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Advertencia: Contenido sensible (abuso explícito), se recomienda discreción. 

Bert, no quería irse y dejar solo a su amigo, pero tenía que seguir trabajando ya que su casa no se pagaría sola. Y Gerard lo comprendió. 

No había querido salir de su casa, no había querido ver la luz. Tampoco había comido bien (a menos que Bert estuviese cerca) y no se había bañado. No tenía la intención de ir a ninguna parte, nadie lo esperaba. Desafortunadamente Frank había estado muy ocupado con todo el lanzamiento de los Dunes como para llegar a verlo o enterarse de lo que había sucedido, no obstante, se le hacía muy raro que el esmeralda no le hubiese mandado un mensaje. 

—Volveré mañana temprano, Gee. Trata de comer bien, si puedes ve a comprar un poco de vegetales -dijo el oji-azul dejándole unos billetes en la mesita de centro. En ese momento Gerard estaba acostado en el sofá grande. 

—Llévate ese dinero, no lo necesito. 

—¿Tú tienes?

El pelirrojo asintió, pero no era cierto. 

—Me quedaron unos ahorros. 

—¿Estás seguro?

Repitió el gesto anterior. 

Bert no le creía, pero estaba tranquilo porque había quedado un poco de comida para calentar, entonces se despidió de él y le dijo que se cuidara. Gerard sólo lo escuchó, pero tenía la mirada hacia el vacío y se cubrió más con su cobija. Para ser viernes, se sentía como un domingo, pero lo poco del cielo que lograba distinguir, se había tornado grisáceo, dando una apariencia de una tarde en otoño. 

Gerard estaba tan mal que incluso había "controlado" su TOC, pues si bien no aguantaba la suciedad, ahora eso ya no importaba porque no había querido meterse a la ducha.

Después de un rato se destapó, se sentó porque la espalda baja le dolía un poco y soltó un suspiro pesado. No había nada qué hacer, tenía que volver a su vida poco a poco. 

"No sé cómo puedes aguantar todo esto"

¿Qué? 

"Estás ahogándote, deberías soltarlo para siempre" 

Negó, no podía creer que esas voces estaban regresando. Y no era meramente un trastorno, o eso creía él, más bien eran esos pensamientos intrusivos que habían cesado, pero que ahora habían vuelto a tomar fuerza. 

"Mátate"

Tenía que distraerse, tenía que salir de casa. 

***

Como si sus pies se gobernaran solos caminó hasta Ámsterdam, con su mochila en la espalda. Inicialmente su idea era ir con Ryan, para ver cómo se la estaba pasando y si estaba bien, pero cuando el estómago le comenzó a rugir, tuvo que ir a ese sitio. Era patético, ya no quería que perpetuaran su integridad por unos dólares. Estaba sucio, sí, pero era por él, no por alguien más. 

Entró saludando con pena a sus compañeras, ellas lo vieron con lástima, tristeza y pena. Él caminó sin dejar de mirar el suelo. Lo menos que quería era toparse con Ary, entonces se vistió con una de las lencerías que había dejado por ahí; enseguida puso un pie afuera buscando a un sólo cliente. 

No iba a mentir, se encontraba un poco mareado, así que agarró al primero que vio y no se dio cuenta que éste ya tenía un rato siguiéndolo con la mirada. Gerard nunca lo había visto, bastó un intercambio de palabras, una pequeña persuasión, y ya estaban encaminándose a una habitación del fondo.

Cuando las puertas se cerraron el hombre se acercó y lo tomó inmediatamente del trasero, como si fuera un lobo hambriento y él un trozo de carne, eso incomodó un poco al pelirrojo, pero lo dejó pasar; entre más rápido fuese mejor.

El otro comenzó a besarlo, a Gerard le dieron ganas de vomitar porque se sentía muy asqueroso, pasaba la lengua en toda su zona bucal como si fuera un maldito dentista, después lamió su cara por completo. Era la primera vez que se sentía muy extraño, incómodo infernalmente, como que algo no andaba bien, pero siguió tratando de tomar el pene del extraño, el cual ya se encontraba bastante duro. 

—Quítate la ropa —ordenó con voz profunda.

