Soledad

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Cubro mi vientre con el grueso suéter y el abrigo de plumas sintéticas que compre cuando me preparaba para el invierno, miro hacia los lados viendo a los pocos viajeros que esperan el la pequeña y anticuada terminal de autobuses del pueblo. Busco en mi mochila un gorro de lana, al tiempo que observo el letrero luminoso que indica que el autobús que debo tomar, saldrá en tan solo quince minutos, uso el gorro ocultando mi cabello y mis orejas tratando de mantenerme lo más caliente posible.

Me pongo de pie, para acercarme a una pequeña caseta donde venden comestibles. Según recuerdo, el viaje de aquí hasta la ciudad mas cercana, son de cinco a seis horas. Sostengo mi equipaje al tiempo que veo algunos snacks que me gustaría comer. Tomo un paquete de papas fritas sabor a limón y uno BBQ, busco en el bolsillo de mi abrogo el dinero para pagar, pero en el momento que extiendo mi mano hacia la dependienta, una delicada mano, con manicura francés, sobre y elegante, sostiene mi mano.

— No deberías comer estas porquerías— miro hacia mi izquierda encontrándome con Amanda junto a una mujer de un poco mayor.

— Son solo para el viaj...—

Dejo de hablar al recordar que aun no le dije que me marchaba.

— ¿Sucedió algo? — pregunta viéndome.

— Es hora de irme— digo fingiendo una sonrisa.

— ¿Qué pasó? — pregunta con serenidad, pero con una actitud que dice que no dejara pasar nada.

— Debo irme— digo desviando la mirada.

— Hablemos— soy guiado hasta una de las hileras de sillas en la terminal.

Después de explicarle todo lo sucedido a la doctora Amanda, y de escuchar las múltiples maldiciones lanzadas hacia su ex esposo, soy arrastrado por la rubia y la mujer mayor quien ahora se es su madre quien vino a pasar tiempo con su hija. Por mas que le dije que todo estaba bien y que podría sobrevivir con mis ahorros, no me fue posible hacerla desistir de llevarme a su casa.

El auto de Amanda, se detiene en una hermosa casa de dos plantas, al limite sur del pueblo, ni muy cerca, ni muy lejos del hospital. La casa tiene un hermoso jardín delantero algo maltratado por el frio de la temporada, pero es fácilmente visible que en verano y primavera es realmente hermoso, la casa es lo suficientemente grande ara vivir una familia completa. Elena, la madre de Amanda, me ayuda a sentar después de haber entrado en la casa, la doctora me ayuda con el equipaje dejándolo a mi lado.

— Agradezco todo lo que hace, pero...—

— No dejare a uno de mis pacientes, andar a su suerte y mucho menos en tu estado— mis palabras son interrumpidas por mi doctora.

— He escuchado de mi hija sobre ti— miro a la maguer maños llevando mi mano automáticamente a mi vientre— en tu estado no deberías estar bajo demasiada presión— miro a ex de mi ex jefe.

— Mi madre es una mujer a la que no le puedes mentir, quise guardar el secreto— habla con cierta gracia avergonzada.

— ¿Qué hay que ocultar? — pregunta Elena viéndome.

— Soy hombre— digo con algo de vergüenza.

— La sociedad ha avanzado mucho, si pueden aceptar personas cambiando de sexo y respetando los gustos de los demás, pueden aceptar que haya personas especiales— dice con una ligera sonrisa— prepararé algo de té, para ti, un poco de chocolate— dice viéndome.

Jonás

Estaciono el auto frente a la cabaña del comedor, sostengo el volante sintiéndome completamente estúpido por todo lo que he causado. Dejo caer mi cabeza contra el volante. no espere que en realidad se marchara, no espere que apagara su teléfono y mucho menos espere que todo terminara así, solo necesitaba algo de tiempo, solo necesitaba que me dijera la verdad y habría podido ayudarlo, pero antes de que pudiera asimilar todo lo que estaba pasando, solo decidió marcharse y ahora me siento como la peor persona del mundo ¿Por qué me siento de esta manera? No fui yo quien lo echo a la calle, no fui yo quien le pidió que se marchara. Entonces ¿Por qué no logro sentirme en paz?

