7. Mentiras.

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Louis se emocionó pensando en una persecución furtiva cuando una luz en lo profundo de su consciencia lo detuvo a tiempo.

«¡Cuida que no se congele!», recordó a Amy. La coneja fue un buen recordatorio de su propia estupidez, Louis volteó boquiabierto. «¡No! Casi lo arruino en grande», razonó regresando a la habitación, cerrando la ventana y las cortinas.

-¿Será...? -acercándose al muchacho dormido, dudó que realmente sufriera frío en una noche templada como aquella- Oh, ¡no! ¡Mamá liebre!

En un parpadeo volvió a su forma animal y se metió a la cama dando tirones a las mantas, cubrió al príncipe por completo al sentirlo helado como cadáver en la nieve ¿Qué debía hacer? Acomodar su panza peluda sobre las zonas más frías, el cuello y el pecho del muchacho, parecía lo acertado.

Estaba asustado. Si en tres minutos no funcionaba iría corriendo y llorando con las conejitas, haría lo que fuera para que lo ayudaran, mas fue afortunado; pronto sintió el calor regresar mágicamente al cuerpo bajo sus patas. Las mejillas de Vante volvieron a ser cálidas.

«Me salvé», suspiró el conejo aliviado, aflojando el cuerpo con la panza y el cuello extendido sobre el príncipe. Con el estómago lleno, tentado por la cercanía y adormilado por el agradable cobijo dejó un beso en la mejilla de Vante. «Para saber si ya estás calentito», fue su excusa barata, esa que ni él se creía.

No esperaba que el bello durmiente se moviera, lo abrazara y volteara en la cama arrastrándolo consigo como si fuese su oso de felpa. Dormido, Vante lo acurrucó contra su pecho balbuceando un "te extrañé" que estrujó el corazón al conejo.

«Extrañas mucho a Clement», meditó aceptando el afecto que, obviamente, no era para él. Un primer atisbo de lástima lo invadió al sentir la angustiosa respiración del muchacho interrumpir el silencio nocturno. «Dices que estás bien, pero no es verdad», entendió perfectamente. «Me pregunto si Clement volverá como dices, u otra vez te están estafando».

Louis no soportó, cedió a sus impulsos al alba, cuando la luz del sol llegó al visillo y no pudo más contra sus deseos

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Louis no soportó, cedió a sus impulsos al alba, cuando la luz del sol llegó al visillo y no pudo más contra sus deseos...

Sí; corrió al estudio de arte, tomó algunos materiales y regresó a la cama antes de que Vante despertara, «antes de que arruines este divino rostro con tu expresión de amargado ¡El azul te sienta tan bien! fascinante», pensaba apoyado de espaldas contra el pecho del príncipe, dejando flotar un pequeño lienzo ante él para dibujar, necesitaba dibujarlo.

Una hora y treinta minutos fueron suficientes para un buen boceto a lapiz, con unos cuantos manchones de color que dieron vida al dibujo en el mismo precioso juego de sombras y luces que llenaba la habitación en ese momento.

El visillo del dosel tenía bordadas mariposas de seda azul. La sombra semi translúcida de una de ellas daba justo en la mejilla del príncipe durmiente; Louis no podía omitirla, la difuminó con un poco de tiza, viéndola una y otra vez en total fascinación.

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