El rubio lo soltó y Gerard asintió desconcertado haciendo lo que le pidió de forma lenta, calando que tan urgido estaba. Ese gesto no le agradó,  sólo logró desesperarlo más soltando un bufido, y de forma brusca le agarró la cara. 

—¿Estás jugando conmigo? ¿Me quieres hacer enojar?

No entendía esa actitud, incluso se quejó y trató de hacerse hacia atrás porque el agarre era tan fuerte que lo estaba lastimando. 

—No quiero trabajar para ti, aléjate —dijo cuando logró soltarse. 

Como si eso hubiese sido un detonante para el extraño, corrió hacia la puerta poniéndole seguro y buscó algo en su bolsillo; una navaja. Eso era lo último que Gerard esperaba que hiciera, la sangre se le heló y trató de buscar cómo huir, pero no pudo hacer mucho porque ya se encontraba siendo aprisionado en la esquina de la habitación. 

Quiso gritar, pero las palabras no salían. Sintió las lágrimas escurrir por su rostro y tenía las manos frías, no las podía mover, el otro ya estaba arrancándole la ropa interior con una mano, mientras que la otra la tenía la navaja cerca del cuello del pelirrojo. 

—Por favor, no me mates —suplicó.

Escuchó una risa seca, una cruel. No podía hacer nada, parecía que su cuerpo no estaba respondiendo porque no podía defenderse, luchar.  

—Cállate putita.

—No, p-por favor...

Gerard negó con todas sus fuerzas, pero ya estaba desnudo. 

De un movimiento a otro, estaba siendo flexionado hacia adelante, sintiendo que le estaban agarrando el trasero con fuerza, como si fuera una masa de pizza, y sintiendo nuevamente la lengua recorrer su hombro y una parte de la espina dorsal.

Soltó un grito cuando sintió que el pene, sin condón, de esa persona malvada estaba entrando en él, de forma fuerte y aún más brusca. No aguantaba el dolor, el sujeto seguía sometiéndolo, no se había dado cuenta en qué momento se había caído la navaja porque estaba ocupado rogándole que lo dejara libre, pero el otro sólo le dejaba mordidas en su cuerpo débil y le pisoteaba los pies, moviéndolo a su antojo y gimiendo como un animal. 

Gerard se quejaba, trató de gritar por fin pero la mano ajena le tapó la boca. Era inútil, nada podía hacer. No pasó mucho tiempo luego de eso, sólo sintió que ya se habían corrido dentro de él y como un trapo usado lo aventaron a la cama.

No lo podía creer, trató de cubrirse con sus pocas prendas y con la sábana, llorando, sintiendo los fluidos ajenos. El otro sólo se limpió la saliva que le escurría de la boca subiéndose el pantalón. Estaba temblando, pidiéndole al cielo que ya no le hicieran nada, y como un descarado, el rubio le arrojó un billete de cincuenta dólares a la cara, mirándolo por última vez y saliendo del lugar, huyendo. 

Cuando estuvo completamente a solas, entró en un estado de shock. No se movió durante un rato, estaba pensando en todo lo que había sucedido minutos atrás. Fue entonces que agarró la tela y cubriéndose con ella caminó hacia su camerino. 

Ya no sabía qué hacer, abrió su mochila y comenzó a desmaquillarse mientras se miraba al espejo. Sólo veía que la poca pintura que se había puesto estaba muy corrida y eso le dio ganas de llorar nuevamente. Al terminar se vistió como pudo con la ropa que traía en un principio, y en un acto de desesperación porque se sentía se sentía adolorido, buscó entre sus cosas ese frasco que le había conseguido Bert (del que su amigo ya se había olvidado) y lo abrió.

Sacó varias pastillas, quizá unas nueve, y las consumió todas con una botella de agua que alguien habría dejado, porque quería dejar de sentir repulsión por sí mismo. Estaba muy lastimado, y no tanto físicamente, sino moral y emocionalmente, quería dormir, quería beber un poco.

Sin darse cuenta que le faltaba ponerse una playera porque las pastillas estaban haciendo efecto, salió caminando de ahí, tambaleándose. Entonces cuando estaba a unos pasos de la barra para pedir un trago más, sintió sus ojos pesados por completo, y como si fuese un saco de papas, cayó al suelo desvanecido. 

I'm (not) okayWhere stories live. Discover now