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Frank quería regresar a casa para descansar cuanto antes. 

Esa noche estaba muy cansado por todos los asuntos que había resuelto en el día ya que, al ser uno de los mejores productores de música de New Jersey, nunca encontraba un momento donde fuese fácil dirigir el departamento de una de las disqueras con más peso en la ciudad. Frank era una persona que debía mantener todo bajo control, sino se ponía insoportable y a nadie le gustaba lidiar con eso ya que realmente asustaba.  

Últimamente se encontraba más estresado de lo normal, tenía el próximo lanzamiento de un disco a la vuelta de la esquina y quería mantener todo en orden; desde siempre había sido una persona cuidadosa, seria y muy profesional, entonces hacía hasta lo imposible por conseguir todo lo que quería sin importarle el resto. No en vano le habían apodado "El demonio" cuando lo veían dando vueltas en el sitio donde trabajaba, y lo mejor de todo es que era su propio jefe. 

Mientras tanto, Brendon veía de lejos a su amigo y se burlaba de su situación, porque a diferencia, él era un inversionista muy relajado que sólo se paseaba en su oficina cuando le daba la gana y soltaba el dinero. Cada instante y en cada momento que podía le decía por fastidiar que estaba demasiado tenso y que necesitaba un buen sexo para que estuviera medianamente tranquilo. El castaño no entendía por qué todo lo que decía se relacionaba con las relaciones sexuales, incluso habían ocasiones donde se sentía asqueado ya que normalmente era muy reservado en muchos aspectos. 

Brendon creía que quizá su amigo era asexual, o sólo muy raro. Nunca le había conocido ni una pareja en los años que llevaban conociéndose, tampoco sabía si le gustaban las chicas o los chicos siquiera. Nunca había visto que Frank saliera de citas casuales o le interesara una persona, siempre estaba ocupado o trabajando en el estudio que había construido en su casa. No le importaba más que su trabajo o las bandas de las que era mánager.  

Pero esa noche, sin que Frank tuviera opción de negarse o escapar, fue arrastrado por el pelinegro hacia un burdel para que ambos pudiesen distraerse de toda esa rutina empresarial que llevaban. 

Era la primera vez que el castaño visitaba un lugar así, ya que si bien no tenía algo íntimo con alguien desde hace tiempo, no se preocupaba mucho por eso y tenía algunos prejuicios de sitios como ese, aunque al mismo tiempo se le hizo un poco curioso saber cómo se encontraba estructurado un sitio donde usualmente el cuerpo de muchas personas tenía precio, gente se llegaba a embriagar y las erecciones no eran motivo de vergüenza. 

No se sentía tan cómodo teniendo esa información en mente, pero para todos los que estaban ahí parecía no importarles en lo absoluto. Habían muchas chicas paseándose de aquí para allá con poca ropa,  mucha tensión sexual se sentía en el aire; tuvo que aflojarse un poco la corbata y arremangar su camisa porque empezaba a sentir mucho calor. Quería irse. 

—Si te soy sincero, es la segunda vez que vengo. Tengo entendido que hacen shows de canto y el típico pole dance —mencionó Brendon asegurándose de que el castaño no retrocediera. —No te vas a arrepentir. 

Frank asintió inseguro mirando algunos tubos instalados en un segundo escenario y en tres mesas más. No tenía intenciones de tener sexo, o pagar por algo más, ignorando que una chica ya le había puesto la mirada encima. De hecho, no pensaba gastar en nada mientras se mantenía rígido y tratando de no llamar la atención porque sí era algo conocido. 

El pelinegro como buen guía lo sentó en una mesa cerca de un escenario, el que parecía ser el principal y el más grande, entonces lo dejó solo un momento en lo que iba a pedir unas bebidas advirtiéndole que si se movía de ahí le haría algo peor. Mientras tanto, Frank quería esconderse en su asiento o salir corriendo hasta llegar a su departamento, esto estaba yendo muy lejos de su zona de confort. 

—Tranquilízate viejo —se burló Brendon cuando ya estaba sentado a su lado, soltando una risa zancarrona. 

Frank vio su vaso y lo tomó casi de un golpe, el ardor bajó por su garganta quemándola un poco, pero no le importó ya que le pidió un segundo trago a Brendon. De pronto, las luces comenzaron a bajar de intensidad junto a murmullos que se hicieron presentes, todos los presentes debían tomar asiento. Frank no entendía qué pasaba, incluso un poco le estaba dando un poco de ansiedad, pero al ver a Brendon que señalaba el escenario con emoción, intriga fue lo que se plasmó en su cabeza. 

—Damas y caballeros, esperamos que estén pasando una noche muy agradable —se escuchó una voz varonil salir de unas bocinas que no podían verse —Sabemos que están ansiosos por el siguiente show, entonces sin más, démosle una cálida bienvenida a Party Poision.

Una cabellera rojiza apareció siendo seguido por un reflector que le hacía brillar, traía puesto un conjunto negro sumamente erótico y cada movimiento que hacía, era con suma delicadeza al mismo tiempo que coqueteaba y miraba con aires de grandeza al público.

Frank quedó impactado, hechizado, extasiado, cautivado, fascinado, encantado. 

No podía parar de ver aquella figura que se paseaba sobre la tarima y que, como plus, cantaba bellísimo. 

No podía terminar de identificar si era una chica o un chico, pero le daba igual, nunca había visto a alguien tan hermoso cerca de él. Parecía que lo hubiesen moldeado a mano y que era lo más preciado que tenía ese burdel por la calidad de imagen que mantenía. No terminaba de comprender por qué estaba aquí incluso, pero todo pensamiento que se le había cruzado, se esfumó por completo cuando aquellos ojos color esmeralda se posaron en él haciendo contacto visual durante unos segundos, para que luego le regalara una sonrisa. 

Para Frank ese momento pareció eterno, esa canción era perfecta y ahora definitivamente nadie podría mejorar esa versión que Party había hecho. 

¿Cuál sería su nombre real? ¿Cómo hablaría? ¿Aquello sería una peluca? 

Quería conocerle. 

—Dios, que bella es —dijo Brendon haciéndolo regresar a la realidad nuevamente. 

Frank se sintió un tanto celoso por ese comentario pero decidió ignorarlo. 

Cuando la canción terminó el pelirrojo pasó de una cara que expresaba mucho sentimiento, a una sonrisa juguetona. Lanzando un beso al público dejó el micrófono en su lugar y se despidió regresando a la parte trasera del escenario, desapareciendo de la vista de todos y dejando un pequeño vacío en el pecho del castaño. Todos terminaron de aplaudir, Frank por fin pudo soltar un suspiro. 

A partir de ese día, desde que Frank vio a Gerard, empezó a ir tres veces a la semana sólo para verlo dar su show porque se aprendería esos horarios clave. Escuchar al pelirrojo en cada una de las canciones que, si bien no sabía si él las escogía, era una perfecta excusa para olvidarse de toda su vida profesional.

Esa noche, cuando lo vio por primera vez, había sido una gran coincidencia.  

I'm (not) okayWhere stories live. Discover now