CAPITULO 5

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"Quédate aquí, niña, y obedece", dijo el soldado que me trajo del establo hasta aquí, donde están durmiendo todas las lavanderas. "Ven con nosotras, así no te lastiman", me decían las demás esclavas que están siempre a las órdenes del emperador. Igual me preguntaba por qué se disponían a protegerme si las veía el emperador, las podía castigar. Aun así, no hicieron caso y me seguían llamando para que esté al lado de ellas. Me acerqué lo antes posible, una de ellas me abrazaba mientras dormía. Me sentí muy protegida que comencé a soñar que estaba con mi madre, aunque nunca la conocí. Me desperté al día siguiente pensando en qué le habría pasado a la chica de anoche. Las demás esclavas decían que la tiraron al río, al igual que me contó mi padre lo que le sucedió a mi madre en aquellos tiempos. Comencé a tener mucho miedo porque de seguro yo iba a ser una de ellas en el futuro, y sí o sí debo escapar de aquí, pero me es imposible porque los muros son demasiado altos y hay soldados por todos lados vigilando cada movimiento que estemos haciendo. Igual así, salí corriendo por todo el palacio hasta encontrar una salida en la que pueda escapar, pero los soldados me vieron justo en el momento, intento fallido. Me trajeron de vuelta al lugar en donde estaba. Aun así, pensé: mientras esté aquí, debo ver todos los movimientos que hacen cada soldado y en qué momento poder escapar. Llegó una carreta con dos doncellas muy bellas que, al parecer, son de una familia muy rica. Los soldados las recibieron y las ayudaron a subir las escaleras del palacio. Las cocineras hicieron unos platillos deliciosos para recibirlas. Mientras ellas caminaban, se burlaban de todos los esclavos de las cosechas e incluso de las lavanderas. Creo que ahora nos va a ir peor que tener solo al emperador.

"Maldita esclava, casi manchas mi vestido con tus sucias manos", dijo la doncella.

"Lo siento mucho, señorita, no quise hacer eso, sepa perdonarme", respondí.

"No tendrías que tener perdón por ser una mugrosa", dijo la doncella.
"El emperador tendría que castigarla, hermana", dijo la hermana de la doncella.

"Claro que sí, hermana", dijo la doncella.

"No, por favor, señoritas, no le digan al emperador que me castigue", dijo la esclava llorando de rodillas a los pies de las doncellas.

"Sal de nuestra vista, mugrosa", dijo la doncella.

"Señoritas, el emperador las está esperando en la sala", dijo el capataz.

"Muchas gracias, por favor dígale al emperador que saquen a esa mugrosa esclava de nuestra vista", dijo la doncella.

"¿La molesto en algo, señoritas?", preguntó el capataz.

"Claro que sí, su existencia ya es molesta", dijo la doncella.

Pasaron para adentro del palacio las dos doncellas enojadas por lo que había ocurrido, aunque la esclava no tenía nada que ver con el vestido de la doncella. El emperador mandó que la castigaran delante de todos con un látigo atado solo dos veces para no matarla, solo para que aprendiera a no interferir en el paso de las doncellas. Después de esa gran tortura, los demás esclavos la ayudaron a desatarse y a llevarla para curarla.

"Como odio al emperador, me gustaría azotarlo a él, al igual que lo hacen con nosotros", dijo el esclavo que ayudó a la esclava a desatarse.

"No podemos hacer nada, la mayoría aquí somos muy adultos, ya solo hay pocos jóvenes, pero ninguno se atreve a pelear contra el emperador", dijo la esclava.

Agachada con la mirada hacia arriba, quedó mirando hacia el palacio con furia. De seguro estaba pensando en mil maneras de matar al emperador por lo que le hicieron sin ella haber hecho nada para ocasionarle ningún daño al vestido de la doncella. Pero como saben que la realeza tiene el mandato, solo nos queda callarnos y guardarnos la bronca que tenemos dentro. Mientras tanto, uno de los esclavos comenzó a limpiarla con agua para después curarla con alcohol y gasa, así la herida sanaba más rápido y no provocaba ninguna infección.

"¿Qué sucede? ¿Por qué la dejaron viva a la maldita esclava? ¿No ven que quiso aprovecharse de mí?", dijo una de las hermanas doncellas.

"Lo siento, señorita, pero solo obedecemos órdenes del emperador y le guste o no, la esclava debe quedar viva para servirle en la cosecha de este año", dijo el capataz.
La doncella se enfureció y se acercó a la esclava, agarrando el balde con agua que estaban usando para limpiar las heridas de la esclava, para echárselo en la cara.

-¡Ahí tienes tu limpieza, mal criada! Espero que después de esto comiences a obedecer las órdenes de tus amos -dijo la doncella, dándose la vuelta para irse otra vez dentro del palacio.

Todos comenzaron a ayudar a la esclava a secarse y cambiarse toda la ropa mojada que le quedó. La llevaron al río más cercano que tenía el palacio para bañarse, solo los esclavos, porque el emperador tenía su tina exclusiva para él. Las doncellas, al igual que el emperador, son nuestra perdición. Ahora en adelante, a mí me dio tanto miedo la situación que solo decidí quedarme en la habitación en donde dormíamos todos juntos los esclavos. Era como si fuera una cárcel, pero como no había ningún esclavo allí, los soldados decidieron entrar para asegurarse de que todos estuvieran trabajando como lo ordenó el emperador. Me vieron a mí como la única que no estaba trabajando.

-¡Qué haces aquí, niña! ¡A trabajar! -dijo el soldado agarrándome del brazo para llevarme afuera a trabajar en las cosechas de algodón como las demás esclavas.

Mis manos comenzaron a lastimarse de tanto trabajar y mi espalda a doler por estar tan arqueada por horas. Mis pies ya me pedían un descanso y de tanta luz solar, comencé a desmayar por deshidratación. Tirada en el suelo de las cosechas, solo me ayudaron unos esclavos que estaban a mi alrededor, tirándome agua del río que estaba contaminada, en mi rostro para refrescarme y poder volver en sí. Me dieron de tomar, pero sabía tan mal que la devolví otra vez, deseando tener una mejor vida de la que llevo.

MALTRATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora