan cualquier pretexto para jodernos. No quiero gastar más dinero, no quiero que mi burdel pierda calidad. 

—Es injusto que no quieras ayudar de buena gana a Gerard, una de las personas que más dinero te ha generado en todo este tiempo —le escupió un Fank molesto. 

Ella rodó los ojos y tomó su teléfono. 

—Ya te dije qué podemos hacer, pero a partir de ahora te harás responsable de cualquier gasto que pueda generar todo este asunto.

Frank negó incrédulo, no le dolía el dinero, sino la forma en que la pelinegra le estaba poniendo sus condiciones. 

I'm (not) okayWhere stories live. Discover now