Kyungsoo

314 34 3
                                    

Lo primero que hago después de salir del edificio de Comunicación Audiovisual el lunes por la tarde es enviarle un mensaje muy seco a Kim JongIn.

Yo: Estás en casa?

Él: Sí.

Yo: Pásame dirección. Voy para allá.Transcurre casi un minuto antes de
que responda.

Él: Q pasa si no quiero visitas?

Yo: En serio? Después d todo tu «cortejo»… d verdad me vas a decir q no? Su siguiente mensaje aparece un segundo después. Es su dirección. Ja. Lo que pensaba.

Lo siguiente que hago es llamar a un taxi. Normalmente no me importa caminar los treinta minutos que me separan de Hastings, pero me temo que mi cabreo podría multiplicarse a un nivel temerario si lo alimento con treinta minutos de  comedura de coco.

Sí, estoy cabreado. Y molesto. Y completamente estupefacto. Ya sabía que a Morris no le había entusiasmado lo que pasó en la fiesta de Sigma, pero para nada me dijo esa noche que fuera a ser motivo suficiente para dejar lo nuestro ahí.

Es más, cuando le expliqué mi historia con JongIn durante el trayecto de vuelta a la
residencia, pareció increíblemente comprensivo. Lo que hace que lo que acaba de pasar resulte cien veces más desconcertante.

Dentro del taxi, me muevo inquieto e
impaciente los cinco minutos que dura el
trayecto y, cuando llego a mi destino, le
lanzo un billete de diez dólares al conductor y abro la puerta incluso antes de que el coche se pare del todo.

Es mi primera visita a la casa de JongIn, pero no le echo al entorno más que una
ojeada superficial. Césped cuidado, porche blanco y una puerta principal contra la que golpeo mis nudillos al momento.

Suho abre la puerta vestido únicamente con unos pantalones cortos de baloncesto; su pelo rubio está disparado en todas direcciones.

—Ey. —Me saluda sorprendido.

—Hola. —Aprieto mi mandíbula—.

He venido a ver a JongIn. Hace un gesto para que entre y a continuación señala la escalera a nuestra izquierda.

—Está en su habitación. Segunda puerta a la derecha.

—Gracias.

A eso se reduce nuestra conversación. No me pregunta cuál es el motivo de mi visita y no le ofrezco una explicación. Simplemente subo a la habitación de JongIn.

La puerta está abierta, así que puedo verle claramente acostado en una cama doble, con las rodillas dobladas y un libro de texto abierto sobre las piernas. Hay un profundo surco atravesando su frente, como si estuviera concentrado en lo que lee, pero cuando oye mis pasos, su mirada se dispara hacia la puerta.

—Joder. No has tardado nada.

— Aparta el libro a un lado y pega un salto
hasta ponerse de pie. Me meto dentro y cierro la puerta detrás de mí. La bronca que le voy a echar requiere privacidad.

—¿Tú de qué coño vas? —le digo como saludo—. ¿Has ido a la residencia de Morris a declararle tus «intenciones»? Me ofrece una leve sonrisa.

—Claro. Era lo que había que hacer. No puedo ponerme a tirarle los tejos a
el chico de otro tío sin su conocimiento.

—No soy su chico—suelto—.Tuvimos una cita, ¡una! Y ahora ya nunca seré su chico porque no quiere volver a salir conmigo.

—¿Qué me dices? —JongIn parece
sorprendido—. Me ha decepcionado.
Pensé que su espíritu competitivo era
mayor.

—¿Lo dices en serio? ¿Ahora te pones a fingir que te sorprende? No quiere volver a salir conmigo porque tú, imbécil, ¡le has dicho que NO PUEDE hacerlo! El asombro llena sus ojos.

Tu y yo (Kaisoo)Where stories live. Discover now