21. Exclusividad.

115 24 79
                                    

Los vecinos se asomaron desde los pisos altos en el estrecho pasaje, no por escuchar voces sino por los tentadores latidos de los vivos, incluso los de Louis; la liebre vampiro resultaba ser una criatura tan ridícula como extraña entre ellos, lo conocían, no porque guardaran algún afecto hacia el joven que rara vez visitaba a su familia paterna, sino porque estaban advertidos de que a pesar de poseer un corazón palpitante, su sangre estaba tan contaminada como la de cualquiera de ellos y de beberla terminarían muertos.

Robert Doggett, aunque físicamente no se parecía en nada, era el padre biológico de Louis. Era un hombre más alto que cualquiera de sus visitantes, vestía una gabardina negra sobre ropa casual y su presentación personal, así como su peinado hacia atrás, eran intachables ¡Nadie desconfiaría de él! salvo por el hecho de que se hallaba en un pasaje estrecho dentro de un barrio sumido en una pequeña dimensión oscura. Y claro, le gustaba beber sangre hasta dejar secas a sus víctimas.

-Vamos, los llevaré a un lugar seguro -aseguró el vampiro de aparentes 50 años, señalando la puerta de su casa.

¿Y qué tenía de seguro su casa en aquel barrio? De ladrillos, estrecha y apegada a todas las demás, la luz de las velas se adivinaba tras el vestíbulo de la vieja casa victoriana.

-Estaremos seguros ahí -apoyó Louis bajo la mirada dubitativa de Jack y Agust-. Al menos más que aquí, y más que en cualquier otra parte de la ciudad.

-Los vampiros no podemos entrar a donde no se nos ha invitado -aclaró el padre con voz profunda, ingresando primero a su domicilio. Al cruzar el umbral de la puerta se hizo visible un halo translúcido que osciló como si atravesara una puerta de agua-. Ni un alma entrará por mis puertas y ventanas sin mi permiso.

-¡Oh, oh~! -de la nada, Jack aplaudió contento y lo siguió- ¡Conozco ese truco! La casa está sellada.

-Vamos, gato sueño -bostezó Valentino, convirtiéndose en un gato amarillo de pomposo pelaje antes de seguir a los otros dos- No asusta vampiro.

-¿Qué es un vampiro? -Vante aún no entendía. Siguió a los demás y Louis al fin pudo cerrar la puerta.

El conejito no estaba feliz de visitar la casa que le causó tantas pesadillas cuando era un niño. Nada relacionado a sus habitantes chupa sangre, porque sabía que ni entre ellos se aguantaban y que su papá vivía solo como a su alma medio muerta le gustaba estar; su problema estaba en la anticuada decoración y la falta de ventilación, el frío y la humedad de la casa que lo hacían sentir dentro de una cripta. Pero bueno, tampoco podía pedir a su padre que abriera las ventanas para dejar entrar la luz del sol.

Louis suspiró casi tan asqueado como Jack. Quien desde hacía horas no paraba de sonreír disfrutando la existencia entera, de pronto se veía tan apestado como si siguiera encarcelado dentro de una caja de roca ¡Porque el lugar se percibía tan muerto como el cementerio del que acababa de escapar!

-¿Necesitan cuatro habitaciones? -el viejo vampiro meditó dudoso al ver al gatito husmear sobre los muebles sin respeto.

-Sólo una habitación -advirtió Louis tratando de disimular su nerviosismo-, con dos camas.

Sabía lo que hacía, que podía confiar a su padre pero no en sus bajos instintos. Robert perdonaría la vida a sus amigos, no terminarían como momias en el sótano mientras tuviera claro que eran importantes para su hijo, pero más valía mantenerlo vigilado en caso de que el hambre traicionara su razón. Adicionalmente, Louis prefería no dejarle "paga"; necesitaba que por la mañana todos estuvieran en forma para comenzar el viaje, «sobre todo el gato; ya perdió mucha sangre», concluyó convencido.

«Y Vante... Vante no sufrirá daño si pierde sangre, pero es mío. No; no quiero compartirlo ¡Mi papá tendrá que entender!».

Una habitación y dos camas, tarea fácil para una casa que realmente no existía y cumplía con las expectativas de su amo mediante magia oscura. En el tétrico pasillo de decolorado papel mural, digno de una casa abandonada, apareció sólo una puerta. Al abrirla se hallaron en la pequeña habitación que habían pedido, de tres por tres metros, con ruido suelo de madera y dos camas en ella. No tenía ventanas y el cielorraso era muy alto ¿Un poco de electricidad para iluminar el ambiente era mucho pedir? usar velas resultaba extraño para los citadinos, incluso para el príncipe que disponía de iluminación eléctrica en el palacio, cortesía de la magia humana cada vez más popular.

New WonderlandOù les histoires vivent. Découvrez maintenant