Cierro los pensando en si debería o no llamar a Jake y contarle lo que esta sucediendo. Abro los ojos viendo mis zapatos ¿Debería tratar de encontrarlo? De alguna manera se que si se marcho de esa manera fue mi culpa. No pensé en su situación, siendo un hombre y estar en su estado debe ser algo realmente aterrador, quizás esa fue la razón por la que tuvo que huir de su hogar.

— ¡Maldición! — exclamo asustado cuando alguien golpea con fuerza la ventanilla de mi camioneta.

— ¿Por qué no volvió contigo? — Steve habla tan fuerte que logro escucharlo a través del vidrio.

— Cuando llegue, su autobús ya había partido— respondo al bajar la ventanilla.

— Y ¿Por qué no fuiste tras el autobús? — pregunta molesto.

— No se que auto bus tomo, no se hacia donde se dirige— respondo— llame a Jake tratando de averiguar si Daniel se comunicó con él, pero nada— miro a Steve sintiéndome mal.

— Es una lástima, solo esperemos que ese niño se encuentre bien— dice antes de palmear mi hombro

Salgo de la casa en busca de algo caliente, cobro mi cuerpo con mi abrigo hasta llegar a la puerta del ca cabaña del comedor, pero me detengo al recordar que, desde hace unos días, este lugar se encuentra vacío. Suelto un suspiro regresando hasta el primer escalón del pórtico de la cabaña, me siento observando la imagen fría y solitaria de mi hogar. He vivido solo durante mucho tiempo, pero estos días, este lugar se siente mucho mas desolado que antes, tanto en ocasiones cuenta respirar.

¿Hice mal en alejarme? Solo estaba sorprendido, no es como que haya pensado que era una aberración o que no lo aceptaría, yo solo necesitaba tiempo, necesitaba pensar y aclarar mis pensamientos, necesitaba saber por que me molestaba el echo de saber que Daniel no fuera un chico puro y casto, necesita pensar y entender por que mi actitud, por que tenia la necesidad de explicar cosas que antes me habría importado muy poco si alguien malinterpretara, pero no me dieron el tiempo, Daniel no me dio tiempo y se marcho antes de que pudiera encontrar las respuestas a todo lo que me pasa.

— Dios ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? — sostengo mi cabeza con desespero.

El ladrido de Sam nuestro perro cuidador, me hace abrir los ojos, frunzo el ceño viendo al gran danés que solo soltamos por la noche, frente a mí, mi entrecejo se frunce mas al percatarme que pase toda la noche sentando en el pórtico de la cabaña del comedor. Levanto la mirada del perro, para ver a un hombre de mediana edad quien me observa desde el corral donde domamos los caballos. Maldigo internamente cuando Steve levanta la mano y me señala a mi lado haciendo ver una taza de café humeante junto a mí. Suelto un suspiro, tomo la taza y me pongo de pie estirando lo mas posible mi cuerpo dolorido por dormir en una mala posición.

Camino hacia mi empleado, consejero, amigo y casi mi padre. Steve parece sonreír de medio lado en el momento que llego frente a él.

— ¿Por qué no me despertaste? — pregunto.

— Parecías tener un sueño agradable— responde antes de beber de su taza.

— No recuerdo haber soñado — comento viendo el corral con un potro que pronto será destetado.

— Murmurabas y sonreías, todo era normal hasta que dijiste un nombre— dice y su expresión pasa de ser graciosa a seria— llamaste varias veces a Daniel— la taza queda a medio camino hacia mi boca al escucharlo.

— ¿Qué? — pregunto viéndolo.

— Parecías estar feliz— frunzo el ceño.

— No recuerdo — susurro.

— A veces pasa— Steve dice y entra al corral— ve a lavarte y a coger algo de calor, pasar la noche fuera en pleno invierno no es algo inteligente— me reprende.

— No vemos luego— me despido.

Me dejo caer sobre la cama, luego de haber salido del baño. Mi cabello húmedo, moja la almohada y las gotas de agua que aun escurren sobre mi cuerpo terminan empapando la frazada, pero en mi cabeza solo se encuentra una imagen y un nombre que me torturan desde que esa persona decidió marcharse.

— Estúpido— me insulto a mi mismo— creo... que Amanda tenia razón— cierro los ojos y con mi mano izquierda tomo la otra almohada y cubro mi rostro.

My Little HopeWhere stories live. Discover now