3. Sustituto.

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Flashback.

Año 1971.

—¿Papá?

Atardecía en los jardines alrededor del palacio. La pomposa cabellera azul del principito se movía rápido, con seis años el niño corría entre laberínticos rosales y pérgolas más altas que él, buscando la silueta del único hombre al que conocía; su padre.

Por orden del Rey Índigo, sólo él y su hijo tenían permitido mostrar su forma humana en el castillo. El Nido del Dragón.

El principito buscaba descalzo, en pijama, estrujando su conejito de felpa con manos nerviosas. Lamentablemente su padre no estaba, la noche no esperaba y la señora Marlene, la coneja que lo cuidó desde bebé, no aparecía.

—¡Principito~! —canturreó el conejo blanco que lo encontró— Cabecita de cielo, aquí estás ¡Te he estado buscando!

Clement, el Señor Conejo, calmó al príncipe y lo distrajo llevándolo a la cama, mostrándole dibujos y leyendo cuentos para él. Era paciente, perseverante y muy, muy dedicado. Él le leyó la mítica historia de "El Origen de los Colores", la que explicó al pequeño por qué su padre se marchaba casi todas las noches y pasaba los días durmiendo.

Con relatos, pasatiempos y mucho cariño, el Señor Conejo dibujó un mundo hermoso y colorido en la mente del príncipe; el mundo que, por orden del Rey, no se le permitía salir a ver.

Año 1974.

—Señor conejo ¿Así es la cascada de nieve en el Reino de Invierno?

En el estudio de arte del palacio, el príncipe Vante enseñaba otra de sus extrañas pinturas. El conejo asintió analizando la pintura... la nieve verde, el cielo púrpura y las flores en las nubes.

—¡Cierto! En Invierno no hay margaritas —el niño resopló decepcionado.

—Aún así es una obra muy bonita —aseguró Clement. No debía mencionar el daltonismo del príncipe—, la gente de Invierno amaría ver flores en las nubes, eres muy creativo.

Año 1976.

—¡Oh! Me encanta cuando cantas —se regocijaba el conejito tomando el sol en su mecedora—, tu voz es un arrullo perfecto, principito.

Vante cantaba mientras cuidaba los jardines; hacerlo lo relajaba, también disfrutaba ver al señor conejo descansar y sonreír a gusto con su voz. Saber que él también podía hacer algo por quien lo cuidaba llenaba su corazón, lo hacía sentir parte de algo especial... Lo que en los cuentos llamaban "familia".

Año 1978.

—¿Por qué crezco tan lento? —con trece años cumplidos, el dragoncito nadaba en el estanque del jardín sorteando las flores de loto. Veía a su padre, el inmenso Dragón Índigo, alzar el vuelo para salir del castillo como cada atardecer. Se impacientaba— Yo soy... ¿Qué soy? ¡Agh! ¡Soy tan chiquito!

 ¿Qué soy? ¡Agh! ¡Soy tan chiquito!

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